jueves, 27 de julio de 2017

Quiero construir



Pero no puedo. En Latacunga no se puede construir.

A pretexto de las zonas de riesgo, muchas construcciones están vedadas, incluso fastidiando los planes de personas que ya tienen créditos aprobados.

Pero estas prohibiciones no son únicamente de las famosas zonas de riesgo, sino de algunas otras zonas de la ciudad donde la autoridad municipal no se pone de acuerdo dónde queda la línea de fábrica. Seguramente a pretexto de esto es que se cesó al anterior director de planificación; pero todos sabemos que él no carga toda la culpa.

En muchos sectores de la ciudad hay diferencias entre las especificaciones de construcción que permitían en el época Maya y en al época Espín. Lo feo es que en la época Sánchez tampoco es que haya nuevas regulaciones: simplemente no hay permisos de construcción.

Como todos adivinamos, lo principal aquí es una planificación de la ciudad global. Diría yo, una reestructuración y un reordenamiento total. Sucede que para esto ya se hubo contratado asesores: más de cien mil dólares habían cobrado y el resultado de su trabajo, sin ser conocido por la mayoría de nosotros, tampoco es que haya sido aplicado prontamente.

Yo sé que estas consultorías son costosas, pero aún así ciento y pico de miles me sigue pareciendo exagerado. Pero, haya costado lo que haya costado (total siempre pagamos ridiculeces por tonteras), ya existe algún tipo de documento técnico y lo urgente es que sea socializado, observado por los colegios profesionales del ramo e, inmediatamente, aplicado.

Con respecto a las zonas de riesgo, dejo un comentario claro: al riesgo volcánico es un pretexto fútil para mantener a nuestra ciudad en este estado de retroceso. ¡Japón es una civilización montada entre volcanes y sobre gelatina, y tiene edificios de cientos de metros!

¡Queremos construir! Y el GAD debe permitírnoslo y garantizar estándares mínimos de seguridad. Sabemos que cuando erupcione el volcán habremos de perder bastante. ¡Claro que lo sabemos! Hemos vivido junto él por generaciones. Y también sabemos que por más de tres erupciones, al menos, varios edificios a las orillas del Cutuchi han sobrevivido sin mella, como el molino de Monserrat donde hoy se asienta la Casa de la Cultura. Sabemos que nadie puede garantizarnos total seguridad y también sabemos que, como hijos de volcán, no viviremos para siempre.

La administración debe enfocarse en construir las medidas de prevención y mitigación necesarias y, luego de identificar claramente las verdaderas zonas de riesgo (no como ahora que todos estamos en riesgo), informar a la gente, colocar un aviso especial en el documento predial de dichos inmuebles, establecer especiales disposiciones y reglas de construcción para ellos y dejar hacer en paz.

En lugar de esas alarmas que no se oyen para nada y que costaron un montón, debían simplemente construir lo necesario para desacelerar lahares o detener las rocas mayores de ellos, construir barreras de encausamiento y exclusas para flujos líquidos... No hay que ser muy genio, solo tener un poco de sentido común y buscar en Google.

Queremos construir, queremos vivir cerca al río y queremos que el río esté limpio para que sea más bonito vivir allí. Queremos pasar la barrera de los cuatro pisos, queremos edificios altos para no seguir usando tierras agrícolas para hacer casas.


Queremos muchas cosas simples. Otra administración, también.

viernes, 14 de julio de 2017

Otra vez, los pendientes.



El cambio de gobierno nos ha traído una extraña sensación de paz. Parece que nada está pasando, los ánimos se calmaron y todos estamos esperanzados, como niño en víspera de cumpleaños, que algo espectacular suceda pronto. Parecemos haber olvidado que el Ecuador está en un severo bajón económico, que Cotopaxi aún pelea mercados internos para su producción y que Latacunga sigue en manos de gandules sin creatividad.

Por eso, y sin el fin de estorbar su paz de placebo, vecino, voy a repetir como vengo haciendo cada de vez en cuando, la lista de pendientes de nuestra tierra. Solo para que no se olvide, que aunque haya nuevo presidente, los de aquí siguen siendo los mismos, y siguen igual. Vaya viendo:

Hasta la fecha no se sabe qué va a pasar con Tilipulo, llevamos dos años de pelea, al menos se logró que no lo acaben de matar, pero tampoco se ve un esfuerzo real por rescatar nuestra hacienda histórica. Lo del camal es un cuento de nunca acabar, supuestamente ya teníamos terreno pero corrió la voz de que los procesos para su construcción van mal, mientras tanto, todo el equipamiento que compramos por adelantado y a ciegas, sigue guardado en una bodega, añejándose. El plan maestro de alcantarillado es una mentira, hasta ahora no vemos un plan ni tampoco un maestro que nos cambie aunque sea un tubo. Ahora ya se necesita repavimentar la ciudad y no hay plata, además sería inoficioso gastar en pavimento sin aprovechar para cambiar el alcantarillado y, con un poquito más de inteligencia, de una vez soterrar todos los cables que estorban el magnífico horizonte de nuestra ciudad.

Para rematar hay deudas que pagar y éstas acumulan decenas de miles de dólares en intereses cada mes. Nuestro sistema de recolección de basura es una basura, mismo. Los contenedores parecen de juguete, el carro recolector es un mastodonte que no pasa por nuestras calles estrechas y que nadie sabe con qué criterio lo compraron... ni en cuánto. Ahora la solución, supuestamente, es comprar otro camión recolector, cuando la verdad es que no tenemos una estrategia ni estadística real, ni capacitación ni infraestructura. Y la empresa que nos podía dejar todo eso nos enjuició, justamente, porque no le pagaron. Para rematar el asunto, debemos solucionar también respecto del lugar de destino de nuestros deshechos, porque el botadero de la vía a Pujilí ya no sirve y nunca operó técnicamente.

Seguimos con un SIMTEL anacrónico e inútil que, además, opera sin una legislación clara que lo respalde, no presta ningún servicio real a la ciudadanía y, francamente, es un desperdicio de esfuerzo cuando casi todos se dan modos para evadir esos pagos y, realmente, lo que se necesita es una policía de tránsito municipal que ponga algo de orden en este avispero. Pero claro, como gran chiste asumimos las competencias de tránsito sin tener ni la más mínima idea de lo que hacíamos.

Políticamente el municipio es un caos. El Concejo de la ciudad no sabe que hacerse pues les resulta imposible conciliar en asuntos importantes de la ciudad, pese a que algunos se lamen los bigotes ante la ausencia de uno de los Concejales que más pataleaba. Lo peor es que, según se dice, algunos de esos concejales aún creen que la gente les seguirá apoyando y ya han manifestado su intención de reelegirse o, incluso, de terciar para la Alcaldía en los próximos comicios. A esto hay que sumarle que, también dice el chisme, tendrían la misma intención el actual y un ex Alcalde...

No estoy seguro si en mi ciudad sobra audacia o falta vergüenza. Nuestra clase política actual debe ser extirpada de raíz y reemplazada por elementos técnicos, personal joven y líderes sociales con capacidad académica y criterio de ciudad.


Espero que este nuevo gobierno nacional signifique, a nivel local, el paso de transición que urgentemente reclamamos en Latacunga, el fin de una era y el inicio de otra.