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Ahora, el problema que se
viene con los nuevos mercados municipales, es el de la distribución
de los puestos. Conforme se informa el La Gaceta, del lunes 24 de
junio de 2013, página 5, los comerciantes asociados sostienen que
únicamente son comercialmente útiles las primeras dos plantas. Ante
esto, el Alcalde propone que el las plantas superiores se coloque a
los productos de mayor consumo, cosa que yo veo bien, pues forzaría
el tráfico por las plantas inferiores. Mas, ningún comerciante
quiere ceder. Luego, el Municipio propone que se haga un sorteo, pero
los comerciantes también se oponen.
Desde aquí parto para
opinar (que eso hacemos los opinólogos), que, en verdad, ninguna
solución es valida por una simple razón: se sigue tratando al
mercado DE LA CIUDAD como si fuer propiedad de la asociaciones. ¿Por
qué habremos de consultarles respecto de los puestos comerciales?.
Algunos de estos comerciantes ya anuncian que, si del sorteo les
corresponde las plantas superiores, abandonarán el local para
dedicarse al comercio informal. Pues que lo hagan! Y que las
autoridades les sancionen como se debe!
En los últimos años,
nuestra ciudad se ha visto abusada por estos gremios de gente que, en
una buena parte, ni siquiera son latacungueños. Es indispensable
darles un estate-quieto.
Sucede que, los nuevos
mercados, son PROPIEDAD DE LA CIUDAD, ni siquiera de la
Administración Municipal. Bajo este parámetro es que debe
administrarse la infraestructura: como un negocio, donde, mientras
más dinero ingrese a la ciudad, mejor será el negocio.
Considero que los puestos
comerciales, en el interior de estos mercados, deben ser puestos en
remate de arriendo; es decir, entrar a un proceso donde los
interesados oferten el cánon de arriendo que están dispuestos a
pagar, y, así, concederle el lugar a los mejores postores. Tan
simple como eso: el que más paga, elije primero, y sucesivamente los
demás ofertantes, conforme el monto de su oferta. Si alguno
considera que no le conviene el negocio, porque le tocó elegir en el
puesto 85, pues se retira, sin cargo, cediendo su oportunidad al
siguiente. Se deberá establecer, obviamente, valores mínimos de
arriendo, dejando vacantes los puestos que no se ocupen, para
ofertarlos luego de unos meses en nuevo proceso de remate.
En última instancia, el
Municipio puede pedir el cánon de arriendo que considere, y el que
quiere el puesto paga, el que no puede pagar, se va a la
informalidad. Así de simple. Me parece ridículo tener que, en casa
propia, estar consultando al inquilino sobre la disponibilidad de los
cuartos y el coste de arriendo. Entiendan ya, Latacunga es NUESTRA
CASA, y sus intereses son superiores a los de cualquier gremio, por
más que la fuerza de décadas de comercio les haga sentirse dueños
de los espacios.
Otra buena idea que se
discutió con Operación Latacunga, es la de crear centro comerciales
administrados directamente por la municipalidad, adquiriendo los
productos directamente de los productores, prefiriendo a pequeños
productores locales, y atender dicho mercado con empleados
municipales, que bien pueden ser los mismos productores. Explico
esto: si yo fuera un pequeño productor de zanahorias, firmaría un
convenio por el cual el mercado (como entidad pública) me compra
toda mi producción a un precio fijo, y por un tiempo determinado,
obligándome a entregar un mínimo de producción fija; a la par,
podría trabajar en el mismo mercado, percibiendo un sueldo básico,
sin que deba vender directamente. Es el mismo sistema con el que
funciona cualquier centro comercial o supermercado privado, solo que
los empleados son también los proveedores, pero las ganancias de las
ventas van directamente al Municipio.
Con lo anterior, acabamos
con la especulación y la intermediación, nos permitimos controlar
las políticas alimentarias locales, bajamos el índice de desempleo
y subempleo, podremos incidir en el precio de mercado de los bienes,
generamos recursos públicos en metálico, no perdemos la
administración y control del espacio público, entre otros
beneficios más.
El problema nace y
perdura cuando se busca aplausos de todos los sectores, cosa
imposible cuando la administración está comprometida con la ciudad,
y no con su propia popularidad.