… busca quién te dé.
Así funcionan nuestros poderes estatales. El ejecutivo
ofrece cosas que la Asamblea no está dispuesta a legislar; ésta saca leyes que
el Presidente no puede cumplir porque no tiene fondos. Y así también con la
función judicial.
Cuando creamos esta Constitución ultragarantista, no nos
dimos cuenta que todas esas maravillosas garantías tenían que protegerse
mediante procesos judiciales. Pero no reformamos el sistema judicial. Luego,
asumimos preferencias legales para grupos minoritarios como mujeres y niños, lo
que está bien; pero tampoco reforzamos el sistema judicial.
Hoy, revisando las
últimas reformas que hace la Asamblea al Código Orgánico Integral Penal, veo
que la Asamblea le da plazo a la judicatura para que haga los cambios que se
legislaron. Esto incluye mejoras de infraestructura, nueva infraestructura, más
jueces, etc. Es decir, el poder legislativo le ordena al poder judicial hacer
gastos millonarios, mientras el poder judicial está demandando al poder
ejecutivo por algo así como 250 millones que le falta para poder sostener la
estructura que ya tiene. ¿Cómo va a completar la estructura que le ordena el
legislativo?
Es que nuestros políticos son idiotas. O nos creen idiotas.
Son incapaces de coordinar una política pública bien hecha. Los asambleístas
creen que porque escribieron una ley, la plata va a aparecer por obra de magia.
El aparato judicial no va a poder cumplir con lo ordenado en el nuevo COIP, o
lo hará de manera mediocre. Para hacerlo, además, necesita que el ejecutivo le
asigne fondos permanentes, con plata que no hay. No se está solucionando nada,
al contrario: se está fabricando nuevos problemas.
El eventual incumplimiento de la judicatura va a ser
reclamado por la legislatura, para defenderse, habrá que echar la culpa al
ejecutivo. Y, así, nos van a entretener muchos años más con estas peleas entre
poderes, mientras los de siempre nos siguen desangrando.
¡Organícense! ¡Hagan algo bien, una vez en su vida!
Cada organismo del estado anda suelto por su lado, como una
manada de perros callejeros, buscando algún desprevenido (nosotros, la
sociedad) a quien robarle el pan de la mano.
Tan perdidos andan, que la función judicial quiere hacer un
allanamiento a la función electoral… y no puede. Pero a Carondelet ya se han
metido varias veces… y no han encontrado nada.
En estas reformas del COIP sobre las que hoy escribo, se
dispone al Consejo de la Judicatura implementar mejoras y cambios en 90 días.
Los que hemos estado cerca de la cosa pública sabemos que en ese plazo ni
siquiera se logra terminar un proceso de contratación. ¿Cómo esperan que la
judicatura cumpla? Mucho menos cuando, quedó dicho, el judicial demanda al
ejecutivo por millones de dólares que le faltan.
El perro manda al gato, el gato manda al ratón. ¿Qué hará el
ratón?
Cuando ellos empiecen a tirarse la culpa del seguro
incumplimiento, ninguno de nosotros recordará que esta falla viene prefabricada
desde la misma reforma a la ley. Es decir, o son torpes o lo hicieron a
propósito para sostener el desorden político que vivimos en el país.
Y nombro el COIP porque es lo actual y lo que mejor conozco.
Pero es igual en casi todo ámbito.
Por eso, insisto: a los políticos no hay que pedirles
soluciones. Solo hay que pedirles que saquen al Estado de nuestras vidas, y que
nos devuelvan las herramientas para atender nuestras necesidades por nosotros
mismos. Devuélvannos la economía, la seguridad, la educación, la salud y la
dignidad.
No queremos ser arrimados del Estado. Queremos progresar y
crecer por nuestros propios medios. Y somos perfectamente capaces de hacerlo,
si los políticos dejaran de estorbarnos. No queremos que el Estado nos “de”
nada que no nos haya quitado antes. Queremos que nos devuelva lo que antes
teníamos y nos hacía fuertes. No queremos que nos ayuden: con que no nos jodan
es suficiente.