Tema trillado, este de la cárcel. De entrada, hay que decir
que no es una simple cárcel, sino un “Centro Penitenciario de Alta Seguridad”,
que servirá para todos los sentenciados en la sierra centro. Hasta bonita está.
Ahora bien, ¿cuál es el problema de tener un Centro de este
tipo, cerca de nuestra Latacunga? Por un lado, dicen, esto incrementará la
delincuencia en nuestra ciudad; y, por otro, dicen también, que nos están
hechando todos los problemas de la sierra centro a nosotros.
De cierta manera, es verdad, vendrán todos los delincuentes
de la sierra centro; pero vendrán sentenciados y encerrados, no vendrán a
compartir nuestros vecindarios. Pero, dicen también, que con éstos presos
vendrán sus familias, a las cuales, desde ya, las hemos tachado de delincuentes
potenciales. Y, aunque hay que aceptar que, seguramente, no sean gentes con las
mejores costumbres, tampoco podemos caer en el prejuicio de llamarles
delincuentes. Con todo, son personas, que consumen; y esto significa, a los
ojos de buen judío, un negocio en potencia.
Para controlar a esta posible nueva masa de ciudadanos,
necesitamos de policías. Esto es por lo que hay que batallar ahora:
contingentes policiales para Latacunga y Saquisilí. El Estado debe destinar, al
menos, 20 policías más a Saquisilí, y 50 a Latacunga. Además, debe crearse, en
Latacunga, un cuerpo especializado de inteligencia, que permita adelantarse a
los eventos delictivos.
Más allá de ello, hay que decir una cosa simple: la cárcel
YA ESTÁ. Es de necios organizar, apenas hoy, marchas, plantones y protestas.
Aceptémoslo de una vez, ya está hecho, y nada hay que pueda cambiarse al
respecto.
Los esfuerzos deben orientarse a conseguir de la
administración dos cosas, la primera, el contingente policial del cual ya se
trató; y, la segunda, una reivindicación para nuestras ciudades. Creo necesario
y justo, por ejemplo, que como contraprestación al “servicio” que estamos
prestando para la instalación de este centro, el Estado se avoque a la reconstrucción
del sistema de alcantarillado de Latacunga y, de paso, el soterramiento de toda
la cablería que pende de nuestros postes y contamina la hermosa vista que
presta nuestra ciudad. Si, además, nos instalan un par de turbinas de
generación de energía eólica, sería óptimo.
Ya nada hay que se pueda hacer contra el Centro
Penitenciario. Construido está. Lo que nos debería preocupar ahora es obtener
un rédito directo de ello.
Latacunga debe levantarse en voz de protesta, si; pero no
por el hecho mismo de la cárcel, sino como exigencia, al gobierno central, a
fin de que consigne los valores, tecnología y otros arbitrios necesarios para
solventar los más grandes y urgentes problemas de nuestra urbe. Ya nos
sonsacaron el espacio para la cárcel. Ahora, simplemente, cobremos el favor, y
cobrémoslo bien.
Dicen por ahí, que el señor Presidente habría ofrecido
treinta y cinco millones de dólares para el alcantarillado de la ciudad. Pues
reclamemos los setenta que nos hacen falta. Pero, sobre todo, y por el bien de
nuestros hijos, reclamemos mediante veedurías técnicas, que el manejo de esta
cárcel sea óptimo, que realmente sea de altísima seguridad, que no se corrompan
las seguridades, como se sabe que ha pasado en otros centros, donde, en la
misma cárcel existe drogas, comunicaciones celulares y hasta armas de fuego.
Reclamemos, si, pero reclamemos el manejo técnico y adecuado
del centro, la repotenciación de la seguridad pública en nuestras ciudades y
las reivindicaciones a que tenemos derecho.
De estos reclamos deberá apersonarse el flamante Alcalde,
sin que deje de contar con todos nosotros para apoyarle. Tenemos la fe no ser
defraudados.
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