lunes, 17 de agosto de 2015

Que no cunda el pánico




Temblores, cenizas, sustos, carreras y mucha desinformación.
¡Oh! ¿Y ahora, quién podrá defendernos?

Sin haber ningún encapuchado superhéroe que diga “YO”, y sin que ni siquiera los supermanes de turno sepan qué hacer o qué decirnos, yo me arriesgo a decirles que no hay de qué asustarse.

Y, verán, no deben asustarse por un hecho simple: la alerta blanca NO EXISTE, así que desde que nos pusieron alerta amarilla, apenas hemos subido un escalón en el riesgo de nuestra normal vida diaria. Pero es un escalón grande.

No se asuste, vecino, Pero si preocúpese, porque esa ceniza que está saliendo, acompañada de la casi nula capacidad de respuesta de nuestra administración, bien puede terminar en un total desabastecimiento de agua, un colapso vial o, desorganización en el comercio, especulación y muchas otras pestes psicológicas que son típicas en las masas poco informadas y poco formadas como, por desgracia, nos tienen.

El mismo día viernes, con la primera explosión del volcán, ya colapsaron los mercados, supermercados, ferreterías y algunas calles. No habían pasado 24 horas de la alerta y Latacunga ya amenazaba con ser tierra de nadie. Mientras, la mayor parte de administradores se dedicaron a dar entrevistas en las radios locales y el principal personero de la ciudad apenas se dejó ver.

Latacunga nunca se preparó como debía. Mientras los encargados de instruirnos nos adormilaron con falsas calmas, todos nosotros, que adormilados mismo hemos estado durante décadas, no fuimos capaces de averiguar asuntos básicos de la evolución de cualquier volcán que, como mínimo, podíamos aprender en Internet. Seamos reales: no se nos dio la gana de hacer las cosas bien. A veces y hasta pareciera que ni siquiera tenemos intenciones de sobrevivir como sociedad.

Llegamos al día de la alerta amarilla y los más jóvenes no tienen idea de que hacer; los más viejos asumen que si se quedan en sus casas nada les va a pasar; los de edad madura esperan poder salvar a su familia y sus cuatro tereques y, los que aún nos consideramos jóvenes y nos queda algo de sentido de responsabilidad social, no tenemos idea de cómo seremos útiles o dónde nuestra ayuda será más necesaria.

Esta vez, mi opinión será corta, porque aún hay mucho que ver para opinar bien. Y, sobre todo, ya tengo que salir corriendo a ver mis aguas, mascarillas y demás pertrechos de guerra, por si acaso.

Mientras, vecino, ahora más que nunca lea, investigue, capacítese SOLO, porque nadie le va a dar haciendo. Recuerde hacer su mochilita y armar su plan de evacuación. Cuando tenga a todos sus amados a buen recaudo, vuelva a apoyar al cuerpo de voluntarios que nos quedaremos a colaborar. Toda mano será útil, el momento en que alguna desgracia pase. Recuerde que todos nos debemos algo mutuamente, y quienes estamos en aptitudes físicas debemos hacerlas servir en beneficio de los demás.

Mientras tanto, no se preocupe, pero tampoco se despreocupe. Esté atento y encárguese de capacitarse e instruirse. A la final, ningún administrador ni superman va a darle sobreviviendo.

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