Temblores,
cenizas, sustos, carreras y mucha desinformación.
¡Oh!
¿Y ahora, quién podrá defendernos?
Sin
haber ningún encapuchado superhéroe que diga “YO”, y sin que ni
siquiera los supermanes de turno sepan qué hacer o qué decirnos, yo
me arriesgo a decirles que no hay de qué asustarse.
Y,
verán, no deben asustarse por un hecho simple: la alerta blanca NO
EXISTE, así que desde que nos pusieron alerta amarilla, apenas hemos
subido un escalón en el riesgo de nuestra normal vida diaria. Pero
es un escalón grande.
No
se asuste, vecino, Pero si preocúpese, porque esa ceniza que está
saliendo, acompañada de la casi nula capacidad de respuesta de
nuestra administración, bien puede terminar en un total
desabastecimiento de agua, un colapso vial o, desorganización en el
comercio, especulación y muchas otras pestes psicológicas que son
típicas en las masas poco informadas y poco formadas como, por
desgracia, nos tienen.
El
mismo día viernes, con la primera explosión del volcán, ya
colapsaron los mercados, supermercados, ferreterías y algunas
calles. No habían pasado 24 horas de la alerta y Latacunga ya
amenazaba con ser tierra de nadie. Mientras, la mayor parte de
administradores se dedicaron a dar entrevistas en las radios locales
y el principal personero de la ciudad apenas se dejó ver.
Latacunga
nunca se preparó como debía. Mientras los encargados de instruirnos
nos adormilaron con falsas calmas, todos nosotros, que adormilados
mismo hemos estado durante décadas, no fuimos capaces de averiguar
asuntos básicos de la evolución de cualquier volcán que, como
mínimo, podíamos aprender en Internet. Seamos reales: no se nos dio
la gana de hacer las cosas bien. A veces y hasta pareciera que ni
siquiera tenemos intenciones de sobrevivir como sociedad.
Llegamos
al día de la alerta amarilla y los más jóvenes no tienen idea de
que hacer; los más viejos asumen que si se quedan en sus casas nada
les va a pasar; los de edad madura esperan poder salvar a su familia
y sus cuatro tereques y, los que aún nos consideramos jóvenes y nos
queda algo de sentido de responsabilidad social, no tenemos idea de
cómo seremos útiles o dónde nuestra ayuda será más necesaria.
Esta
vez, mi opinión será corta, porque aún hay mucho que ver para
opinar bien. Y, sobre todo, ya tengo que salir corriendo a ver mis
aguas, mascarillas y demás pertrechos de guerra, por si acaso.
Mientras,
vecino, ahora más que nunca lea, investigue, capacítese SOLO,
porque nadie le va a dar haciendo. Recuerde hacer su mochilita y
armar su plan de evacuación. Cuando tenga a todos sus amados a buen
recaudo, vuelva a apoyar al cuerpo de voluntarios que nos quedaremos
a colaborar. Toda mano será útil, el momento en que alguna
desgracia pase. Recuerde que todos nos debemos algo mutuamente, y
quienes estamos en aptitudes físicas debemos hacerlas servir en
beneficio de los demás.
Mientras
tanto, no se preocupe, pero tampoco se despreocupe. Esté atento y
encárguese de capacitarse e instruirse. A la final, ningún
administrador ni superman va a darle sobreviviendo.
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