viernes, 3 de febrero de 2017

Crónicas de Piedra Pómez



¿Ya se vieron las películas tipo Crónicas de Narnia y otras parecidas que cuentan historias sorprendentes, en reinos mágicos, donde ninguna cosa parece tener sentido,pero sin embargo suceden? Yo ya me vi algunas. Y veo novelas parecidas todos los días. Situaciones increíbles, personajes que nadie explica por qué están en la posición que están, locaciones mágicas y un montón de mentiras infantiles que algunitos optan por creer para no complicarse.

Creo que podríamos ensayar una historia similar, más o menos con el siguiente guión:

En una tierra prodigiosa, isla de paz y poblada por gente industriosa pero extremadamente incauta, lugar apacible rodeado de colinas y surcado por ríos se levantó, hace más de un siglo, un elegante castillo de Piedra Pómez, el mejor y mas grande en su tipo que el mundo haya visto jamás. Habitar ese castillo es un premio que galardona al mejor habitante del reino, por selección escrupulosa de sus vecinos y con el fin de gobernar y administrar dicho reino para que continúe siendo, como ha sido siempre, el más bonito de la región.

Naturalmente, el acceso a ese castillo ha sido muy codiciado por mercenarios, oportunistas y vagos. La mayor parte de quienes han pasado por la casa de cascajo han aprovechado la inocencia de los habitantes para hacerse de beneficios personales. Unos, disfrazados de héroes azules, otros con coraza y espada en mano, otros acanallando al antecesor y todos, pero todos, escondiendo sus errores, agrandando virtudes inexistentes, ocultando su incompetencia e ignorancia, engañando.

El castillo otorga bondades mágicas a quienes lo gobiernan. De repente, tienen el poder de desaparecer monedas, crear estructuras sin nunca haber hecho un plano, convertir tierras agrícolas en edificaciones de concreto, hacer llegar agua hasta donde nadie la necesita, convertir monumentos históricos en carnicerías, otorgar absoluciones a los más pecadores y hasta organizar tratos con el diablo sin que parezca haber ningún efecto colateral para el que gobierna.

En este castillo también funciona una mesa redonda, donde notables ciudadanos cumplen con el deber de organizar la vida del reino. Pero el gobernante de turno es hábil e impide que los notables puedan llegara a acuerdos benéficos para la ciudad, ya sea haciéndose de la voluntad de algunos u organizando entuertos para desprestigiar a otros. Se dice incluso que algún notable se ceba con favores y beneficios para sus cercanos.

El que gobierna el castillo distribuye su poder entre varios delegados, a fin de que le ayuden a gestionar su autoridad. Algunos de estos delegados son terribles tiranos, otros incluso se creen superiores al propio gobernante y, en general, hacen y deshacen sin control, aún por fuera del conocimiento y aprobación de aquel que los delegó. En el mejor de los casos hay delegados que no hacen nada, porque no saben hacerlo y están en sus lugares a título acomodaticio, pero como tampoco presentan incomodidad para el gobernante, son mantenidos allí, mientras se fabrique situación más favorable.

Mientras, los habitantes del reino se distraen y contentan con mínimas raciones de felicidad y comida, además de una que otra bondad residual de la administración. El reino pierde su lucidez y los habitantes se encuentran más preocupados en sobrevivir el día a día que en el propio destino del reino.

El castillo de Piedra Pómez se ha vuelto gris. Ya no es símbolo de orgullo del pueblo, sino un estandarte de decadencia.

(...)

Obviamente el cuento está incompleto. Es indispensable que usted, amigo lector, colabore con el final de la obra. Pero no se moleste en escribir, usted solo ejecute su papel que el cuento se escribirá solito. Decida, amigo mío, si quiere ser villano, ogro, mutante, duende, aldeano ignorante o si, por el contrario, desea ser el héroe del cuento o, al menos, un soldado activo y leal al antiguo espíritu de este pueblo.

Usted decida y actúe, que yo también le entraré a la obra, que seguro tendrá teatro lleno.