viernes, 28 de agosto de 2015

Todos están locos



Esta semana me convencí de ser, posiblemente, uno de los pocos cuerdos en esta ciudad. Si usted, vecino, cuando termine de leer esto me da la razón, entonces pueda ser que también usted esté cuerdo o que reconozca su calidad de loco. Ambas opciones son buenas, porque lo peor que puede haber es un loco que se crea cuerdo.

Empezamos la semana anterior con el fin del mundo a cuestas. Gracias al volcán y a un montón de mala información nos permitimos corretear la ciudad asustados, gritando y rezando porque el Apocalipsis estaba por llegar. Muy pocos latacungueños se comidieron en verificar la información oficial y los datos técnicos que se encuentran en Internet. Muchos perdieron más chocando sus autos y movilizando los cachibaches de la casa que lo que hubieran perdido si la erupción hubiere sido real. ¡Locos! O, ¿acaso no es de locos atentar contra la propia vida y la de los demás, corriendo en los carros y rompiéndonos la espalda cargando cosas, sin ni siquiera habernos comedido en corroborar los datos que nos daban otros locos? Y, ¿ no es más de locos, vivir alertados de un supuesto peligro, y no habernos dado el tiempo de averiguar cuál es el verdadero potencial de dicho peligro?

Lo digo, porque los famosos lahares no van a arrasar con TODA la ciudad, como muchos piensan, sin embargo en la radio escuchaba el sábado aquel que hasta una señora de El Calvario llamaba a averiguar adónde debe evacuar. Ya nos dijeron, que el Cotopaxi va a erupcionar algún rato, pero ni siquiera sabemos si vivimos en zona de riesgo o no. Es como si nos dijeran que tenemos cáncer y no se nos dé la gana de averiguar si existe tratamiento. ¡Locos!

Igual de locos están los que creen que las autoridades (administradores, nada más) van a salvarnos. No lo van a hacer, primero porque no saben cómo, y eso lo comprobamos hace algunos días, aunque aún tenemos fe de que aprendan cómo; y segundo, porque no pueden, así de simple. Las fuerzas que deberemos soportar en caso de erupción son superiores a toda potencia humana. No habrá Alcalde ni Gobernador ni Ministro ni San Rajuel que pueda evitar los efectos naturales de la furia de un volcán. El que esté esperando que llegue el administrador con la solución, no es en nada diferente a una vaca que espera mientras llega su dueño con la hierba. Seamos humanos, seamos proactivos. No seamos semovientes y, sobre todo, tengamos sentido común. Seamos cuerdos y coherentes.

Por locos mismo hemos tenido los administradores que hemos tenido. Embriagados de fervores electoreros nos hemos dejado engañar de las formas más sencillas y que hubieran sido detectadas y repelidas por cualquier cuerdo.  Un buen discurso y la oferta de cualquier chaupiobra nos enloquecen en grado suficiente para hacer tonterías en la urnas. Y luego, como buenos locos, no queremos hacernos responsables de nuestros actos y nos volvemos incapaces de reclamar; nos acomodamos en nuestros manicomios personales a ver televisión mientras en la ciudad suceden millones de cosas atentatorias a la latacungueñidad bajo la sombra del “no pasa nada”.

Y si, vecino, después de analizar estos pocos ejemplos y otros más que fácilmente le vendrán a la mente, insiste en creer que esto es normal, pues con este corto texto acabo de someter mi cordura a su escrutinio y queda en sus cabales el decidir si, después de todo, el loco soy yo.

Mientras uno decide sobre su propia demencia o sobriedad, nuestros administradores duermen a la par que gobiernos locales más humildes como el de Rumiñahui ya tienen muy avanzada su estrategia de supervivencia.

Vaya viendo, vecino, cómo estamos de locos, o cómo están los otros.

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