jueves, 27 de noviembre de 2014

Se acabó el asueto




Espero, estimado vecino, que no esté leyendo esto en estado chuchacoso. De todos modos no me sorprendería, pues hemos pasado ya las fiestas de nuestra ciudad, con feriado incluido y, a la postre, la única manera de festejar es, justamente, festejando. Confío en que haya usted aprovechado muy bien todos estos días, porque lo que se viene hasta terminar el año no es, precisamente, un lecho de rosas.

Merecido descanso nos hemos dado, de un año bien movido. Entre cambios de administradores de la ciudad, patrulleros nuevos, cárcel, poca obra física, descoloridas novedades con las obras de otros años, el tema del alcantarillado y otros menesteres, nuestra ciudad llega a su noviembre buscando unos momentos para apartarse de todo y simular que todo está bien.

Pero, lo dicho, se terminó el asueto. Al año aún le falta un mes y medio, a esta administración más o menos cuatro años y, a nuestra ciudad, por lo menos, mil siglos más. No es prudente alargar el reposo.

Hoy es lunes. Bonito día para retomar y recomenzar.

Los problemas pendientes siguen ahí, y habrán muchos más por llegar. Para empezar, ya tenemos plata para el alcantarillado, pero solo treinta millones, el resto, sabrá dios. Seguimos con un aeropuerto inutilizado por oscuras voluntades, apartadas de cualquier criterio técnico. Para este punto ya se habrá asentado la nueva administración y, aprobado el presupuesto del próximo año, habremos de estar pendientes de la obra que, grande o pequeña, ya debe seguirse haciendo. Queda también por conseguirse importantes reformas regulatorias, modificar y crear ordenanzas, reorganizar las atribuciones y obligaciones de las autoridades vigentes y, de ser el caso, crear nuevos estamentos suficientes para mantener el control de la ciudad.

Quedan también pendientes, por ejemplo, el asunto de tránsito, pues, parece, que asumir las competencias de este tema no ha sido tan bonito ni tan fácil. A eso, sumemos la falta de personal capacitado, desde quienes atienden tal servicio hasta la ausencia de policías municipales o agentes de tránsito. Todavía me gustaría ver los parques abiertos pasado las cinco de la tarde, las casas bien pintadas, los pasajes con mesitas de café, los comercios con rótulos adecuados, las veredas más amplias y los cables soterrados. Tampoco sería malo tener una página web de la ciudad, poder pagar nuestras tasas municipales por internet, tener información turística al día; conocer, por lo menos, el calendario de reuniones del Concejo para poder ocupar la silla vacía, conocer vía internet y directamente el trabajo de los ediles por medio de blogs y cuentas en redes sociales.

Puedo seguir, pues no hemos topado temas de cultura, organización territorial, centro histórico, turismo, parques y jardines, señalética, plazas y mercados, el camal...

La ciudad no está como la queremos. Es de cobardes seguir esperando.

Si bien es verdad que la mayor responsabilidad pesa sobre los administradores electos, también es cierto que desde nosotros mismos, como ciudadanos y vecinos, ha faltado muchísimo. Poca es la iniciativa barrial, por ejemplo. Siempre pensé que la organización barrial era la encargada de obligar al administrador, de proponer cambios y de presionar para que éstos se den. Pero la organización barrial en Latacunga está dormida. Otro zombie.

¡A despertar, vecino! Que la ciudad no está como queremos y nadie nos va a dar haciendo.

¡Arríba, latacungueño! Que la fiesta ha terminado y es tiempo de ordenar la casa.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Zombie City II




De las buenas películas, malas secuelas. Así, de nuestra zombie city, hoy lanzamos la segunda parte, muertos de iras al ver que las cosas no cambian. La gente no cambia. La gente no despierta.

Hemos visto en varios medios de prensa a nuestro amigo Mauricio Andrade, del conocido café El Gringo y La Gorda ubicado en pleno centro histórico de nuestra Latacunga. Se ha ganado la primera plana de los diarios por el hecho de atender bien a sus clientes, mantener limpio su local y sus alrededores, por conocer bien a sus vecinos y por buscar el mejoramiento de su ambiente más inmediato. Conversando con él mismo y otros amigos, nos hemos visto sorprendidos, por la capacidad de los ciudadanos de volver, cuasi heróicas, actitudes como barrer y procurar el ornato y las buenas costumbres en nuestras calles.

Cuidado, que no estoy diciendo que no se le deba parar bola al Gringo. Se lo ha visto, al Gringo, casi a una cuadra a la redonda de donde esta ubicado su local, armado de una escoba, una pala y su distintivo (camiseta, delantal o gorra que hacen alusión a su negocio y a la ciudad), limpiando, barriendo. Claro que su actitud es plausible. Claro que su personalidad es adorable y su carisma es único. Obviamente, es digno de felicitar y, más que ello, de imitar.

Lo que es una vergüenza, si, es que los ciudadanos se estancan en meras y superfluas felicitaciones. Entre mediocres y curuchupas, las palmadas en la espalda y el “que lindo cómo hace”; un “ojalá mas gente se le uniera” y el consabido “le felicito, que lindo”. Indigna que nosotros, los lataungueños, solo nos limitemos a felicitar. Indigna y casi insulta, el hallarnos estupefactos y felicitadores frente a actitudes que deberían ser (y son) NORMALES para un latacungueño real y digno.

El “modus operandi” del Gringo, debería ser cotidiano y costumbre común de todos. Entonces, desde la perspectiva y con palabras del mismo Mauricio (el Gringo), las felicitaciones sobran, lo que la ciudad necesita es que todos despertemos y actuemos, que cada uno de los ciudadanos lo seamos, con todo lo que el ser CIUDADANO implica: ser parte de la ciudad con todos los derechos y obligaciones; sobre todo, con el sentido de pertenencia y amor por nuestro espacio, nuestra casa.

Por eso esta secuela de zombies: el muerto viviente que cree que no está infectado, y fundamenta su creencia en su capacidad de valorar lo que hace el otro. Es un muerto viviente que con las justas, puede hablar para felicitar. Pero sigue muerto: no hace nada. Zombie mismo es, pues, el que se queda en el saludo y la felicitación, y, al final del día, regresa a su ataúd, a ver su programa de TV favorito y contar los días que faltan para fin de mes.

Gracias por las flores, diría yo, pero mejor ayuden a comprar las macetas.

Entre los “likes” en facebook, los buenos comentarios en redes sociales y las felicitaciones en la calle; no hacemos ciudad. Con un gracias y un te felicito no se construirá la ciudad que merecemos. Es hora de dejar las palabras y pasar a la acción: involucrarse, actuar.

Ya pasaron de moda los zombies. No queremos una tercera parte. Queremos latacungueños vivos, activos.

Es tiempo de elegir la ciudad que queremos para nuestros hijos. Es horita de actuar.



martes, 11 de noviembre de 2014

Zombie City




Hace unos días, conversaba con mi amigo Mauricio, más conocido como “El Gringo”, propietario y administrador del café El Gringo y la Gorda, muy conocido en nuestra ciudad, y también un ocupado activista pro-Latacunga. Nuestra charla se enfrascaba en las varias propuestas de algunos activistas para hacer cambios, obras y otros trabajos voluntarios a favor de la ciudad, entre ellos, el Plan Geranio de Operación Latacunga. Veíamos que muchas de estas propuestas, que los jóvenes realizan desinteresadamente, no encuentran eco en los vecinos. La gente no dona, no se vincula, no se interesa. Casi todos se restringen a una gris felicitación: “que bien muchachos, sigan así”. Pero pocos ayudan.

Dijo el Gringo: están dormidos, amortiguados, no son malas personas, solo son zombies.

Entonces, aprendí (entendí) otra cosa sobre nuestra ciudad: somos una ciudad de zombies, la “zombie city”, como hubiera dicho el Gringo.

De nuevo, pido disculpas a los susceptibles, pero es verdad. Igual, pido disculpas por generalizar, porque nunca es bueno, pero es general.

Ahora, para los que no saben, un zombie es un muerto viviente, un ser que parece estar vivo, pero se mueve solamente por alimento, no entiende, no sabe, no quiere ni le interesa otra cosa que no sea su alimento. Por eso no cae mal el apelativo de zombie a muchos de nuestros vecinos, pues cuando se les propone participar de algo, luego de su hipócrita felicitación, se alejan pensando en cómo llegar a fin de mes, en las cuentas pendientes y en el desenlace de su programa de TV favorito. ¿Vieron? Son zombies, seres que no se preocupan más que por tener lo suficiente para pagar sus cuentas y llenar su refrigerador. La mayoría de ellos no tienen un criterio estructurado de lo que sucede en la ciudad, desconocen el trabajo de los administradores y, si ven algo mal, son incapaces de buscar solución, mientras ese mal no les golpee en la cara.

El mayor problema con una ciudad de muertos vivientes es que deja mucho espacio para los vivos, para los vivísimos. Muchos de ellos nos han gobernado y bastantes más se han beneficiado de alguna manera de nuestra ciudad. Es que es fácil lidiar con zombies: solo se les da un pedazo de carne para que entretengan la barriga, e inmediatamente descuidan todo lo demás.

Esto pasa en nuestra Latacunga, cuando la mayoría se cree feliz con un trabajito más o menos bien remunerado, pan y leche para el desayuno y nadie que se meta con uno. Esto pasa en sociedades donde la mayor aspiración de un joven es el cargo burocrático. Así mueren los pueblos en los que los elementos económicamente activos dejan de producir y se dedican a consumir. Así mueren las culturas que dejan de interesarse en, justamente, su cultura.

Con pan y circo acabaron con el pueblo de Roma; a nosotros, ni circo nos dan. ¿Es que somos tan básicos y fáciles de utilizar? ¿Es que dejamos de ser ciudadanos, para convertirnos en esclavos serviles?

El esclavo come y no opina. Trabaja para comer y calla lo que siente y piensa, para poder seguir comiendo. El ciudadano es libre, defiende su ciudad y se comporta conforme piensa y cree.

Decida, vecino: es ciudadano o esclavo. Es hombre o zombie.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Yo soy Mama Negra.



El jueves anterior tuve la oportunidad de asistir a la Jocha de la Mama Negra 2014, Dr. Byron Burbano. Para un Latacungueño como yo, el solo observar de lejos a nuestra Baltazara es un hecho que conmueve. No puedo ni imaginar el hermoso caos emocional que habrá y estará sintiendo nuestro actual Mama Negra.

En ese acto, nuestro Mama Negra, con la humildad que caracteriza a los hombres grandes, aceptó que sus emociones, ingobernables a ese momento, le impedían tomar la palabra de manera espontánea y, con la misma sencillez del Mashca de valía, se permitió leer un texto que, seguramente, preparó en algún momento en que su corazón le permitió el pulso necesario.

“Yo soy Mama Negra - inició - , traigo el rostro impregnado de tintes profundos de mortiño, canela y cebada, llevo en cuerpo la fuerza telúrica de los volcanes y la sangre rebelde del pueblo mestizo e indomable (...) soy Mama Negra, mito, leyenda y alegoría...”

Oyendo esto, texto que debe ser recuperado por la prensa local, quedé golpeado. Llevamos años intentando encuadrar un nuevo concepto de latacungueñismo. Se ha dedicado esta columna a buscar una fuerza inicial que permita reconstruir dicha definición. Luego, pienso, que el latacungueñismo es simple: la identidad se conforma de dos asuntos básicos, lo que el pueblo es y lo que quiere ser. Desde aquí, digo yo, que mi mayor aspiración como Latacungueño es, obviamente, ser Mama Negra. Pregunten a cualquier Mashca de crianza, si prefiere ser Presidente de la República o ser Mama Negra, y todos, sin excepción, se decantarán por la segunda opción. Ahora bien, si todos los Latacungueños aspiramos, como el que más, llegar a ser Mama Negra, y la Mama Negra es lo que Byron Burbano ha expresado, por simple lógica matemática, resolvemos que, todos los latacungueños queremos ser lo que Byron dijo. Simple.

He aquí la identidad del latacungueño: el latacungueño es Mama Negra.

Ahora hay que reescribir, perfeccionar, sistematizar y socializar el texto preparado por Byron. Hay que hacer lo necesario para que, mañana, todos podamos decir, con lealtad y verdad: “Yo soy Latacungueño, llevo en mi cuerpo la fuerza telúrica de los volcanes...”

Ya tenemos un borrador de concepto de Latacungueñismo. Gracias a Byron Burbano. Utilicemos, con su permiso, su texto, para formar el credo Mashca, hacer una religión del Latacungueñismo, venerar a nuestra Baltazara como símbolo de identidad de nuestra propia tierra, porque Latacunga es como la muñeca: pequeña, mimada, vulnerable, hermosa; pero, en las manos de su Mama Negra, se vuelve fuerte, mueve masas, se vuelve mito y leyenda.

Ese es el símbolo: el latacungueño aupando a Latacunga, como la Mama Negra carga a su Baltazara.

Pasemos nuestra infancia, acurrucados en nuestra madre Latacunga, pero pasémosla de largo, para volver nuestras fuerzas, cuando adultos, a una Latacunga baltazariana: hija de sus hijos.