miércoles, 21 de octubre de 2015

NO DAN NADA




Me gusta mi ciudad, y me gusta también sus tratos coloquiales. Si es frío está chachay; si caliente, rrarray; si feo, tatay. Cuando golpean la puerta y no queremos atender, decimos “ya no hay trago”; y si nos tenemos que ir, reclamamos que “no dan nada”.

Hablamos simpático los latacungueños. Pero más allá de lo “alhaja”que suenan nuestras expresiones diarias, su uso nos da identidad: nos vuelve más latacungueños.

Pero todas estas palabras encierran un significado propio y profundo. La mayor parte son quichuismos remedados y heredados de los obrajes y batanes que existieron en la ciudad. Otros son frases determinantes, que se dicen casi sin decir, pero cuyo valor es extraordinario cuando se los analiza,.

Me voy, porque no dan nada. Te dejo, porque eres ingrato. Me largo, porque eres mal anfitrión.

Chuta! Qué fuerte es esto. Y parece que no decimos mucho. Pero la realidad no permite que la frase sea falsa. Como aquí no dan nada, vamos décadas migrando para poder obtener un trabajo. Los inversionistas no vienen ni pagados y, los que había, poco a poco están saliendo a lugares donde si dan, y mucho.

¿Cómo esperamos atraer al foráneo, si ni siquiera encontramos motivo para quedarnos nosotros mismos?

Bueno, ya no quiero decir mucho de los supermanes y elegidos del pueblo, quienes no dan nada, pero porque, mismo-mismo no dan. Léase en idioma latacungueño: esos manes NO DAN. Dejémosles descansar esta semanita.

Hoy me pego con usted, vecino. ¡Es que usted tampoco da nada! No atiende bien, no sonríe, no tiene paciencia con los gringuitos. Está espantando el cliente pues, vecino. Y luego se queja de no andar bien su negocio.

Los latacungueños nos hemos acostumbrado a dar poco, o nada. Estamos atados a la Ley del menor esfuerzo. Prueba de ello, lo que siempre digo: la juventud secuestrada por el aparataje público, porque les da pereza crear. Los mayores, aunque aún útiles, buscan jubilarse lo antes posible. Las mujeres, en algunos y no pocos casos, confían más en su apariencia que en su capacidad intelectual y los que alcanzan a un cargo de los llamados “de poder” se contentan con mantener el status quo en lugar de motivar un cambio real, una evolución en la sociedad.

Claro, es más fácil un sueldo cada 30 y una pensión miserable que el riesgo de invertir, de trabajar sin horarios, de crear. Le tenemos miedo, pánico al más pequeñito error. ¡Diosito nos libre de fracasar! Y si, tengo una habilidad diferente, el miedo es que a los otros no les guste. Así hemos perdido a valiosos artistas, matemáticos, físicos, deportistas y creativos del mas alto nivel, que fueron a ser ellos mismos en otro lado, porque aquí se sentían obligados a ser simplemente standard.

Y, si nos quedamos y nos va bien, tiene que ser porque andamos con los narcos o cualquier cosa parecida. Pero un vecino nuestro nunca aceptará que uno sea capaz de crecer lícitamente.

Nos falta mucha humildad; pero, sobre todo, nos falta solidaridad.

Vea, vecino, la cosa es simple, si usted no da nada, yo me voy. Y si yo no doy nada, pues usted está en su justo derecho de retirarse.

Empiece a dar, empiece a ceder, a ofrecer, a regalar. ¡Acaso que le estoy pidiendo plata! Una sonrisa, un buen gesto, un “Buenos días”, una horita más de trabajo, un poquito más de limpieza en su local, una canción, un caramelito o un comentario positivo.

Al menos a mi, si me da un comentario, le voy a agradecer bastante. Aunque sea “guambra mudo” dígame, pero no se quede callado.

¡No se quede quieto, vecino, que el agua quieta se pudre!


jueves, 15 de octubre de 2015

Crear clientes, no solo ventas




La semana pasada necesitaba realizar una compra urgente de un artículo especial que lamentablemente una vendedora quedó muy mal. Una de mis opciones para encontrar aquel producto fue el Centro Comercial Popular el Salto. La conclusión que tuve en aquel lugar la hago sin el afán de herir susceptibilidades sino con el propósito de dar una real y objetiva descripción de mi experiencia y con la posibilidad que se tomen acciones al respecto.
Para cuando llegamos a aquel lugar, con el afán de ahorrar tiempo, mi hermano y yo nos separamos para recorrer por cada uno de los locales que consideramos que podrían tener aquella prenda. En uno de los primeros locales que visité, la dueña estaba tan concentrada en la telenovela que no se inmutó cuando le pregunté si disponía lo que necesitaba, se limitó a mover la cabeza de forma negativa para continuar viendo su programa. En otra de las tiendas el vendedor no fue capaz de saludar, estaba tan concentrado conversando con uno de sus amigos que seguramente le resultó más importante enterarse de las novedades en lugar de atender. En el recorrido por los varios pisos del centro comercial, las circunstancias fueron muy parecidas; en la gran mayoría de locales los vendedores se limitaban a responder en un tono apático y hasta grosero.
No puedo decir que este tipo de escenario lo vi en todos los locales, pues hubieron vendedores que fueron muy amables, atentos, prestos a atender e incluso recomendaban las tiendas de sus compañeros para poder ayudar. Al principio, supuse que había sido solo idea mía pero al encontrarme con mi hermano y compartirle mi punto de vista, coincidió que había tenido una experiencia bastante similar. Desgraciadamente la gran mayoría de vendedores habían mostrado una actitud esquiva y hasta quemimportista.
Dicen que un cliente bien atendido puede ser más valioso que invertir en una gran cantidad de dinero en publicidad. Aplicando entonces esta frase al Centro Comercial Popular el Salto, me atrevería a decir que existen detalles muy importantes a considerar. Si bien es cierto los productos son determinantes, la atención al cliente es de vital importancia para la continuidad de un negocio. En el caso puntual de aquellos vendedores que prestaron más atención a la televisión, a las conversaciones o que simplemente no les dio la gana de atender de la una forma amigable, ¿cómo pueden esperar que sus negocios prosperen? Se quejan que sus negocios han bajado, que el comercio informal, que el Cotopaxi, que la crisis del país y muchas otras razones más, sin embargo gran parte de responsabilidad está en su actitud; más aun cuando sus potenciales clientes están siendo mejor atendidos por los comerciantes informales: una cruda realidad.
Vuelvo y repito mi intención no es crear controversia ni mucho menos ofender, mi mensaje es que si bien es cierto la gran mayoría de negocios han sido afectados negativamente por diversos motivos, existe mayor responsabilidad para cuidar a los usuarios y brindarles una mejor atención. Ya que si no se cuida a aquellos clientes, de seguro alguien más lo hará.

Editorial por: María José Rodriguez 
latacunani@gmail.com

Cambiar o morir



Llegamos a un momento histórico: se nos propone seguir viviendo o, si es que nos arriesgamos, podríamos empezar a vivir.

Lo que digo no es error gramatical, vecino. Es que una cosa es estar vivo y otra cosa es vivir. Estar vivo es un asunto de mera existencia, no implica acción y se basa en el solo hecho de seguir respirando. Así estamos hasta ahora: respirando inactivos, esperando que llegue el diluvio universal, erupcione el Cotopaxi, o nuestra ciudad colapse o la hagan colapsar y todo; pero sin inmutarnos, con tal de tener el alimento que nos contente.

En cambio, vivir es otra cosa. Vivir es acción, es una potencialidad positiva y un ejercicio de la voluntad. Vive el que hace, vive el que actúa, el que inspira, el que crea y motiva.

Y digo que estamos en ese momento histórico porque hemos llegado al punto de quiebre. No podríamos estar más grises. Como ciudadanos nos hemos despreocupado de generar movimiento. Ya no existe organización filantrópica ni voluntariado desinteresado. Tampoco hay actores políticos reconocibles. Apenas hay por ahí uno u otro pseudo dirigente que nos entretiene con maromas politiqueras más propias de un show televisivo que de un libro de Platón.

Estamos, hablando “latacungueño”, en la lona. Y si como ciudadanos nos hemos quedado quietos, qué hemos de esperar de los que se supone nos lideran, sino lo mismo: inactividad.

La ciudad es un caos. El tránsito depende más de la suerte que de la señalética y es un día bendecido aquel que no nos hayamos librado de chocarnos con un taxista, busero o motociclista. SIMTEL es una falacia: a veces se pude dejar el carro parqueado durante horas y, otras veces, aparece el candadito naranja cuando nos hemos olvidado de cambiar la tarjeta un par de minutos, y no hay santo que nos salve ni razón que se acepte. Los pasos cebra no sirven ni para jugar a la rayuela y no hay chofer “profesional” que sepa respetar un semáforo en amarillo o rojo.

Pero todo esto es bueno, aunque no lo crean. Porque hemos llegado al estado en que hasta el vecino más vago y pusilánime se siente mortificado. ¡Hasta el más cómodo se da cuenta que estamos mal!

Si, con todo esto, que es una señal del destino, usted vecino no se da cuenta de la urgencia de hacer algo, entonces no habrá nada en esta vida que le salve de la extinción. Usted puede que siga estando vivo, pero como latacungueño dejará de vivir. ¿Ahora entiende la diferencia entre vivir y simplemente estar vivo?

Es verdad, cada uno de nosotros estamos obligados a modificar nuestra conducta en pro de la convivencia y el progreso. Pero también es cierto que somos muy malcriados y no cambiaremos así nomás. Se necesita castigo, fuete. Iba a decir correa, pero por los obvios efectos e interpretaciones descomedidas que pudieran hacerse, prefiero la fusta.

Y no es chiste. Esta ciudad necesita orden.

Para todo se pretexta falta de presupuesto, pero solo multando a los infractores se podría hacer millonaria esta ciudad. Propongo algo simple: desarmen ese SIMTEL que no hace más que incomodar, organicen bien los parqueaderos municipales y hagan convenios con los privados, hagan crecer las veredas sobre la zona azul y a todo ese personal pónganles a controlar el tránsito, con unas buenas cámaras como dotación que le permitan multar a todos los malcriados que hoy están de vivos en mi ciudad. Ahí está la plata.

Lo que sea puede hacerse. En serio, lo que sea... algo... cualquier cosa. Vivir es accionar, actuar, cambiar. Si seguimos como estamos desapareceremos. Hay que cambiar.

Le pregunto, vecino, ¿a quién cambiamos primero?





jueves, 8 de octubre de 2015

CONTRATO COMPLEMENTARIO




En una radioemisora local se entrevistaba una administradora de turno, mientras se recibían llamadas en vivo para permitir las preguntas de rigor. Hago algunas anotaciones personales:

1.- Los administradores locales (algunos, pero casi la mayoría) no tienen idea de lo que están haciendo en sus cargos. Aunque los medios se esmeran en tener al entrevistado adecuado, éste no logra responder la expectativa de un oyente medianamente culto. Me queda la duda, si es que el/la superman de turno realmente es torpe, o si está terriblemente seguro de que todos los demás somos torpes y nos trata como tal. Para cualquier ciudadano informado, gran parte de lo que se dice es claramente falso o, al menos, equivocado. Merecemos información oficial fidedigna, confirmada y corroborable.

2.- Estamos copiando estrategias viciosas de manejo de los espacios mediáticos. Las llamadas al aire, de esta entrevista a la que me refiero, todas o casi todas, no eran sino para felicitar y agradecer al entrevistado, a sus estandartes, compadres y priostes. ¡Vergonzoso! Pareciera que ningún Latacungueño tuviera idea de una pregunta coherente. Claro, al intentar llamar al medio para preguntar alguito, toda comunicación se encontraba ocupada. Ahora bien, si casi todas las llamadas son del mismo barrio, a felicitar por la misma obra, de gente adulta y en horas de oficina, lo que a mi me parece es que esas felicitaciones no eran tan sinceras. Me parece mas bien, que algunos burropies y uno que otro cognado se dedicaron a saturar las líneas de comunicación con el medio radial, a fin de realzar las dubitables dotes del superman entrevistado y, de pasito, evitar que preguntas reales lleguen a ser públicas y evidencien (más) la ignorancia del preguntado. Horrible, además de la mentira (o error, demos el beneficio de la duda), tener que aguantar a un puñado de anónimos zalameros que no hacían sino restarle aún más a la imagen de la entrevistada ante cualquier oyente culto.

3.- En toda la entrevista escuché varias veces que, en diferentes obras, habría que hacer “contratos complementarios”. Pero, ¿qué es un contrato complementario? Pues simple: es un segundo contrato que se hace sobre la misma obra, para realizar ciertas tareas que resultan ser nuevas e indispensables para el cabal funcionamiento de la obra principal. Es decir, por la complejidad de la obra, se determinan requerimientos adicionales o diferentes a los originalmente presupuestados y como no puede modificarse el contrato principal, se hace otro llamado complementario. Lo dicho: “por la complejidad de la obra”. Pero escucho que, en mi Latacunga, una gran cantidad de obras van a salir con contratos complementarios. Pregunto: ¿dónde estamos construyendo la nave espacial?

Con esta contratación complementaria puedo disponer hasta del 70% del monto del contrato original; es decir, puedo llegar casi a duplicar el valor de la obra. Si se hace bien, sirve para salvar eventualidades típicas de construcciones complejas; pero si se hace “mejor” sirve para salvar las eventualidades económicas del contratista. Roguemos que estos contratos complementarios de que han tratado en la radio sean a bien de la ciudad. Normalmente, para obras de relativamente pequeña envergadura, como son las pocas que se ven de esta administración, no debería haber mucho contrato complementario. O las obras son enormes, o los contratos están mal hechos o la fiscalización no funciona; pero no puede solucionarse todo con contratos complementarios.

Nos encantaría considerar que todo lo que escuché se debe solo a una ligereza o error de la persona entrevistada. Nos gustaría creer que esta persona estaba nerviosa o, incluso, que no contaba con la información real en sus manos. Pero, en todo caso, y mientras no se nos permita información oficial a la ciudadanía (que nunca se encuentra accesible), nos tocará quedarnos con la duda de si algunos problemas de Latacunga son asunto de corrupción o de simple incompetencia.

Para dilucidar esta duda, vecino, deberemos dedicarnos un poco más a estudiar el funcionamiento de nuestra ciudad. Es momento de interesarnos realmente por lo que pasa en la caja de cascajo.

jueves, 1 de octubre de 2015

Me muero, estos profesionales...




Un profesional, según el diccionario, es una persona que ejerce una profesión. A la par, una profesión es una actividad más o menos habitual de una persona, misma que, por su estado avanzado de preparación o perfeccionamiento de ese hecho habitual, merece ser remunerada por el mismo.

Luego, una cosa es que habitualmente maneje mi carro, y otra cosa es que lo haga tan, pero tan bien, que merezca recibir dinero por hacerlo. Este es el contrapunto conceptual de los llamados chóferes “profesionales”: hacen lo que todos hacemos a diario, lo hacen pésimo, y reciben dinero por ello. Y lo digo de frente, otra de las cosas malas que le han venido sucediendo a Latacunga es la proliferación del taxismo anárquico. Cientos de carros amarillos colapsando nuestra ciudad a las ocho y a las dieciocho, y ninguno cuando uno lo necesita a las cinco de la mañana o a las diez de la noche.

¿Eso es profesión? Redondear el sueldo de Policía, Militar o Profesor en los ratos libres, hacerse una chauchita la mañana antes de ir al verdadero trabajo, o, peor, “rentar” el carrito a un guambra que necesita el trabajo y no consigue qué mas hacer. ¡Eso no es profesión!

Aquí, como de costumbre, me salvo del linchamiento afirmando lo que es verdad: NO SON TODOS. Veo mucho profesionalismo, mayormente, en los chóferes que realmente han hecho del volante su forma de vida: los más antiguos. No se enojen, amigos míos, que a la final yo ando en taxi y luego no me han de querer hacer parada; pero acepten que, de su cooperativa, al menos unito es una verdadera bestia. Y si, de entre sus compañeros, no distingue al más salvajón, pues es harto posible que el muérgano sea usted. Medítelo, sanamente.

Pero hay un profesional que no quiero ver: el político profesional. Es que la política no debe ser una forma de vida, sino un acto de servicio. Queremos políticos bien preparados, claro, pero no gente preparada exclusivamente para la política. Latacunga necesita administradores, abogados, ingenieros, médicos, analistas y mucho más, y, de ellos, varios que tengan vocación política. Una cosa es ser, por ejemplo, un abogado profesional, que vive de eso, y que tiene vocación política de servicio; y otra cosa es ser un vividor de la política que se pasa de cargo en cargo y que, cuando no tiene que más hacer, ejerce de abogado.

No hay, porque no debería haber, políticos profesionales. Lo que si es imperativo para nuestra ciudad es que haya profesionales políticos. La diferencia es enorme.

Si me reúno con un grupo de gente a conversar, no debería ganar un salario por ello. Pero si, esa conversación se vuelve técnica, y de ella resulta, por ejemplo, una ordenanza BIEN HECHA, que beneficie a la ciudad, entonces merezco un estipendio. Si nos sentamos a discutir, en lugar de crear; a debatir en lugar de coordinar; a pelear en lugar de emprender, entonces no estamos haciendo nada profesional.

Cuidado, administradores, en convertirse en políticos profesionales. Sean profesionales políticos.

Otro punto de salvataje a mi favor, antes de que mis amigos Concejales se me tiren al cuello: igual que el taxista, busque entre sus colegas ediles a aquel que no crea, ni coordina, ni construye, ni propone; ese es el político profesional, maligno para nuestra ciudad. Y si claro, usted deduce que todos sus compañeros de foro son correctos profesionales políticos, pues, bueno, qué le diré, saque usted sus conclusiones. Pueda ser que a usted le vaya mejor pirateando taxi.

Lo que digo parecerá fuerte, pero solo para el chófer salvajón y para el político profesional. El profesional político y el chófer profesional lo tomarán, seguro, hasta con algo de humor. Así que, si se siente molesto por la columna de hoy, pues ya sabe a qué grupo se pertenece usted.