No
son tiempos de bonanza, y eso es clarísimo e irrefutable. Podemos
culpar a quien sea, que a la final cada uno de nosotros tiene algo de
esa culpa. Y no hablo del país: hablo de su casa, vecino.
La
economía, como las personas y como todo lo que existe entre el cielo
y el suelo, tiene mareas. A veces estamos arriba, y otras abajo.
Todas estas mareas son rítmicas, no son “porque si” ni aparecen
aleatoriamente. El ritmo de la economía mundial es igual al ritmo de
nuestras propias expectativas personales. Cuando se necesita no se
tiene, y cuando se tiene no necesariamente se adquiere lo que se
necesita.
A la
famosa “crisis mundial”, que no es crisis sino para unos cuantos
porque los otros siguen lucrando, hay que sumarle nuestra realidad
continental: latinoamérica nunca cuajó su proceso de unificación y
los problemas entre Estados siguen hoy más patentes que hace seis
décadas. Mientras cinco supuestos izquierdistas tratan de forzar la
idea de una sólida unidad regional (haciendo malabares para sostener
sus gobiernos), tres supuestos derechistas mantienen economías
medianamente más sólidas, pero a un significativo costo social.
Mire,
la cosa de la izquierda y la derecha es sencilla: la derecha prefiere
la producción, y entiende que cada hombre debe ser lo
suficientemente capaz de producir acorde a sus fortalezas e
inteligencia; la izquierda en cambio propugna repartir la plata lo
más equitativamente posible entre los menos favorecidos. Y los
errores de la izquierda y la derecha también son sencillos: la
derecha se reserva el derecho de elegir quién es más fuerte e
inteligente, lo cual es claramente presuntuoso e ilegítimo, y; la
izquierda es feliz repartiendo plata, pero no sabe cómo generarla.
Corrupción hay en ambos extremos, desde luego.
Como
decían mis antiguos: “lindo repartir plata ajena”. Esa es la
izquierda de hoy. Pero cuando la plata se acaba, ¿qué harán los
izquierdosos?. Impuestos, porque de producir el que sabe es el
capitalista.
Por
eso las mareas también son aplicables en la economía, como en el
gobierno de los países que pretendan progresar. Me explico: el
capitalista debe generar plata, para que el socialista la reparta.
Este
“socialismo” (término que discutiremos algún otro lunes), tuvo
la enorme ventaja de encontrarse con un mercado petrolero que pagaba
lo que pedíamos y esa plata se distribuyó (de formas y en montos
que no son posibles discutir sin que me demanden) en obras
supuestamente de beneficio social. Listo, han cumplido. Gracias, ya
tenemos carreteras.
Le
toca al capitalismo. Y esto no lo digo porque sea yo derechista ¡que
no lo soy!, sino porque es cuestión de mareas, de ciclos, de ritmos.
Es natural, simplemente.
Me
gustó mucho la primera gestión de Correa, y ya dije que no soy
correista -ni tampoco anticorreista-. Ese ciclo debía ser seguido de
otro diferente, de explotación productiva pura para que, ahora,
retorne otro Correa (o el mismo, incluso) a enfrentar la crisis con
un mayor sentido social que lo haría el derechoso, pero, obviamente,
con la plata que este capitalista haya podido generar en su período.
La lógica es facilita: en un período produzco, y en otro reparto.
Esta
explicación es la más simple que me he dado a mi mismo para decidir
no apoyar mandatos extensos. Trate de hacer lo mismo. El argumento de
que “me cae mal” o “es prepotente” o “mucho habla”, no es
un argumento técnico ni lógico. Hay que madurar políticamente,
creo yo.
En
definitiva, para mi, mientras sigamos pensando en Izquierda vs.
Derecha y los sigamos viendo como antagónicos y seamos incapaces de
crear un modelo político PROPIO, fuera de moldes comunistas o
imperialistas o socialistas o capitalistas, sino un modelo de pura
ADMINISTRACIÓN, bajo parámetros técnicos basados en eficiencia y
eficacia, mientras no seamos capaces de dejar de lado animosidades en
lugar de concentrarnos en lo que a todos nos hace falta y en fijar
una meta común, mientras sigamos pensando en minorías y grupos
“vulnerables”, mientras no seamos libres de los prejuicios
políticos y económicos que nos vienen implantando desde hace dos
siglos o más, mientras no evolucionemos, cualquier intento de un
Estado organizado será fallido y seguiremos obteniendo intentos
autocráticos en lugar de administraciones técnicas. No saldremos de
las vacas flacas.
Lo
mismo aplica para el continente, para el país y para su casa,
vecino. Y de la ciudad no hablo porque acá se juegan otros intereses
y otros egoismos. En buena hora que se me acabó el espacio.