lunes, 31 de marzo de 2014

ORGULLOSAMENTE MASHCA





Un par de amigos, hace varias semanas, emprendieron un negocio de empanadas. Eso, así de simple: hacer y vender empanadas. La diferencia radica en su enfoque: no querían “vender” empanadas, sino crear una empresa reconocida del servicio y elaboración de las golosinas, con materiales, técnica y procedimientos del más alto nivel y calidad internacional. Empiezan pequeños, pero se miran, ellos mismos, muy grandes.

Sucede que son contratados por una entidad pública para atender un evento, y, para maravilla de quienes les conocemos, la gente, que se vio muy bien atendida, no creía que esta iniciativa había nacido de dos latacungueños de cepa. Creían, los comensales, que las virtudes que saboreaban venían de manos extranjeras.

Estamos mal acostumbrados a pensar que nada bueno puede salir de aquí. Esperamos lo mejor que podemos pagar de otras ciudades, y despreciamos las enormes potencialidades de nuestros propios vecinos. Es más, nos hemos mal acostumbrado a creer que, en Latacunga, solamente existen empleados públicos, floricultores, migrantes rurales y politiqueros. ¡Nada más falso que eso!. Aquí habemos jóvenes profesionales, hambrientos de progreso, mentes capaces y cuerpos prestos para el sacrificio de la labor. Existimos latacungueños “de cepa”, hijos de hijos de latacungueños, fulgorosos amantes de nuestra ciudad y comprometidos con ella y su crecimiento.

No es, Latacunga, como se dice medio en broma y medio en serio, un caserío que queda entre Quito y Ambato. No somos, los latacungueños, como también se menciona con sarcasmo, chagras y buenos bebedores. Esta es una ciudad próspera, momentáneamente atada por nuestros errores electorales, pero llena de gente carismática, alegre, industriosa, culta e inteligente.

Hay que hacer la distinción, pues no puedo referirme a todos los HABITANTES de Latacunga, sino a los LATACUNGUEÑOS. Si, a los que además de tener el 05 en la cédula, tuvimos la divina gracia de ver la primera luz en esta ciudad, de haber sido criados por latacungueños, de haber sentido la pena de ver a nuestros amigos ir a buscar mejores suertes en otras ciudades y, muchos, como yo, haber regresado, más convencidos aún, de que éste es el mejor lugar del mundo para vivir.

El latacungueño es educado; es un completo caballero. El latacungueño es idealista, frontal, sincero, alegre, buen anfitrión, gallardo, culto, fervoroso y, sobre todo, valiente. Y no estoy dando a pensar que éstas calidades hayan disminuido en los últimos años, estoy diciendo, y bien claro, que, en Latacunga, hay quienes aún no han aprendido a ser LATACUNGUEÑOS.

No se tome esto como un acto de discrímen, por favor. Mi ciudad es también generosa, y suficiente para cobijar a hijos de otros pueblos. Pero, nuestros huéspedes permanentes, deberán acoger para si las obligaciones y principios propios de los latacungueños, como si fueren un mashca más. Mejor que eso, el que no es latacungueño, como acto de gratitud por la cósmica benevolencia de poder vivir en mi ciudad, debe ser mejor que el mejor latacungueño. A mis huéspedes les pido, les exijo: no vengan a cambiar mi casa; permitan que el egregor de mi casa les cambie su vida. No ensucien mis calles ni pinten mis paredes, permitan que el sano ambiente de mi casa les contagie de alegría y les permita sonreir conformes, pues el destino les ha premiado con la posibilidad de vivir en Latacunga.

LATACUNGUEÑO no es un gentilicio: es un adjetivo. LATACUNGUEÑO no es, solamente, el que nació en Latacunga, sino el que sabe vivir y mostrar todas las cualidades que ya enunciamos. LATACUNGUEÑO no es una calidad geográfica, sino una filosofía de vida.

Que llegue el día en que todos los habitantes de Latacunga, se sientan y se hagan sentir latacungueños. Amén.

viernes, 28 de marzo de 2014

Me muero, nos han puesto la cárcel!





Tema trillado, este de la cárcel. De entrada, hay que decir que no es una simple cárcel, sino un “Centro Penitenciario de Alta Seguridad”, que servirá para todos los sentenciados en la sierra centro. Hasta bonita está.

Ahora bien, ¿cuál es el problema de tener un Centro de este tipo, cerca de nuestra Latacunga? Por un lado, dicen, esto incrementará la delincuencia en nuestra ciudad; y, por otro, dicen también, que nos están hechando todos los problemas de la sierra centro a nosotros.

De cierta manera, es verdad, vendrán todos los delincuentes de la sierra centro; pero vendrán sentenciados y encerrados, no vendrán a compartir nuestros vecindarios. Pero, dicen también, que con éstos presos vendrán sus familias, a las cuales, desde ya, las hemos tachado de delincuentes potenciales. Y, aunque hay que aceptar que, seguramente, no sean gentes con las mejores costumbres, tampoco podemos caer en el prejuicio de llamarles delincuentes. Con todo, son personas, que consumen; y esto significa, a los ojos de buen judío, un negocio en potencia.

Para controlar a esta posible nueva masa de ciudadanos, necesitamos de policías. Esto es por lo que hay que batallar ahora: contingentes policiales para Latacunga y Saquisilí. El Estado debe destinar, al menos, 20 policías más a Saquisilí, y 50 a Latacunga. Además, debe crearse, en Latacunga, un cuerpo especializado de inteligencia, que permita adelantarse a los eventos delictivos.

Más allá de ello, hay que decir una cosa simple: la cárcel YA ESTÁ. Es de necios organizar, apenas hoy, marchas, plantones y protestas. Aceptémoslo de una vez, ya está hecho, y nada hay que pueda cambiarse al respecto.

Los esfuerzos deben orientarse a conseguir de la administración dos cosas, la primera, el contingente policial del cual ya se trató; y, la segunda, una reivindicación para nuestras ciudades. Creo necesario y justo, por ejemplo, que como contraprestación al “servicio” que estamos prestando para la instalación de este centro, el Estado se avoque a la reconstrucción del sistema de alcantarillado de Latacunga y, de paso, el soterramiento de toda la cablería que pende de nuestros postes y contamina la hermosa vista que presta nuestra ciudad. Si, además, nos instalan un par de turbinas de generación de energía eólica, sería óptimo.

Ya nada hay que se pueda hacer contra el Centro Penitenciario. Construido está. Lo que nos debería preocupar ahora es obtener un rédito directo de ello.

Latacunga debe levantarse en voz de protesta, si; pero no por el hecho mismo de la cárcel, sino como exigencia, al gobierno central, a fin de que consigne los valores, tecnología y otros arbitrios necesarios para solventar los más grandes y urgentes problemas de nuestra urbe. Ya nos sonsacaron el espacio para la cárcel. Ahora, simplemente, cobremos el favor, y cobrémoslo bien.

Dicen por ahí, que el señor Presidente habría ofrecido treinta y cinco millones de dólares para el alcantarillado de la ciudad. Pues reclamemos los setenta que nos hacen falta. Pero, sobre todo, y por el bien de nuestros hijos, reclamemos mediante veedurías técnicas, que el manejo de esta cárcel sea óptimo, que realmente sea de altísima seguridad, que no se corrompan las seguridades, como se sabe que ha pasado en otros centros, donde, en la misma cárcel existe drogas, comunicaciones celulares y hasta armas de fuego.

Reclamemos, si, pero reclamemos el manejo técnico y adecuado del centro, la repotenciación de la seguridad pública en nuestras ciudades y las reivindicaciones a que tenemos derecho.

De estos reclamos deberá apersonarse el flamante Alcalde, sin que deje de contar con todos nosotros para apoyarle. Tenemos la fe no ser defraudados.

viernes, 7 de marzo de 2014

Ciudad Romántica, en tiempos de globalización





Acaba de pasar San Valentín, fecha en la que se realza la amistad, y, sobre todo, el romance. Debería ser la fecha favorita de la Ciudad Romántica del Ecuador. Sin embargo, nada especial sucede, en esas fechas, en nuestra Latacunga.

Ya tratando sobre el romance, tenemos que recordar que, éste, no es más que un efecto de lo que gustamos llamar amor. Así, nos encontramos frente a algo, aparentemente, indomable, único, y bajo cuyo nombre pueden padecerse las más severas incomodidades. Justamente lo que sucede en nuestra ciudad: se padecen incomodidades, a nombre del recuerdo huérfano de tiempos pasados.

Qué más romántico, que un lugar acogedor, con bonita vista, a media luz...

Qué, menos romántico, que una ciudad mal iluminada, sin veredas, sucia, con parques cerrados con candado por las noches, cuya muy hermosa vista se restringe por el balanceo de cables de electricidad mal instalados, paredes llenas de “artes urbanas”, esquinas cuyo hedor repele, borrachitos, vagos y mendigos por doquier.

Digo, que una vereda estrecha no hace a una ciudad más romántica. Digo, que ponerle un candado a un parque no hace a la ciudad más segura. Y digo que, en última instancia, lo que se busca es una ciudad que progrese, que mejore. Digo, que necesitamos modernidad y la reorientación del uso de los espacios “históricos”. Debemos abrirle paso a la modernidad, y dejar de ponerle nombres agradables a la mediocridad. Una vereda estrecha no es “acogedora”. Un callejón oscuro no es “romántico”. Un parque cerrado no es “seguro”. Postes llenos de cablería y luces que apenas iluminan no “dan un ambiente clásico”.

En nuestros tiempos, los actuales, es necesario competir: vender. Necesitamos ciudades prácticas, bien resguardadas, económicas, dinámicas, baratas y bonitas.

Se vuelve indispensable y urgente remodelar, reconstruir y reorganizar la ciudad.

Propongo algunas ideas: me encantaría un centro histórico “caminable”, sin SIMTEL y sin vehículos junto a las aceras; veredas mucho más amplias, soterramiento de instalaciones eléctricas, buena iluminación, plazoletas y callejones ocupados con mesas de cafeterías, lounges y restaurantes. Me gustaría una ciudad que aplique políticas ecológicas y limpie sus ríos. Quisiera una ciudad que tenga una política de desarrollo REAL, que haya principios y lineamientos claros en los permisos de construcción, que obligue a todos a pintar fachadas y cerramientos.

Es urgente una zona comercial, una zona roja, una rosa y una residencial. Zonas, por ejemplo, donde no se permita lotes de menos de 500 y 1000 metros cuadrados, donde puedan ubicarse construcciones residenciales de alta plusvalía. Zonas CENTRICAS, donde se permita la ubicación de bares y cafeterías (NO CANTINAS), donde uno pueda distraerse. Es inicua la ordenanza que impide la instalación de estos lugares a 200 metros de escuelas e iglesias, en una ciudad donde hay tres iglesias y escuelas cada 100 metros.

Urge, a la par, reestructurar el sistema de manejo de aguas servidas, adquirir plantas de tratamiento de aguas, un parque lineal en las riveras del Cutuchi; luego de limpiar el Cutuchi, claro. Eso si es romántico: un lugar junto al río dónde pasear de la mano con la persona amada, o pretendida; una ciudad limpia, con parques abiertos y bien iluminados, calles amplias dónde caminar sin ruido ni riesgo de percance, callejones vestidos de colores y muchos lugares donde parar a tomar un café, o un coctel, y conversar.

Es urgente reconstruir la ciudad, orientada al buen vivir de los ciudadanos. Y es notorio que, quienes han estado hasta hoy en la administración, no tienen idea de cómo hacerlo.