viernes, 16 de diciembre de 2016

Estamos solos




Cuando en el Ecuador vio la luz nuestra aún flamante Constitución, cundió la esperanza de un país eficiente. Entre los ciudadanos también nació la fe de una estructura garantista, donde nuestros derechos finalmente se hagan valer. Tras esa Constitución, y durante los últimos años, ha venido sucediendo una continua renovación y cambio de las autoridades en todos los niveles, desde conserjes hasta jueces y ministros. Esperábamos con los ojos brillosos ver los resultados de esta tan bien vendida “revolución”.

Lo dicho: todos han cambiado, pero nada ha cambiado. Del diario nos vienen noticias de incumplimientos de autoridades, vulneraciones de derechos constitucionales, leyes “a la medida” y, lo peor, la desatención flagrante y negligente de los ciudadanos.

No tenemos a quién reclamar y, cuando lo hacemos, mil situaciones se confabulan casi dolosamente para que nuestros reclamos no prosperen. Lo más doloroso es que, en muchos casos, los confabulados son los mismos que elegimos para que cuiden nuestros intereses. A nuestros elegidos no les pesa dejar de protegernos cuando, al hacerlo, puedan arriesgar sus intereses políticos o, simplemente, no les alcanzan los tanates para hacerlo. Hierven en temores y conveniencias mientras, fuera de sus acomodadas oficinas, quienes los elegimos caemos en desesperación ante tanta indolencia y ignominia.

Si, vecinos: todo apunta a que estamos solos. Nuestros líderes y representantes nos han abandonado.

Pero, lejos de sufrir por ello hemos de alegrarnos: si nuestros elegidos nos han abandonado significa entonces que no nos representan mas. ¡Nos hemos librado de ellos! Si, señores elegidos, desde que ustedes deciden voluntariamente no representar los intereses de los ciudadanos pierden automáticamente su único requisito de licitud: la voluntad popular. Y si, como ahora, han perdido nuestra representación, entonces lo que los sostiene en el cargo es tan solo una formalidad, un papel. Tengan dignidad, empiecen a hacer aquello que les mandamos a hacer o, simplemente, renuncien. Si, renuncien, mientra su honor aún sea salvable y antes de causar más y mayores perjuicios.

Y tranquilo vecino, replanteemos las cosas. Cuando muchos están solos todos esos solitarios acaban estando juntos. No estamos solos: ¡estamos juntos! Todos metidos en esta desesperanza y abandono, todos con la misma rabia y la misma intensidad. Todos, por fin, y a fuerza de ser golpeados por nuestros representante, podemos llamarnos hoy por un mismo nombre: latacungueños.

Ya pasamos de estar solos a estar juntos. Eso es un gran avance, pero falta un paso mas: estemos UNIDOS.

Muy poco lograremos si seguimos cada uno por su lado. Mientras la gran mayoría alza los hombros y finge demencia, otros cuantos agradecen con la vida la chaupiobra que han recibido y, los menos escrupulosos, se dedican a atacar a los pocos que hacen algo. Que los pocos se vuelvan muchos, que los inescrupulosos no se atrevan contra nosotros y que los que mendigan obras ganen amor propio y, por su honor, dejen de mendigar y empiecen a reclamar lo que por derecho les corresponde.

¡Esto es Latacunga! Y es nuestra, es mía. La ciudad nos pertenece y debemos hoy, como nunca, cuidarla de quienes tanto daño le han venido haciendo. Hoy es el día. Mañana, si seguimos como estamos, nos habremos graduado de cobardes.

Hoy, vecino, hoy.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Carta para un burro




Las pasadas semanas la atención de todos se posó en los procedimientos iniciados por un ciudadano de quien nadie conoce nada, que pide la revocatoria del mandato del Alcalde Sánchez. Iniciado el proceso, el Alcalde debía defenderse y responder argumentadamente, como es normal. Pero nada de esto se hizo bajo parámetros de la más estricta, reservada y sobria técnica, sino que se organizaron marchas de apoyo, plantoneras y un amplísimo despliegue de entrevistas en los medios.Vimos, hace algunos días, cómo nuestro Alcalde se hace acompañar de un par de centenares de personas cada vez que cree que su cabeza está en juego. Y siempre está en juego.

Miren, que un líder se haga acompañar de sus acólitos para sus actos oficiales no está mal. Lo malo es que los acólitos no reconozcan al líder como tal ni actúen con espontaneidad. De entre los que marcharon junto al burgomaestre estaban, según recoge la prensa, el chisme y las averiguaciones, principalmente: empleados de la administración, compañeros de camiseta política y varias personas completamente desconocidas para los Latacungueños. Luego trascendió que estos desconocidos eran pobladores de las zonas rurales del cantón, muchos de ellos con carteles de gratitud por las chaupiobras recibidas. Eran Latacungueños también.

En la radio, misma dosis: en medio de una muy mediocre entrevista al administrador, varias llamadas con sufrida gratitud por las chaupiobras. Somos tontos: agradecemos el pedazo de queso que nos obsequia quien nos deja dañando la refrigeradora.

Volvemos al clientelismo político de hace un par de décadas. Con cien metros de tubería, una canchita o par de postes se compra la voluntad de un barrio. ¡Qué denigrante! Mientras la administración se finge fuerte por estar acompañada de unos cuantos autoreconocidos residentes rurales, la ciudad como tal está a punto de reventar.

Mira, vecino rural, para que sepas cómo está la cosa: mientras a tu barrio les hacen llegar la tubería o te adoquinan una callecita o te hacen cualquier agrado mediocre, la ciudad se hunde en sus propias eses al son del alcantarillado que colapsa, se gesta el atentado contra la memoria histórica de la ciudad queriendo convertir monumentos en despostaderos, permitiendo que TUS plazas y parques se vuelvan mercados negros; no se fomenta la industria, ni el turismo, ni nada; todo está de cabeza y nuestra Latacunga se fractura en todos sus niveles. ¡Pero claro, mientras a tu solar le llegue cuatro gotas de agua, el resto del mundo que se joda!

Basta, vecino campesino. No seas torpe. Te están usando. Las chaupiobras que recibes no son ningún favor: es obligación del administrador mejorar tu vida. Ese es su trabajo, no es un regalo. No tienes nada que agradecer.

Pongamos las cosas en perspectiva: el administrador ha de defenderse en un procedimiento que pide que deje de ser administrador por, según quién solicita, existir manejos deficientes, incumplidos o negligentes del asunto público. Ustedes, todos los que acompañan las marchas, si el administrador es ratificado en su lugar, aún deberán batallar con el trabajo investigativo que Contraloría viene realizando por varios asuntos y, hasta donde se sabe, con no muy agradables resultados. ¿Qué van a hacer ahí? ¿Van a marchar y desfilar y poner bandas de pueblo para ver si con eso cambian la realidad?

Si, al final del examen de Contraloría, resulta ser que esta administración si ha sido eficiente, yo seré el primero en utilizar este espacio para saludarle. Pero si, por el contrario, se encuentra que hay deficiencia, ineptitud, negligencia o, en el peor de los casos, responsabilidades penales y actos delictivos, entonces, pregunto, ¿quién saldrá a saludar al administrador? ¿Serán ustedes, los de las marchas y plantoneras, quienes se arriesguen a tratar de resembrar ese árbol caído?

No deseo el mal de nadie, excepto el de aquel que atenta contra mi ciudad. Espero, con toda la fe, estar errado en mis apreciaciones particulares de esta administración. Me gustaría mucho tener motivos para disculparme por mis opiniones. Hasta ese día, ojalá consiga yo cien amigos que me acompañen a dejar mis textos en La Gaceta.O, al menos, que vayan más allá del "like" y comenten algo positivo.


lunes, 3 de octubre de 2016

COLECTIVOS




Mucho hemos oído hablar últimamente de los famosos “colectivos”. Pero muy pocos de nosotros sabemos exactamente qué es lo que son. Y la respuesta es sencilla: somos nosotros. Si, nosotros, todos.

Me explico: los colectivos son, formalmente, agrupaciones de personas que se conforman para lidiar, gestar o activar algún hecho o labor social de interés común. NO son minorías, para nada y al contrario, son quienes representan los intereses de las mayorías frente a los actos arbitrarios de la administración. A veces son miles, a veces cientos y muchas veces solo un par de decenas de gentes, pero eso no significa que sean pocos: somos todos. Ellos nos representan a todos y tenemos mucho que agradecerles.

El colectivo no es una asociación formalmente hablando, ni es un club, ni una ONG. Es, realmente, la más sencilla forma de participación: son los que están y están los que son. Para formar un colectivo no se necesita una escritura, ni sede, ni actas, ni cuotas ni membresías; la voluntad basta.

Cualquier grupo de personas, donde estén más de tres, que tengan un objetivo social común y que dispongan del tiempo y las ganas de cabildear y hacer activismo social por dicha causa son, por defecto, un colectivo, así no se reconozcan como tales. Es, más o menos, como una minga, pero con fines de construcción social.

Y son poderosos: los colectivos GLBTI han organizado cruzadas de miles de personas y han llegado a paralizar ciudades y preocupar Parlamentos; organizaciones animalistas han logrado reformas legislativas en varias ciudades y estados del mundo; lo mismo feministas, naturalistas, antiracistas y toda una serie de “istas” que se van colocando juntos conforme sus intereses les reúnen.

En Latacunga esta forma de agrupación ya había tardado bastante en hacerse ver. Sorprende que entre más de doscientos mil habitantes de Latacunga, no haya sino un par de cientos de latacungueñISTAS organizados. Pero, recordemos: no tienen que ser muchos, porque nos representan a todos.

Obra de colectivos fue, recuerden ustedes, las exposiciones de arte en los pasajes del centro histórico, adornar con geranios el pasaje de La Compañía en la calle Padre Salcedo, captar donaciones para afectados del terremoto y entregarlas directamente a los beneficiarios, activismo político en redes sociales contra la construcción del camal en Tilipulo y, más recientemente, la campaña y propuesta de protección de dicha hacienda. ¿Ven? Los colectivos somos todos, son los intereses de todos, nos benefician a todos.

Ahora, vecino, usted que sigue echado leyendo La Gaceta, párese (levántese, elévese) y busque una agrupación con la que pueda colaborar. Siempre encontrará dónde ser útil. Siempre habrá mas como usted buscando colaborar con los mismos asuntos que a usted le interesan. Y, sino encuentra un grupo, pues forme uno: solo necesita cuatro panas y un poco de voluntad. Cualquier pretexto es bueno, desde la recuperación de la cancha del barrio hasta un motivo humanitario internacional.

Pero, claro, le recomiendo que empiece sus acciones aquí, en Latacunga. Propenda usted al latacungueñismo, preocúpese de los temas locales y colabore con el impulso de los temas sociales que tanto nos interesan. Le dejo ideas: todavía hay que estar pendientes del asunto de Tilipulo, también habrá que organizarnos para supervigilar las torres de alta tensión y que no las pongan donde afecten nuestro patrimonio natural; es oportuno conformar una veeduría al proyecto de alcantarillado y tratamiento de aguas, puede usted gestionar charlas y ayuda en la cárcel u organizar un grupo que vigile los Derechos Humanos en ella...

Hay mucho por hacer, y no hay pretexto para no hacerlo. Recuerde: ni somos pocos ni somos tontos.

¡Manos a la obra!

viernes, 16 de septiembre de 2016

DE CABLES Y CAMALES




Mientras nos entretienen con las Mamas Negras, mil cosas suceden en nuestra ciudad sin que ni siquiera nos hayamos pronunciado.

Igualito que cómo nos metieron la Cárcel, ahora pretenden lacrar nuestra joya natural con un montón de torres y cables de alta tensión. Tales armatostes no serían otra cosa que el monumento a la estupidez. Recuerden: ya tenemos cárcel, ya nos excluyeron de la E35, y ahora nos van a golpear justo en la única fuente posible de ingresos: el turismo.

No podemos seguir callados, nos están acabando la ciudad.

No fue muy diferente lo que casi nos sucede con el tema de la construcción del camal en Tilipulo. A cuenta de un pseudo progreso, algunos infames, trataron de mancillar otra de nuestras joyas. Es verdad, la hacienda Tilipulo no es funcional, y está abandonada; pero una joya, aunque sucia y oxidada, no deja de ser joya.

Y esta batalla aún no está ganada, pues el uso de suelo de la hacienda Tilipulo no parece estar suficientemente definido y, tal parece, que sin una reforma legal importante que proteja a este emblema histórico, no habrá manera de garantizar que la Hacienda Tilipulo vuelva a su esplendor de siempre.

De las torres de electricidad nos ocuparemos durante la semana siguiente, pero sin descuidarnos mucho porque esas torres nos ls van a poner cualquier madrugada. Hoy es importante completar el esfuerzo hecho por Tilipulo. Varias semanas, centenares de latacungueños, cada uno desde su trinchera, hemos hecho esfuerzos por evitar el uso industrial de los terrenos de la hacienda. Esta semana, un grupo de muy preocupados Mashcas harán una propuesta al GAD Municipal de Latacunga: que se declare a la Hacienda Tilipulo como una zona de uso exclusivo ecológico y recreacional. Esta propuesta va acompañada de cientos de firmas, que se han reunido durante las últimas semanas. Si se logra, y solo entonces, podremos decir que salvamos a Tilipulo.

Gracias al Foro Latacunga por esta propuesta que, seguro, será apoyada por cada uno de los latacungueños de corazón. Y, tenemos fe, que será recogida por el GAD Municipal, en donde se forjarán los instrumentos jurídicos necesarios para ratificar el actual estado de búsqueda e identidad en que nos encontramos.

Luego, habremos de guardar fuerzas para lo que viene. La lucha por la vindicación de lo que nos pertenece no ha terminado. Hoy, como nunca, Latacunga ha renovado votos con el futuro. Hoy, como nunca, la sociedad latacungueña es fuerte y más consciente de sus atribuciones y capacidades. Hoy, como nunca, hemos vuelto a ser dueños de aquello que nos quisieron desheredar.

Las torres de alta tensión no se harán en suelo de nuestro Parque Nacional. De ellos depende el futuro turístico de nuestra ciudad, el pan de nuestros hijos.

Es tiempo de dejarnos oír. No mas miedo: nos están destruyendo la casa. O nos paramos o perecemos.

martes, 16 de agosto de 2016

Digamos “NO”




El latacungueño, por nefasta tradición, es demasiado bueno y demasiado manso. No la mansedumbre del cobarde que no enfrenta por no arriesgar, sino la mansedumbre del que se sabe habitante de un lugar pacífico, la bondad de quien ha vivido siempre entre bondadosos. Así hemos sido los mashcas siempre: generosos, bondadosos, frontales.

Hoy, estas actitudes no nos sirven mas. Necesitamos, con urgencia, saber decir NO.

Como el Concejo, que dijo “NO” al endeudamiento de la ciudad en una obra mal calculada.

Ya hemos dicho que “SI” a muchas barbaridades, como si fuésemos mascotas de un poder superior, y en espera de las migajas que puedan rodar del mantel. Algunos de estos animalitos de confianza dijeron “SI”, por ejemplo, a la cárcel, al burdel de la entrada a la ciudad, a las construcciones ilegales junto a los ríos, a ciudadelas nunca terminadas, a la proliferación anárquica del taxismo, al desorden social...

Pero hoy no vamos a tratar de esos “animalitos”, cuyos datos y razones son conocidos por todos. Justamente, porque todos sabemos quienes nos han perjudicado de tales maneras es que no hace falta dedicarles ni una línea más. Ojalá a las mascotas del poder no se les ocurra postularse para cargos de elección popular, porque somos tan giles que hasta podríamos hacerles ganar.

Justamente para quitarnos lo giles, es mejor que hoy tratemos de quitarnos nuestra mansedumbre personal. Si, vecino, usted es otro buey manso en manos de mal arriero.

Es indispensable aprender a decir “NO”. En cosas simples: como cuando vienen malvivientes a arrendarle el cuartito, o cuando le quieren cobrar sin taxímetros, diga “NO”.

Nada tiene de malo negarse a hacer lo que está mal. No tenga usted pudor en negarse al absurdo y ser más consciente de su realidad personal. Igualito, cuando le vendieron la casa al filo del río debía decir NO, o cuando nos subieron la tarifa de recolección de basura, o cuando nos pusieron la cárcel... Si hubiéramos dicho “NO”, hoy muchas cosas fueran más fáciles.

Pero empecemos con lo pequeño, lo simple. Al que bota la basura en la calle, al que pinta las paredes, al que anda borracho por la calle o escupe en la vereda, digámosle “NO”. Es verdad, no podremos regresar el escupitajo a la boca del patán, ni quitarle lo ebrio al amanecido, pero con un poco de constancia, crearemos cultura y, sobre todo, culturizaremos al que no sabe vivir en una ciudad.

Luego aprenderemos a decirle que no al demagogo, al politiquero mentiroso, al “líder de minoría” que solo busca la confrontación y ver a Latacunga arder, al migrante que no acaba de aprender a vivir en Latacunga como se debe vivir en Latacunga, al oportunista que pesca a río revuelto y al farsante que anda ofreciendo obras aún a sabiendas que no tiene plata.

Es que así somos: nos ofrecen veredas y bordillo y aplaudimos como hinchas, a cambio del favor nos hacen aceptar tonterías (como la cárcel o el camal en Tilipulo) y, a la vuelta, lo ofrecido se diluye en discursos y maromas políticas. No seamos más el borrego torpe de la demagogia, no permitamos más que jueguen con nuestras voluntades para, al engaño, hacernos empeñar nuestras vidas y las de nuestros hijos a cambio de par metros de tubería y cuatro volquetas de ripio.

Ya debemos estar cansados de tanta decepción, de tanta indolencia, de tanto oportunismo; de tanta ignorancia.

Digamos “NO”

jueves, 11 de agosto de 2016

Alcantarillado



Trascendió la semana anterior que una mayoría del Concejo de la ciudad negó la posibilidad de aceptar una deuda de 16 millones de dólares con el Banco de Desarrollo, entidad que nos entregaría 31 millones en total, de los cuales 15 son no reembolsables; es decir, nos regalan 15 y pagamos 16. Este dinero tendría como finalidad financiar la primera etapa del plan de alcantarillado para la ciudad.

Pero, siendo un negocio tan bueno, y necesitando tanto esta obra, ¿por qué los Concejales se niegan?

Hay dos teorías. La primera es que algunos ediles se oponen porque el pago de este préstamo obligaría a distraer recursos de las parroquias rurales. Si así fuera, primero debería realizarse una reforma completa al presupuesto de la ciudad, cosa que no podría suceder hasta el próximo año. Además, debemos sincerarnos en algo: de todos modos no hay dinero y el próximo año deberán restringirse muchísimas obras ofrecidas. De otro lado, la obra de alcantarillado es urgente, es emergente; la zona rural tiene obra OFRECIDA, pero la parte urbana tiene obra DE EMERGENCIA, ante este posición, naturalmente la administración debe dejar de lado la obra ofrecida para impulsar la obra urgente, con toda la pena para los barrios a los que se les ofreció su media cuadra de tubería o pavimento o su canchita de fútbol.

Por esto yo creo que el hecho de desviarse fondos de la parte rural es un argumento secundario. Frente a la emergencia, cualquier administrador, incluido un padre de familia, sabe que debe priorizar lo urgente.

Pero la teoría más aceptable es la que detiene la pretensión del Alcalde por su falta de lógica. Resulta que gran parte de esta inversión terminaría en una construcción ubicada a pocos metros del río Cutuchi, lo cual es un absurdo conceptual a partir de que ese río es justamente el que más se afectaría en caso de erupción volcánica. Y, ni siquiera eso, pues hace no muchos años que ese río superó el nivel de varios puentes luego de una lluvia fuerte.

Entonces la posición del Alcalde, cuando dice que los Concejales se oponen al progreso de la ciudad es, definitivamente falaz. La cosa es simple: si queremos alcantarillado, nos urge y si, estamos perfectamente conscientes de la necesidad de endeudarse para ello. Pero nos negamos rotundamente a botar nuestra plata en una obra que se va a llevar la creciente.

En contraparte, el burgomaestre ha dicho que la obra estaría completamente asegurada. Puede ser, pero no es cuestión de asegurar la casa, sino de hacer una casa que no se caiga. Es que la razón no pide fuerza. Aunque la obra esté asegurada, ese seguro cuesta y si llegara a inundarse la obra, el seguro para responder ha de cobrar un deducible, que obviamente paga la ciudad. Y hasta que el seguro responda y se vuelva a construir la obra pasará tiempo suficiente como para que la ciudad pierda más dinero y los ciudadanos pasemos por peripecias arriesgándonos hasta a una potencial crisis sanitaria.

No hay que ser genios: si construyo junto al río se lleva la creciente. Tan sencillo como eso. Es botar la plata.

Seamos objetivos y trabajemos rápido, de lo contrario ese préstamo se va a perder. Es indispensable rehacer el plan de alcantarillado, hacerlo bien y lo mas rápido y barato posible. Pero hacerlo bien, no a lo tonto.

Los ciudadanos, desde el otro lado, debemos informarnos bien, porque los rumores y desinformaciones traen consecuencias. No hay Concejales enemigos de la ciudad, al contrario, quienes se han opuesto lo han hecho pensando en el futuro de nuestra Latacunga.

Pero seguimos necesitando una solución urgente. Y no parece que haya una.

viernes, 29 de julio de 2016

¿Qué mismo?



Nuestro Alcalde va de tumbo en tumbo. Primero que quería hacer el camal en tierras de valor histórico. Entonces muchos actores sociales brincamos por la ridiculez de esta idea y, finalmente, la razón parecía imponerse pues, además de absurdo, resultaría ser antitécnico. A la luz de estas obviedades, el Alcalde Sánchez da la buena noticia: el camal se construirá en tierras de Poaló, con el beneplácito de todos.

Pero la necedad se impone cuando, según se supo hace unos días, el burgomaestre insiste en su intención de atentar contra el patrimonio de los latacungueños.

Sabemos que hasta la fecha no se cuentan con los permisos para el proyecto, y que incluso habría problemas con los estudios que hasta ahora se han realizado, pero por sobre todo eso, la campaña de “socialización” ya arrancó.

¿Se socializa un proyecto que oficialmente no existe, que no cuenta con los permisos necesarios, y que muy pocos latacungueños aprobamos? Yo creo que es tiempo de optimizar los recursos, señor Alcalde. Insistir en la propuesta del camal en Tilipulo representa horas de trabajo y dinero de los contribuyentes invertidos en un capricho inviable e indeseado.

Elegimos administradores para que hagan lo que NOSOTROS queremos, no lo que se les pega la gana. Entiéndase esto de una vez: los barrios de 11 de Noviembre no quieren el camal en Tilipulo, mientras la gente de Poaló agradece la obra; del otro lado estamos frente a todos los Latacungueños que vemos peligrar la histórica hacienda. Si el administrador no hace lo que su gente desea, entonces ya no la representa.

Alcalde Sánchez, usted no me representa más. Si su administración se resume en dar paso a caprichos de grupos interesados, a cambio de algún apoyo político; o, a pelearse con los Concejales que no le dan presupuesto para las deudas de sus incapaces acólitos, o presentar alguna propuesta de ordenanza antitécnica y mal redactada y negar su palabra a vuelta del día, entonces ni siquiera es usted capaz de representar al espíritu del latacungueño.

Mientras todo esto sucede, pareciendo cortina de humo, porque el camal en Tilipulo simplemente no se va a hacer, nos descuidan de otro tema pendiente: el alcantarillado de la ciudad. ¿No lo sabían? Hay dineros pendientes de gestionarse por este tema, algo así como treinta millones de dólares, según los entendidos. Resulta que este capital debe ser recibido e invertido de manera inmediata, pues nuestra situación es notoriamente urgente.

Justo este tema no quiere, el Alcalde, poner en el orden del día de las sesiones del Concejo.

¿No será que “arrepentirse” de hacer el camal en Poaló es una cortinita de humo para entretenernos en un tema estéril, mientras se “coordinan” las cosas para el alcantarillado?

Espero que no sea así. Detestaría verificar que nuestra política local se ha contaminado de prácticas pútridas y deplorables.

Pero nosotros, los latacungueños, hemos crecido, ya no somos los de antes y, sobre todo, los que abrimos los ojos y tomamos interés en la ciudad cada día somos más. Y estamos vigilando.

Mucho cuidado, administradores, que cualquier certeza política es nula estando a puertas de comicios y, al final del día, la historia no perdona y los pueblos -ya no- olvidan. Si no saben cómo administrar mi ciudad, no hagan más ridículo. Renuncien.

viernes, 22 de julio de 2016

Endeudarse para crecer.



A veces, sobre todo cuando se camina por la ciudad en la noche, pareciera que nuestra Latacunga se ha estancado en el tiempo. Es una magnífica sensación, si se da un paseo nocturno por el centro histórico. Pero nada de agradable tiene cuando se siente lo mismo, a plena luz del día y en los barrios todavía urbanos de nuestra ciudad.

Nos falta mucho, y hoy no hay a quién echar la culpa. Los cambios estructurales se hacen con dinero, y cuando hubo no se aprovechó. El presupuesto de nuestra ciudad no es equitativo ni equilibrado. Una ciudad con más de doscientos mil habitantes no puede crecer sin un rubro de varias decenas de millones de dólares.

Tampoco podemos continuar esperanzados en los fondos que nos provienen o nos adeuda el gobierno central, porque el país está quebrado también. Nos urge crear fuentes de financiamiento rápido y barato, no para financiar obra corriente, sino para financiar proyectos productivos que nos garanticen un ingreso estable durante las próximas décadas. Hay que dejar de pensar en los próximos cinco años y empezar a proyectarnos al próximo medio siglo.

Podemos obtener dinero de las multas de tránsito. Ya hemos hablado de eso y estamos claros que en una ciudad tan llena de malcriados y choferes pseudoprofesionales, el adelantar una agencia de tránsito municipal resultará un grandioso negocio. El manejo del agua potable debería ser una empresa que genere ganancias; no muchas, porque siempre está el fin social, pero algo mismo debe dejar de ganancia. SIMTEL, como sostengo hace mucho, debe desaparecer, no solo porque el espacio público debe ser gratuito, sino porque debemos semi-peatonizar varias calles del centro de la ciudad y, además, porque es mucho mejor negocio gestionar empresas de economía mixta entre los actuales dueños de parqueaderos y el municipio, donde el municipio pondría estructura metálica para hacer dos niveles de parqueaderos y la privada se encargaría de administrar el negocio.

Si obtuviéramos crédito barato, no sería mal idea invertir en energía eléctrica eólica (del viento) para vendérsela al sistema interconectado.

Paralelamente a estos negocios, deberemos revisar cómo estamos explotando el mercado turístico, retomar una posesión activa de nuestro volcán Cotopaxi, fomentar el turismo de aventura y, luego de un trabajo de recuperación de la memoria local, organizar recorridos turísticos históricos. Cuando estos negocios florezcan, y solo luego de ello, el Municipio podrá alimentarse de tarifas diferenciadas por uso de suelo y  lugares naturales que hayamos repotenciado con estructura básica, como el Putzalahua y otros atractivos que existen en cada parroquia. El famoso teleférico, olvídenlo, es demasiado costoso e inútil, no generará un centavo.

Otro negocio para la ciudad es la gestión de residuos sólido. Si. La basura da plata, y bastante. Pero más dinero podría permitirnos si invirtiéramos en una plante de incineración, donde dispongamos de desechos hospitalarios, químicos, biológicos e, incluso, podamos incinerar drogas y otras sustancias. Naturalmente, se cobra por estos servicios.

Las tasas que se cobran en la Dirección de Movilidad son antitécnicas y no tienen sentido en muchos casos. Si se reestructura esa dirección, se brinda mejor servicio y se trabaja como se debe, puede ser una mina de oro para la ciudad. Todos lo que tenemos carro debemos pasar por ahí algún día, lo que lo convierte en un monopolio de lucro simple.

¿Ven? En seiscientas palabras proponemos casi media docena de ideas lucrativas para la ciudad. Es cuestión de dejar de buscar la pantalla política y ponerse a administrar como se debe. Los ciudadanos ya sabemos que no va a haber obra, porque no hay plata. Que haya endeudamiento estratégico para inversión rentable, por lo menos.

lunes, 18 de julio de 2016

Prenda el taximetro




Mientras los suizos rechazan la posibilidad de recibir un sueldo de dos mil quinientos dólares sin trabajar, el taxismo latacungueño se emociona por recibir veinte y cinco centavos más por carrera mínima. Definitivamente, somos torpes.

El problema del taxismo no es el dólar que cobran por el servicio mínimo, sino que ya no se sabe de dónde a dónde es un servicio mínimo. Obviamente ya no es la ciudad que podíamos cruzar por un dólar, hemos crecido bastante y es indispensable revisar los costos de la movilidad. Pero esta revisión no se sostiene en el aumento de las tarifas, sino en medidas más modernas y hasta progresivas. Una de estas medidas fue el uso del taxímetro que, además es obligatorio conforme la Ley de Tránsito vigente; otra medida podría ser, por ejemplo, la zonificación de la ciudad.

Para mi, el taxímetro era lo mejor: nadie podía quejarse, pues el valor era justo y conductor y cliente podían estar tranquilos. Pero aquí no, no se nos pegó la gana de prender el aparatito ese. Ni los taxistas lo usaron nunca, por cómodos, ni los ciudadanos lo exigimos, por sapos.

El razonamiento (si puede llamarse así) era sencillo: por un lado, como pasajero, yo se que si prende el taxímetro puede salirme costando unos centavitos más, entonces mejor no lo pido; y, si soy chofer, no lo prendo para ahorrarme tener que explicárselo al pasajero, por simple pereza o para evitar que se me lleve registro de los ingresos.

Lo peor es que hubo quienes, supuestamente en representación de la ciudad, aprobaron tal medida.

Creo que los administradores de turno no se dieron cuenta de lo que hicieron. Ellos, los administradores, que solamente buscan la sonrisa del votante y convierten a su labor en un mercadillo electorero no repararon en calcular los efectos adversos de tal medida. Ellos, los mal llamados políticos, en nada aplican políticas, sino que deciden los destinos de la ciudad en base a sus encuestas de popularidad. Hoy, quisieron caerle bien al gremio del volante, nada más.

Pero no se dan cuenta que acaban de elevar el índice de costes de movilidad de una ciudad entera, que esto transforma a Latacunga en una ciudad más cara para vivir. Elevar el costo del transporte equivale, en la cartera familiar, a elevar el costo de los combustibles. Todo tiene efectos progresivos en la economía. Quien necesita pagar más por cualquier servicio, obviamente cobrará más por lo que él produzca, justamente para poder pagar el nuevo costo del servicio que necesita, y quien adquiera éste último, también elevará sus costos para poder pagarlo. Simple y obvio.

¡Pero si tan solo es cuestión de abrir los ojos y ver los errores del otro! Hace poco nos subieron 2% el IVA, y miren lo que pasó; y nuestros administradores van a elevar 25% el costo de moverse en la ciudad. Adivinen el desenlace.

Lo que debía haberse hecho es controlar y promover el uso del taxímetro, así todos ganaban. Hagan un experimento simple: díganle a su taxista de confianza que prenda el aparato y, lo más seguro es que el taxímetro marque más que lo que pactaron. Yo lo he hecho, y realmente, por tener el aparatito apagado, quien pierde es el chofer. Eso es buena administración: lograr que los administrados respeten y ejecuten la Ley, no ser capariche del incumplimiento de la norma, repartiendo dádivas a unos pocos y cayendo mal a todo el resto.

A eso súmenle la elevación de las contribuciones municipales, que ya trataremos otro lunes. Están convirtiendo a nuestra ciudad en un lugar invivible, inviable, irracional.

Muchos, como yo, no vemos la hora en que esta administración termine.

jueves, 9 de junio de 2016

Boyas para el ahogado




Flotar, sacar la cabeza y respirar. Es básico, es indispensable tener un flotador salvavidas para no morir.

La economía es igual: el barco zozobró y no podremos aguantar mucho sin un flotador. Ese flotador no es, ni menos, un crédito internacional o una subvención estatal o un proyecto no reembolsable. La boya, para nuestra ciudad, se llama TURISMO.

Latacunga es estratégica: estamos en el centro de todo. Desde aquí se puede, fácilmente, comandar expediciones a las más altas y bellas montañas de nuestro país, lagunas, ríos, páramos interminables y demás. Nuestra provincia es muy explotable en lo que se refiere a turismo naturalista y de aventura. Si nos ponemos las pilas podríamos todavía evitar perder gran parte de nuestro patrimonio histórico explotable, y no me refiero a las casas viejas.

Hay que ver las cosas con mente abierta, hay que adaptarse. Insistimos en proyectos productivos, cuando la única industria que ha sobrevivido es la agrícola, y no como industria propiamente sino como producción primaria. Además se nos viene la ley de tierras y habrá que ver cómo ésta afecta a nuestra provincia. Nos gusta creer que somos grandes comerciantes, creemos que es sencillo eso de “comprar barato y vender caro”, pero no tenemos parámetros de servicio al cliente ni políticas de calidad. El mercado de servicios es restringido y con sobreoferta, con contadas excepciones. Mercado cambiario no tenemos y bolsa de valores tampoco. Los costos de la tierra en Latacunga son obscenos, y más ridículos aún si tomamos en cuenta la deficiente planificación de la ciudad.

Turismo, señores: TURISMO.

Este mercado ha mantenido boyantes economías en países donde parecería no haber nada más. ¡Haití tiene menos deuda externa que nosotros! Macao y Palaos viven casi exclusivamente de turismo, y tienen menos que ofrecer que nuestra provincia.

Urge un cambio de actitud. El mejor o peor estado de la economía es solo un pretexto cuando no se tiene ideas.

Está claro que si mañana me pongo una agencia de viajes, pues no me va a ir nada bien. Se requiere un cambio estructural. De parte de la población es indispensable detener el abuso al turista, y que no me digan que no hay, porque lo he vivido yo, siendo paisano. Urge que nuestros hijos hablen varios idiomas y, nosotros mismos, hablemos por lo menos uno más.

Hay cositas que no van juntas, por concepto. Hay situaciones atentatorias al turismo en niveles intangibles. Dos ejemplos: a la entrada de la ciudad tenemos un motel y un prostíbulo, con un UPC policial entre los dos, hasta pareciera caricatura de Bonil; y casi ponemos un camal junto aun lugar histórico y turísticamente explotable.

Es cuestión de sentido común. En mi casa, no pongo a mis parientas desnudas en la puerta de entrada ni instalo la refrigeradora en la sala.

La administración insiste en que sus proyectos son “factibles”. Y puede que sean, pero no son lógicos ni buenos. A Poaló le querían comprar la voluntad con ofertas fútiles que seguramente ni se cumplan, tal como tampoco se cumplió el alcantarillado ofrecido a cambio de ponernos la cárcel. El camal es factible, el prostíbulo también ha de haber sido, pero no es correcto ni adecuado en los lugares que se plantearon, así de simple.

Tilipulo podría generar muchísimo dinero con una administración proactiva. San Buenaventura, si se reorganizara, estaría llena de extranjeros. Mulaló debería ser un refugio de paz y aprovechar tanto el turismo de montaña como el de jubilados. Belisario Quevedo tiene decenas de rutas de aventura para explotar, miradores, puerto de parapente y un sin fin de opciones. Y así, cada parroquia está dotada de beneficios explotables como termas, cascadas, folclore, cultura, gastronomía.

Administrador, láncenos una boya: publicite. NO pedimos más, ni necesitamos. Los ciudadanos organizados haremos el resto.

lunes, 30 de mayo de 2016

SIMTEL




Primero que nada, he de disculparme por el editorial anterior. Hice constar como si fueren más recientes algunos hechos que se sucedieron ya varias semanas atrás. A veces la tecnología no nos acompaña y, en el apuro, remitimos archivos borradores en lugar de versiones finales. Me disculpo.

Ahora si, a lo que vinimos: siempre he sido un profundo detractor de SIMTEL. No solo que nos golpea en el hígado cuando nos ponen esos candaditos, sino que los parámetros legales sobre cuales lo hacen no son, digamos, los más técnicos.

Verán, bajo mi muy personal opinión, el Sistema Municipal Tarifado de Estacionamiento Latacunga tiene mal desde el nombre -que por norma gramatical debería ser “Sistema Municipal de Estacionamientos Tarifados de Latacunga”-, además de varias incongruencias legales. No estoy seguro de cómo sea hora, pero la última vez que multaron a un conocido no le dieron ni factura. Por sobre ese problemita tributario tenemos el hecho de que las ordenanzas que regulan a SIMTEL dejan demasiados vacíos legales. La meta, los objetivos de SIMTEL están oscuros y su gente son una mezcla de oficial de tránsito y aparcador de carros... cualquier cosa sirve mientras venda su cuota de tarjetas. Como siempre, la estadística por sobre el sentido común.

Incluso, creo yo, toda la idea misma de cobrar por parquearse es ilegal, inconstitucional. No se si lo han pensado ya, pero la calle no es propiedad municipal: es mía, del ciudadano, del que paga los impuestos. Ya me dejan “limpio” cuando matriculo mi carro (mas ahora que ese asunto lo maneja el municipio) y encima quieren cobrarme por dejarlo en un lugar que me pertenece (¡¿?!).

Lo que yo rescato, así a muchos les duela, es a los trabajadores del SIMTEL. Esas personas que andan por las calles controlando las tarjetas, sí, esos que nunca aparecen cuando queremos comprar tarjetas pero están primeritos cuando dejamos el carro mal parqueado cinco minutos. Esos “malas gentes” que nadie entiende, esos “perros del hortelano” como a veces les decimos, ellos, si, ellos, tienen familias y se sacan la madre por llevar el pan a su casa, aguantan agua y sol, gentiles y patanes, sonrisas e insultos y todo eso por un sueldito que, ojalá alcance para lo prioritario.

Nadie se detiene a pensar en ellos. Yo les voy a contar lo poco que se: ganan muy poquito y trabajan duro. No tienen seguro médico privado, pese a los muy evidentes riesgos de su trabajo. No son servidores públicos sino que están acomodados al Código del Trabajo, es decir, no tienen nombramiento sino que pueden ser despedidos apenas haya el presupuesto para liquidarles, cualquier día, a cualquier hora. No cuentan con asesoría jurídica. No tienen los suficientes cambios y tipos de uniformes para los variados climas de nuestra ciudad. Trabajan bajo presión y reciben muchos malos tratos todo el día... como si sus vidas privadas no reportaran suficientes problemas (como todos).

También sé que su equipamiento es apenas básico. Sus uniformes ya están viejitos y apenas cargan un esferográfico, un paquete de tarjetitas y un radio pesado y feo. ¡Así quién los va a respetar!

La mayoría de ellos son mujeres. Están, las pobres, expuestas a cualquier malcriado. No tienen un departamento jurídico encargado de apoyarlas. ¡Ni su propio jefe les acompaña a las audiencias! Están solas.

SIMTEL no sirve. No sirve para la municipalidad, no sirve para los ciudadanos y no sirve ni para sus propios empleados. Cuidado, que no estoy poniéndole cara ni nombre a esto. Que se me entienda bien: la misma idea de cobrar por usar lo público es errada. Y, además, la forma en que se lo hace aquí es antitécnica y denigrante para quien ejerce el control de tal tarifa. Por sobre eso, los mismos encargados de dicho control no cuentan con apoyo ninguno. Lo dicho: SIMTEL no sirve.
Ya hemos escrito sobre esto: desaparezca SIMTEL, peatonalice la ciudad y organice un cuerpo de control de tránsito.

lunes, 2 de mayo de 2016

Somos héroes



Tras las jornadas vividas en el país estos últimos días, me gustaría mucho tratar sobre asuntos preocupantes y de atención inmediata. Sería necesario hablar, por ejemplo, del aprovechamiento del estado de excepción para la gestión de cierto tipo de contratos y crédito; del desabastecimiento generalizado, del alza de impuestos o, incluso, de la patente incompetencia del personal del MIES que maneja las donaciones y la práctica invisibilidad de la directora provincial de esta cartera. Más cercano está el poco liderazgo de la Alcaldía en este escenario y la preocupante evidencia de estar, los latacungueños, totalmente faltos de preparación para cualquier evento remotamente similar al de nuestros hermanos costeños.

Podemos tratar hoy, también, de la completa inoperancia de la logística gubernamental y la necia posición de no permitir hacerse cargo de esto al ejército. Otro tema colgante es el qué se va a hacer con el crédito de ocho mil millones de dólares que se sacaron del sombrero chino, así como el paquetazo tributario que no va a servir los fines publicitados y todos los errores y horrores que son conocidos por todos, merced a las redes sociales.

De todo eso podemos tratar, pero no, hoy no. Y no lo haremos por dos motivos principales: primero, que en estado de excepción cualquier comentario puede ser tomado al arbitrio del superman de turno, y no vale “dar papaya” gratis; y segundo, que, simplemente, no es el momento no estamos de genio para más malas noticias. Nos damos por mal gobernados y punto, para qué ahondar el asunto. En todo caso, después nos encargaremos de ustedes, burócratas.

Hoy necesitamos revisar lo que en el fondo, en el espíritu, significó esta catástrofe natural. Y es que hemos visto lo más importante, aunque toque tomar palabras del “más simpático”: ningún ecuatoriano está solo. Somos, en el alma, los guardianes más celosos del egregor de la minga, renacimos como pueblo unánime en contra del desastre natural con fuerza nunca vista, pese a los muchos desastres políticos que vivimos los últimos tiempos. Mientras llega la ayuda internacional, en empaques bonitos y uniformizados, antes que éstos, y en mayor cantidad estuvieron ya las conservas enlatadas movilizadas a la costa desde las despensas más lejanas del país, con notas de solidaridad escritas con marcador indeleble, las cartas de los niños a sus coetáneos despojados, las redes sociales bulliendo y los más fuertes viajando a brindar rescate, aún sin formación ni entrenamiento y tan solo armados de su férrea voluntad y el compartir del dolor de otro ecuatoriano.

Es que somos héroes, forjados en el fuego de los volcanes, aleación de machetes y azadones fundidos y templados en aguas de lagunas y mares. El ecuatoriano no es cualquier gente: somos especiales, raros, únicos. Aguantamos más sufrimiento y opresión que ningún otro (lo cual, de paso, es un defecto), pero no medimos limites en nuestra voluntad cundo un hermano sufre y nos necesita.

¡Este es el fondo del asunto! No los políticos que viven para mal parecer, como si sus cargos incluyeran esta obligación, sino nosotros mismos, los ciudadanos, los ecuatorianos que hoy, como siempre pero más que nunca, nos convertimos en falanges de un mismo puño. Esta es la lección a aprender: siempre hemos estado juntos, y juntos hemos vencido hasta las fuerzas naturales, cuando así hemos deseado. Bajo nuestra voluntad conjunta se han rendido colonizadores, opresores, ejércitos, caudillos y gobiernos enteros. ¡Al mundo entero haríamos rendir si nos lo propusiéramos!Hoy, y a costa de la vida de cientos de hermanos, hemos encontrado algo que nos han venido quitando de a poco: la voluntad, la fuerza, el valor y la fe.

La tierra ha temblado para recordarnos el tipo de pueblo que somos, para despertarnos. El precio de esta lección es alto: medio millar de almas o más. No hagamos desperdicio de la sangre de nuestros hermanos: aprendamos y aprendamos bien. ¡A despertar, ecuatoriano!


martes, 12 de abril de 2016

Información Pública




Muy a pesar de la política de “no mas pitos” que guardan varios de nuestros administradores, las desgracias siguen sucediendo. La reacción desgraciadamente natural de quienes dicen representarnos es silencio y cuasi complicidad.

Por evitar un “pito”, y hasta donde conozco, la autoridad no ha dicho nada respecto del detenido que habría sido asesinado en el interior de la cárcel y, justamente, en el área de máxima seguridad. Mientras, en las redes sociales se ha dicho que el fallecido sucumbió tras más de media docena de tiros y que, además, ni siquiera tendría sentencia. Mientras no haya una versión oficial, los ciudadanos nos vemos obligados a creer a las redes sociales, que parecen ser el único medio de información que -más o menos- nos informa de algo.

Dejemos una cosa clara: la ciudad nos pertenece, es nuestra casa, y lo que pase en esta casa debe ser informado a los dueños. Ya nos pusieron la cárcel, a contracorriente y con un secretismo ridículo. Lo menos que pueden hacer, ahora, es contarnos la verdad de lo que sucede allí. Esa información es nuestro derecho.

Pero qué derecho podría reclamar un ciudadano de a pie, cuando aquel que elegimos como fiscalizador tiene problemas para acceder a información considerada pública. Y, sino, pregúntenle al Concejal García Moreno, que necesitó de acciones judiciales para obtener información de una empresa pública local.

Es una vergüenza: el Concejal, que es el representando directo de los ciudadanos en el Municipio y que además es fiscalizador, necesita de un juicio para obtener información pública, de una empresa pública, sobre asuntos públicos.

Lo que se evidencia es que nuestra ciudad está a un paso de convertirse en tierra de nadie. Los propios representantes del ciudadano se ven limitados en el ejercicio del control de los bienes que, obviamente, le pertenecen al ciudadano y, por obvia deducción, el mismo ciudadano “de pie” se ve imposibilitado de acceder a información que la Constitución garantiza como accesible de manera directa. Así siendo, pedir que nos informen sobre lo que acontece en la cárcel sería una labor de necios.

Parece ser que los administradores olvidan algo: nosotros, los ciudadanos, somos sus jefes y nos deben información. Así es, no nos hacen ningún favor, NOS LO DEBEN, les es obligatorio mantenernos al tanto de todo lo que sucede con la cosa pública. Y, esta cosa pública, por si lo olvidan, no les pertenece a los administradores: me pertenece a mí, el ciudadano. Yo soy dueño.

La política “no mas pitos” es necesaria para cualquier gobierno que busca perennizarce (y todos los gobiernos buscan eso, en mayor o menor grado); pero evitar el escándalo público no se logra ocultando el error, sino evitando cometerlo y si, se comete, buscando su pronta solución y reparación. Cuando un error necesita ocultarse ya no es error, sino delito; y cuando éste se oculta utilizando el aparato público, no es mantenimiento de la calma social, sino encubrimiento.

La política “no mas pitos” es también saludable para el ciudadano, pues el escándalo degenera en sensación de inseguridad. Pero eso no quiere decir que la información sea ocultada, sino que tenga un tratamiento adecuado.

La verdad debe ser dicha de manera técnica y sin apasionamientos. Alguna prensa amarillista a contribuido de manera innecesaria al aumento de la sensación de inseguridad. En Cotopaxi no hay mucho de esa prensa grotesca, casi nada. Eso debería ser tomado como ventaja para el administrador local, pues puede estar tranquilo sabiendo que los medios locales no exageran las noticias y que, incluso y desafortunadamente, algunos hasta parece que tienen miedo de informar.

De nuestra parte, vecinos recordemos que somos dueños, jefes. Si usted quiere cualquier información, de cualquier entidad y ésta no se encuentra en la página web, pídala y, si no se la dan inmediatamente, acuda a un Juez, que éste seguro hará valer sus derechos.

martes, 29 de marzo de 2016

Falsa Interculturalidad.



No sé qué tipo de definiciones manejen ustedes, o las entidades gubernamentales, pero realmente este asunto es bastante simple: la interculturalidad es la convivencia de grupos de personas, de diferentes culturas, bajo tratos justos y sin ventajas ni desventajas para nadie.

En definitiva, y si lo hiciéramos bien, una ciudad intercultural haría caso omiso de los orígenes culturales del individuo y propendería a la habitabilidad pacífica y respetuosa de los vecinos.

Suena sencillo, pero no lo es.

Es que aquí no hay interculturalidad, sino transculturación. Ya le mandé a buscar el diccionario, vecino, pero no se mate, es mejor buscar en Internet.

La transculturación es, en cambio, el fenómeno por el cual un grupo socialmente definido  absorbe y se transmuta a las costumbres culturales de otro grupo.

Verán, ninguna de las dos cosas es mala ni buena, por si misma. Estos fenómenos no son “elegibles” sino que, simplemente, se dan. Y si se da el uno o el otro depende, justamente de la fuerza de las costumbres culturales de un grupo u otro.

Por ejemplo, si un grupo de indígenas orientales vinieran a nuestra ciudad, bajo parámetros de interculturalidad, ellos no deberían modificar sus vestiduras sino en tanto el clima les apremie. Pero claro, asumiremos que tales individuos están de paso, entonces su cultura no corre el riesgo de perderse en la urbanidad, ni el vecino puritano se alcanzará a escandalizar de verles chirisiquis. La interculturalidad supone, justamente, ese respeto a la cultura del otro, en tanto no signifique un atentado a la cultura propia.

En un segundo ejemplo, y que vivimos más de cerca, si este mismo grupo de hipotéticos aborígenes pretendiera afincarse en nuestra ciudad, pues es natural que terminen transculturizados. Obviamente encontrarán mucho problema andando lluchos por el centro, sin comprender el lenguaje, y bajándose tórtolas con cerbatanas. Es apenas obvio que estas personas acogerán ropajes serranos, aprenderán español y terminarán haciendo compras en el centro comercial. Y, sino, pregúntenle a unos políticos orientales que son por demás conocidos.

Pero claro, el ejemplo es bien drástico y por eso parece obvio. Sin embargo, vivimos este fenómeno incompleto de transculturización a diario en Latacunga. Vivimos a la zozobra de las -buenas o malas- costumbres de cada individuo hasta el punto que el Alcalde decidió mejor poner un servicio higiénico en media plaza pública, antes que hacer cumplir las ordenanzas vigentes y sancionar a los desculturizados que defecaban en las jardineras.

El latacungueño debe tolerar, bajo el peso de una descontextualizada interculturalidad, entre otras cosas, escupitajos en  las veredas, camionetas mal parqueadas, chóferes “profesionales” con maniobras totalmente ajenas a la lógica, familias enteras comiendo en las veredas, construcciones ilegales y a medio terminar...

Eso no es interculturalidad. A la tierra que fueres harás lo que vieres, reza el refrán. Quien quiera vivir en Latacunga, o en cualquier ciudad, ha de acoger sus costumbres, obligatoriamente. Aquí pasa lo contrario: el latacungueño (los pocos que quedan) acaba aceptando todo, cansado de nadar contra corriente; los jóvenes mezclan su crianza con las formas y modismos que traen lo huéspedes y, al final del partido, nadie culturizó a nadie, sino que obtuvimos un togro sin forma, que nos priva de la identidad y nos aleja del orgullo.

Es indispensable hacer respetar a Latacunga, sus valores, sus costumbres, sus razones y sus verdades. A falta de una fuerza ciudadana viva (porque usted, vecino, sigue tirado en el sillón viendo tele), necesitamos un representante bien fajado, uno que sienta como siente un verdadero Mashca, no uno que construye letrinas para que los ajenos se sientan más cómodos mientras nos hacen sus “favores”.

Vecino, ¿no se cansa de que le hagan baño la sala?

lunes, 7 de marzo de 2016

Ordenamiento para mejor vivir




Es bueno ver que nuestra ciudad retoma su ambiente normal. Me refiero al clima, por supuesto. Nuestra ciudad es fría, andina. Aún extraño fenómenos que admiraba cuando pequeño, granizadas apocalípticas y tormentas de rayos que ponían en sustos a mi bisabuelita. Falta, porque desde hace mucho no se ve, la neblina cubriendo las calles empedradas y apenas iluminadas por los faroles que cuelgan de algunas paredes y postes del centro.

Es innegable que nuestro clima ha cambiado. Ahora enfrentamos sequías de casi un año seguido y las disputas por el agua están a la orden del día.

Productores campesinos denuncian el bombardeo de las nubes con químicos que estarían impidiendo que llueva. Por su parte, grandes empresas productoras a las que se les imputa tal acto afirman no haberlo hecho y estar igual de preocupados por la situación climática. ¿Es el inicio de verdaderas disputas por el líquido vital?

Regresan a mi memoria los inviernos llenos de “catzos”, que por miles se apegaban a las luminarias de mi casa, correr por potreros sobrecargados de saltamontes y escaparme con los amigos del barrio a capturar sapos y renacuajos. Hoy, eso es imposible. La producción de bienes agrícolas no alimentarios como rosas y claveles a eliminado el hábitat del escarabajo, la sobreoferta inmobiliaria asesinó al saltamontes y la desecación de pantanos acabó con los anfibios.

Y, si le pregunto a mi padre o abuelo, ellos todavía me hablarán de cochas llenas de garzas y digles y patos de páramo; me cuentan de bosques cercanos donde se podía cazar perdices y gallinetas con tan solo una piedra y buena puntería.

Hoy, los humedales de La Cocha han sido desecados, sacrificando miles de animales para beneficio de un par de vacas, y bajo la bandera de la mal llamada “propiedad comunitaria”. Los sectores boscosos de Alaquez, Joseguango y sus cercanías han sido eliminados para dar paso a un urbanismo desordenado, canchas y proyecciones agrícolas. Ni hablar de los ríos y canales de agua que por allí cruzaban, donde íbamos con los primos, en las bicicletas, a refrescarnos; éstos o no existen más o están tan contaminados que a nadie beneficiarán corriente abajo.

La ciudad está creciendo, es verdad. Es necesario que crezca y, sobre todo, es imposible impedirlo. Pero podemos ser más organizados. El gobierno cantonal no hace empeño en reformar el ordenamiento territorial. Creo que hay zonas en las que se puede crecer verticalmente. Latacunga está lista ya para edificios de varios pisos. No podemos seguir soportando estructuras antiestéticas de tres o cuatro pisos, cuando en ese mismo espacio se puede hacer diez y así aliviar la carga que nuestra urbanidad significa para la madre naturaleza.

Es es mediocridad e hipocrecía: escudarse en el riesgo de temblor y el volcán Cotopaxi para impedir construcciones elevadas en la ciudad mientras en Japón que soporta todo embate natural se levantan rascacielos y mientras acá, de todos modos, se autorizan las mismas casonas de cuatro pisos al filo del río.

En papeles existe una supuesta zona industrial, en la realidad tal cosa no existe ni existirá en buen tiempo y los emprendimientos industriales se asientan adonde bien pueden. Eso, los pocos emprendimientos de este tipo que existen, sino es mejor referirse a mecánicas y lubricadoras, para ser más acertado.

Necesitamos un nuevo ordenamiento territorial, pensado en una mejor calidad de vida. Es indispensable replantearse TODA la ciudad, desde la óptica del vecino, del ciudadano. La ciudad necesita tener a las empresas potencialmente contaminantes a relativa distancia, que la zona centro sea protegida y que en ella se potencia la cultura, las artes y el turismo; zonas residenciales diferenciadas para casas, condominios, departamentos y edificios inclusive; veredas amplias, muchas áreas verdes y, lo más urgente, orden y control de tránsito y de construcciones.

Hay que reinventar Latacunga. Para esto se necesita mentes abiertas, gente nueva con ánimo y ganas de ser diferentes, de ser mejores. Se necesita hombres y mujeres sin miedo, creativos y leales.

En otras palabras, hace falta latacungueños. A Latacunga le hace falta latacungueños.

jueves, 18 de febrero de 2016

Células cancerígenas.




Cuando se está acostumbrado a hacer deporte, y por cualquier motivo debe dejar de entrenar por un buen tiempo, uno empieza a sentirse deprimido. Luego decimos que no salimos a entrenar porque estamos deprimidos. La realidad es al revés: estamos deprimidos porque no entrenamos.

La ciudad es igual. Para los filósofos clásicos, el deporte de la ciudad es justamente su administración y gobierno. Entrenar es, bajo el mismo ejemplo, participar activamente del ejercicio de ese gobierno.

¿Entienden ahora por qué nuestra ciudad se siente tan deprimida? Es simple: los ciudadanos, que somos propiamente las células de la ciudad, no estamos gobernando ni participando de la administración. Si las células de los músculos dejan de trabaja, el músculo muere y el deportista se torna deficiente y deprimido. Si los ciudadanos dejamos de participar del gobierno de la ciudad, sus organismos administradores se vuelven vagos y la ciudad también se torna deficiente y deprimida.

Latacunga está enferma de depresión. Los organismos administrativos se han vuelto ociosos y hasta parásitos y los ciudadanos no hacemos nada.

Hablando con propiedad, Latacunga NO tiene gobierno. Esto, claro, visto el gobierno como el acto de dirigir, controlar y administrar. Aquí no se dirige porque no hay un proyecto real que dirigir; no se controla porque no se tiene los pantalones, en unos casos, o no se tiene los recursos y medios adecuados, en otros; y no se administra porque, simplemente, no se tiene idea de cómo hacerlo.

Pero recordemos que los organismos son como los músculos, y que los ciudadanos son como las células. Lo que sucede en Latacunga es rarísimo: las células quieren que los músculos hagan, pero sin que las células participen. ¿Cómo puede el corazón seguir bombeando, si sus células no se comprimen juntas y a ritmo?

Entonces, y como no me canso de decir, la culpa es nuestra. Si a las células no se les da la gana, pues el músculo no se mueve, y punto. Si las células hacen fuerzas todas juntas y con la intensidad suficiente, el músculo se rompe.

Nosotros somos latacungueños, hijos de próceres, filósofos, escritores, independentistas, ideólogos... No hechemos a la basura la herencia de nuestros ancestros. Es tiempo de recuperar nuestra ciudad y hacerlo juntos.

La economía local no se moverá, mientras insistamos en evitar comprarle al vecino o afincar nuestras inversiones aquí. Todos estamos asustados, deprimidos; con nuestros ahorros metidos bajo el colchón esperando que algo maravilloso pase afuera. ¡Nada va a pasar afuera! Nosotros somos amos y señores de todo lo que pasa adentros; y, es aquí adentro donde los cambios deben ser realizados.

Es nuestra obligación inmiscuirnos en la administración local. Si los que delegamos no saben administrar, pues gobernemos nosotros. Hagamos, vecinos, una ciudad boyante con el simple ejercicio de gobernar nuestros cuatro metros cuadrados y, por supuesto, impedir que los músculos se muevan para donde nosotros no queremos.

La marcha contra al delincuencia fue una buena iniciativa. Faltaron células.

Nos tienen divididos. Para buscar implanta el camal en Tilipulo habían hablado con los barrios cercanos, les pintaron mariposas y con su anuencia, el gestor de este proyecto se llena la boca diciendo que “la ciudadanía” está de acuerdo. Dejemos algo claro: tres barrios no son “la ciudadanía”. La hacienda Tilipulo no es de doscientas gentes: pertenece a más de cien mil latacungueños.

Vecino, deje de sentirse solo y deprimido. Usted es una célula, el más importante elemento de la ciudad. Sin usted la ciudad se muere, y porque usted no funciona bien es que Latacunga agoniza.

Las cosas en mi ciudad están mal. Y lo digo de frente. O los latacungueños empezamos a hacer lo que debemos hacer, o nos vamos todos al mismo hueco donde van a parar los enfermos que no se curan.

Decida, vecino: quiere ser latacungueño o quiere ser un cáncer. Hoy es cuando. Mañana es tarde.

viernes, 12 de febrero de 2016

El Anticristo (político)



Hemos pasado las últimas décadas soportando proselitismo político que ha aprovechado y agudizado las diferencias de clases para crear luchas ficticias e innecesarias y, de esas guerras entre pueblo hermano, obtener rédito electoral.

Actualmente todo parece ser un conflicto. Patrono contra trabajadores. Pobres contra ricos. Mujeres contra hombres. GLBTI contra heterosexuales. Consumidores de marihuana contra dogmáticos religiosos. Burócratas contra independientes. Todos contra todos.

Naturalmente, en las guerras nacen los héroes. Pero debemos tener claro que las guerras simuladas traen héroes simulados.

Acuso que, en nuestra sociedad actual, existen todavía falsos arengadores, sembradores de tormentas que se entretienen fabricando problemas inexistentes para, luego, y tras no poco engaño, hacerse aparecer a sí mismos como los únicos salvadores. Mientras tanto, los torpes seguidores se quedan con los problemas que el falso mesías les endilgó (porque obviamente no va a solucionar los problemas, sino deja de ser indispensable) y sin que nadie sepa cómo, resulta que además se le debe favores, gratitudes y hasta honorarios.

Hay que tener cuidado en año electorero. Estas temporadas son cuando los chacales visten de ovejas, los burros usan birrete y los pícaros lucen hábito obispal.

Y, si algo hay en nuestra política local es chacales, burros y pícaros.

Vecinos, cuídense del chacal, porque ese perro no solo come ovejas, sino a sus propios congéneres. De los pícaros huyan, porque esos dejan, nomás, endosando problemas y luego no hay ni cómo encontrarles. Pero más teman a los burros porque, bueno, ya ven cómo nos está yendo.

Nuestra situación -la de Latacunga- es delicada y emergente. No podemos permitirnos el lujo de volver a elegir en base a pasiones o desafectos. Es verdad, esta vez elegiremos asambleistas, pero en estas elecciones es dónde levantarán su perfil los futuros candidatos a supermanes locales. Cuidado, mucho cuidado, y ojo atento.

Hay que estar muy agudos en este año electoral por dos principales motivos: porque tras la masa de alimañas disfrazadas hallaremos a un séquito de zombies anonadados por las ofertas proselitistas (y, como dijo don Facundo, hay que tener miedo de los pendejos); y, sobre todo, porque es bastante posible también que en la mitad de esta fanesca del diablo, se encuentre alguno que realmente valga la pena y que no llegue muy lejos por faltan de apoyo.

Un solo consejo voy a dejar hoy: no se dejen llevar por ofertas ni discursos. Exijan planes reales y factibles, propuestas legislativas y temas fiscalizables específicos. Luego, analicen uno a uno a los candidatos en base a las iniciativas LEGISLATIVAS y de FISCALIZACIÓN (porque solo eso hace la Asamblea, así que cualquier otra oferta es simplemente falsa) y, viendo bien quién miente y quien no -que siempre se delatan solos-, elija su representante.

Estamos en crisis, y estamos muy mal acostumbrados a salir de ellas no por esfuerzo propio sino por gestión de héroes o salvadores. Este es el año en que los anticristos se aprovecharán de nuestras esperanzas y nuestros anhelos.

Solución: no tenga esperanza en un tercero sino en usted mismo y póngase a trabajar; no tenga más anhelo que el de un día bien justificado, llegar a casa cansado por una jornada aprovechada. Aléjese del dogmatismo político, crea en usted y no en el candidato.

viernes, 29 de enero de 2016

Igual de brutos!


Es indispensable darse cuenta que seguimos siendo igual de torpes que hace cuatro o cinco décadas. Nuestra sociedad no ha madurado y continuamos siendo obscenamente ignorantes e incautos en materia de política. Me incluyo, naturalmente.

No se enojen, pero es verdad. La semana anterior, por ejemplo, se suscito un evento que movilizó opiniones a nivel nacional, cual fue la desafiliación de algunos miembros del grupo de gobierno. Quién se fue, a quien sancionaron, si fueron diez o fueron cien y qué efectos tendrá eso en nuestro mapa político local, todo eso trataremos algún otro lunes. Este lunes lo que me preocupa es aún más grave: los latacungueños no fuimos capaces de argumentar un comentario mayor a una frase revanchista. ¡Qué vergüenza!

Revisen las redes sociales. Muy pocos comentarios analizan los motivos de la dimisión, o la factibilidad legal de la sanción que les impusieron a algunos, o a la relación del grupo divisionista con el grupo leal ni sus efectos en el equilibrio de la política. No. La mayoría se quedó en el anuncio grosero y en el vaticinio de un “camisetazo”.

Vecinos, hay que ir más al fondo. Hay que comentar, si, porque es urgente, pero debemos organizar criterios estructurados.

Cosa similar está pasando con el asunto del Camal en Tilipulo. Los que están a favor opinan que “los estudios dicen que si se puede”, pero, ¿ya vieron esos estudios? ¿quién los hizo? ¿existen realmente? Los que están en contra creen que “no se debe perturbar un lugar patrimonial” como la hacienda Tilipulo, pero, ¿qué evento histórico se dio allí? ¿por qué es importante para nuestra identidad? ¿cuál sería la afectación real? ¿que otros proyectos podrían ocupar ese espacio?

Se viene un año fuerte, y no hay rastro de intentar mejorar nuestros conocimientos en política, historia local y, sobre todo, sentido común.

Recuerden, vecinos, que detrás de cada palabra hay una persona, y tras de ella a veces muchas más. En polítiquería no hay amigos ni enemigos sino útiles e inútiles. En nuestra ciudad no hay ni salvadores ni necesitados, solo vagos que no quieren hacer y sabidos que les ofrecen dar haciendo.

Si hay gente positiva, inteligente, trabajadora, sabia y bienintencionada. ¡Claro que hay! Pero están callados, expectantes. Los buenos han preferido quejarse que actuar. Hemos cambiado el hecho por el dicho, y con palabras no nos alcanza para hacer cambios: siga quejándose vecino.

Hoy, la columna es corta, pero la tarea es ardua. Seamos más críticos y menos criticones.

No podemos seguir igual de brutos, calificando las situaciones con tanta ligereza. El Camal, la desafiliación de los mucho o pocos de Alianza Pais, los nuevos basureros que e están importando para la ciudad, el alcantarillado que no llega, la oferta del Teleférico... todo tiene un por qué. Todo es por algo y esas causas son, casi siempre, son mucho más complejas de lo que comprendemos; y, mientras no nos esforcemos en comprenderlas, los que si las entienden y las manejan, seguirán haciendo con nosotros y nuestra ciudad lo que se les viene en gana. ¿No hemos visto suficiente ineficiencia en la administración, como para darnos cuenta que somos pésimos electores?

Decida vecino: sigue igual de bruto o ya va a hacer el papel de dueño de casa.