Primero
que nada, he de disculparme por el editorial anterior. Hice constar
como si fueren más recientes algunos hechos que se sucedieron ya
varias semanas atrás. A veces la tecnología no nos acompaña y, en
el apuro, remitimos archivos borradores en lugar de versiones
finales. Me disculpo.
Ahora
si, a lo que vinimos: siempre he sido un profundo detractor de
SIMTEL. No solo que nos golpea en el hígado cuando nos ponen esos
candaditos, sino que los parámetros legales sobre cuales lo hacen no
son, digamos, los más técnicos.
Verán,
bajo mi muy personal opinión, el Sistema Municipal Tarifado de
Estacionamiento Latacunga tiene mal desde el nombre -que por norma
gramatical debería ser “Sistema Municipal de Estacionamientos
Tarifados de Latacunga”-, además de varias incongruencias legales.
No estoy seguro de cómo sea hora, pero la última vez que multaron a
un conocido no le dieron ni factura. Por sobre ese problemita
tributario tenemos el hecho de que las ordenanzas que regulan a
SIMTEL dejan demasiados vacíos legales. La meta, los objetivos de
SIMTEL están oscuros y su gente son una mezcla de oficial de
tránsito y aparcador de carros... cualquier cosa sirve mientras
venda su cuota de tarjetas. Como siempre, la estadística por sobre
el sentido común.
Incluso,
creo yo, toda la idea misma de cobrar por parquearse es ilegal,
inconstitucional. No se si lo han pensado ya, pero la calle no es
propiedad municipal: es mía, del ciudadano, del que paga los
impuestos. Ya me dejan “limpio” cuando matriculo mi carro (mas
ahora que ese asunto lo maneja el municipio) y encima quieren
cobrarme por dejarlo en un lugar que me pertenece (¡¿?!).
Lo
que yo rescato, así a muchos les duela, es a los trabajadores del
SIMTEL. Esas personas que andan por las calles controlando las
tarjetas, sí, esos que nunca aparecen cuando queremos comprar
tarjetas pero están primeritos cuando dejamos el carro mal parqueado
cinco minutos. Esos “malas gentes” que nadie entiende, esos
“perros del hortelano” como a veces les decimos, ellos, si,
ellos, tienen familias y se sacan la madre por llevar el pan a su
casa, aguantan agua y sol, gentiles y patanes, sonrisas e insultos y
todo eso por un sueldito que, ojalá alcance para lo prioritario.
Nadie
se detiene a pensar en ellos. Yo les voy a contar lo poco que se:
ganan muy poquito y trabajan duro. No tienen seguro médico privado,
pese a los muy evidentes riesgos de su trabajo. No son servidores
públicos sino que están acomodados al Código del Trabajo, es
decir, no tienen nombramiento sino que pueden ser despedidos apenas
haya el presupuesto para liquidarles, cualquier día, a cualquier
hora. No cuentan con asesoría jurídica. No tienen los suficientes
cambios y tipos de uniformes para los variados climas de nuestra
ciudad. Trabajan bajo presión y reciben muchos malos tratos todo el
día... como si sus vidas privadas no reportaran suficientes
problemas (como todos).
También
sé que su equipamiento es apenas básico. Sus uniformes ya están
viejitos y apenas cargan un esferográfico, un paquete de tarjetitas
y un radio pesado y feo. ¡Así quién los va a respetar!
La
mayoría de ellos son mujeres. Están, las pobres, expuestas a
cualquier malcriado. No tienen un departamento jurídico encargado de
apoyarlas. ¡Ni su propio jefe les acompaña a las audiencias! Están
solas.
SIMTEL
no sirve. No sirve para la municipalidad, no sirve para los
ciudadanos y no sirve ni para sus propios empleados. Cuidado, que no
estoy poniéndole cara ni nombre a esto. Que se me entienda bien: la
misma idea de cobrar por usar lo público es errada. Y, además, la
forma en que se lo hace aquí es antitécnica y denigrante para quien
ejerce el control de tal tarifa. Por sobre eso, los mismos encargados
de dicho control no cuentan con apoyo ninguno. Lo dicho: SIMTEL no
sirve.
Ya
hemos escrito sobre esto: desaparezca SIMTEL, peatonalice la ciudad y
organice un cuerpo de control de tránsito.