lunes, 20 de enero de 2014

Si así llueve, que no escampe.





Eso mismo, que no escampe. Aprovecharemos la inundación, la lluvia, la desidia, el olvido, la negligencia y la ineptitud, para convertir a nuestra Latacunga en la Venecia ecuatoriana, utilizando remos por las ventanas de los vehículos, hasta que las ruedas se transmuten en hélices o aletas.
Nos encontraremos “achicando” el  civismo, para que no naufrague el escrúpulo.

Que no escampe, para quienes se han beneficiado, de una u otra manera, de cualquier tipo de obra o concesión que la autoridad haya hecho, con toda seguridad, distrayendo recursos que bien pudieron haber servido para la obra magna y urgente de alcantarillado. Y, es que la obra grande es subterránea, no se ve, no da rédito político, no interesa al ciudadano de la periferia, al voto fuerte, a la masa. Y es que la obra grande es una sola, y es más fácil representar favores y fervores haciendo varias.

Que no escampe para los que, de entre el lodazal en que se ha convertido la latacungueñidad (si aún existe), obtienen materia prima para sus edificaciones, cual de si barro para adobe se tratare.

Pero que escampe, para el ciudadano común, para el que pierde su vereda, el que tiene que limpiar, con carretilla, la entrada de su casa. Que escampe, para el peatón, para el ciclista, para el deportista de las mañanas, para el que regresa cansado de sus labores, a palear el lodo de su sala. Que deje de llover, pedimos los latacungueños que sentimos la ciudad como casa y madre.

Es que lo que aquí llueve, no es agua: es parsimonia, quemeimportismo, indolencia, ignorancia, dejadez, incapacidad y desgobierno.

¿Cómo no desear que amaine la pasiva agresión a nuestra ciudad?

Está claro: para quienes están encargados del gobierno local, es importante que se mantenga el actual estado de lluvias. Para que quienes están arriba sigan estando, es indispensable que la ciudad se inunde de demagogia, olvido, indulgencia, desinformación e ignorancia. Cuánto más llueve, más croan los sapos. Igual sucede cuando llueve desdicha y oportunismo: abundan los sapos.

En campaña, el anfibio nos dirá que, en su futura gestión, tendremos listo el mejor sistema de alcantarillado del mundo. Ninguno nos dirá cómo lo va a hacer. Cuidado con estos seductores de oído, que dirán todo lo que necesiten para ganar un aplauso. Todos saben lo que la ciudad necesita, porque necesita mucho, pero nadie acierta la fórmula de salvación.

Seamos prácticos: el alcantarillado de la ciudad cuesta setenta millones de dólares, o, eso nos han dicho. En este costo no está calculado el tiempo de trabajo que pierde el ciudadano cuando deja de transportarse eficientemente, ni las indemnizaciones por las algunas casas que, seguro, sufrirán daños. Pero, bueno, digamos que son setenta millones. ¿Algún candidato ha dicho ya, de dónde va a sacar esa cantidad?  Mientras unos están confiados en los fondos del gobierno central, otros solo afirman ser los mesías que harán sangrar dinero a los páramos.

El problema del alcantarillado es un problema de dinero. El problema del dinero es un problema de falta de ideas.

miércoles, 8 de enero de 2014

¿Qué es una ordenanza?




Más de una vez hemos escuchado en la radio, o leído en la prensa, referencias a las ordenanzas. Y, pareciera ser, por lo que se oye, que estas cosillas son suficientes para salvar o hundir a la ciudad; y así es. Pero, ¿qué son, exactamente?

Simple: una ordenanza es una especie de ley. Así como las leyes mandan la vida de todos, a nivel nacional, las ordenanzas hacen lo mismo, a nivel de la ciudad. A la par, el Concejo hace las veces de Asamblea, y los Concejales son una especie de Asambleistas locales. Queda claro, las ordenanzas son las “leyes” que rigen la ciudad, mientras no se contrapongan a las leyes nacionales y la Constitución; y, los Concejales son quienes las elaboran.

Con una ordenanza bien hecha pueden resolverse la mayor parte de los problemas de la ciudad, como tránsito, organización sectorial, construcciones, impuestos, servicios municipales, transporte, medio ambiente y muchos otros temas. Para que una ordenanza sea bien hecha, quienes las elaboran deben tener conocimientos profundos del problema que se va a solucionar y, al menos, conocimientos básicos de Derecho. Hacer una ordenanza no debería ser una labor política, sino un trabajo técnico especializado.

Estando a puertas de elecciones, bien nos cabe, a los votantes, consultar a los candidatos a Concejales, sobre sus propuestas de regulación legal de la ciudad, recordando que ellos no hacen obra, sino ordenanzas. El candidato a Concejal debe ser capaz de responder qué ordenanzas hay que crear, cuáles modificar y cuáles eliminar. El candidato debe poder mostrarnos cuáles serían los posibles efectos futuros de estas modificaciones, y, sobre todo, convencernos y convencerse él mismo, de que tales propuestas no tendrán otro fin, sino, el mejoramiento de la ciudad.

Hacer leyes no es fácil. Así como un padre de familia no puede ofrecer o disponer comprar, para su casa, un carro del año, cuando gana un sueldo básico, tampoco el candidato puede ofrecer, o el Concejal puede disponer mediante ordenanza, la elaboración de un imposible. Para hacer una ordenanza hay que verificar varios puntos escenciales, entre ellos: disponibilidad de fondos, efectos ambientales, cuántas personas serán afectadas y cuántas beneficiadas, si esa ordenanza va a servir a futuro y no solo como parche, si es ambientalmente factible, si es necesaria y, sobre todo, si realmente va a poder llevarse a efecto y controlarse su cumplimiento.

La ordenanza es letra muerta, si no existe un encargado de hacerla cumplir. No importa tener la mejor ordenanza de construcciones del país, si el comisario encargado no controla esas construcciones o si, el mismo municipio, otorga permisos fuera de la ordenanza. De nada sirve que se regule el comercio del centro, si la Policía Municipal es incapaz de controlar el comercio informal. Una buena ordenanza debe incorporar una sanción drástica a quien la incumpla, y tiene que venir de la mano de un agente encargado de su cumplimiento que sea capaz, transparente y, sobre todo, tenga mano firme.

Si la ordenanza es responsabilidad del Concejo de la ciudad, nominar la autoridad de control correspondiente suele ser tarea del Alcalde. Es obligatorio que trabajen juntos, coordinadamente.

Estando, como digo, a puertas de elecciones, nosotros, los ciudadanos, debemos analizar minuciosamente y con cabeza fría las ofertas de campaña y, sobre todo, saber valorar la real capacidad intelectual, la voluntad y el espíritu latacungueñista del candidato. Ante todo, recordemos lo que ya dejo anotado: la administración de la ciudad NO es una labor puramente política, sino un trabajo técnico especializado.

Es tiempo de elegir gerentes para nuestra ciudad.