viernes, 14 de junio de 2019

Aborto




Desde hace ya mucho se discute sobre la legalización del aborto. Y parece que la pugna se trata en términos morales más que técnicos. Esto es triste, porque al final del día, y aunque la ley deba ser un reflejo de los principios que imperan en una sociedad, también es verdad que esta ley debe ser útil y eficaz.

En el caso del aborto clandestino, como con el consumo de drogas, sucede que su propia clandestinidad impide que tengamos datos precisos del fenómeno. Sin estos datos, el Estado no puede fabricar políticas públicas adecuadas.

Las mujeres que han decidido abortar lo harán sin importar su legalidad. De hecho, esta clandestinidad lo vuelve más riesgoso para ellas. De otro lado, el asunto del aborto no se soluciona con política penal, sino con política de salud y educación. El Estado debe invertir más recursos en analizar el problema del embarazo en menores de edad, por ejemplo, y menos en perseguir a estas muchachas.

Pero debemos tener claro que hay dos conceptos diferentes: despenalizar el aborto, con lo que estoy de acuerdo; y, legalizar el aborto, con lo que discrepo.

Despenalizar quiere decir que una conducta ya no será castigada. Nada más.

Legalizar podría significar un universo de situaciones que no queremos confrontar hoy. Por ejemplo, que un procedimiento médico de este tipo sea cubierto por el sistema de seguridad social, o peor, que la política de salud o de control de natalidad se encarrile en este sendero. Esto, creo yo, muy pocas personas lo desean.

Despenalizar si. No veo motivo para que una mujer que ya tiene que pasar por este proceso traumatizante deba, además, ser encarcelada. Y es que casos hay muchos, pero en gran parte se trata de adolescentes desesperadas, de mujeres que están encerradas en relaciones violentas y otras tantas que carecen de las oportunidades para criar un niño. Muchos dirán que nada es pretexto, pero es indispensable intentar imaginarnos en la situación de otra.

Despenalizar el aborto podría significar la reducción de muertes de mujeres por prácticas médicas inadecuadas, pues podrán acceder a clínicas legales que cumplen con todos los requisitos. Además habrá un registro real de esta práctica que puede ser utilizado para mapear el problema y establecer mejores estrategias contra él. El embarazo adolescente, por ejemplo, parece ser más un problema de educación que de política criminal. Los embarazos no deseados en las zonas rurales son un conflicto cultural y de salud, no criminal.

Caso aparte son asuntos relacionados con violaciones o mujeres gravemente enfermas, con enfermedades terminales o incapacidades mentales. Creo que en estos casos los sistemas de salud del Estado si deben procurar el acceso a un aborto gratuito.

Al final mi posición es pragmática: combatir el aborto desde lo penal y punitivo es un error y solo ha significado el aumento de los efectos letales de estas prácticas. El Estado ha fallado al enfrentar este problema desde el código penal y no puede hacerlo desde otros frentes porque no tiene las herramientas. Y las herramientas que el Estado necesita son datos, información, estadística, números. Toda esta información, hoy, es clandestina. Necesitamos traerla a la luz para poder actuar.

Así las cosas, para evitar que nuestras hijas aborten, debemos despenalizar el procedimiento. Para poder actuar en contra de un fenómeno, primero debemos conocerlo. Y el Ecuador no conoce a profundidad el fenómeno del aborto. Solo por esto, debe ser liberado de toda sanción.

miércoles, 5 de junio de 2019

Matrimonio igualitario




Actualmente en el Ecuador, la unión de hecho entre homosexuales es permitida. Y este estado civil da a estas parejas casi los mismos derechos y obligaciones que el matrimonio. Es obvio preguntarse por qué entonces se sigue peleando por el matrimonio homosexual.

Parece ser que la unión de hecho no es suficiente. Y la discusión se enmarca en la igualdad de condiciones entre heterosexuales y homosexuales. Pero parece ser que el carácter práctico de este discurso es pobre.

La palabra matrimonio proviene del latin mater, es decir madre; y monium que se refiere a rituales legales. Esta palabra históricamente se empleaba para referir el estado jurídico de una mujer casada, a la legitimidad de su maternidad y a su unión para con un hombre así como a todos los efectos económicos y sociales que esto deriva. El origen conceptual de la palabra matrimonio no alcanza para definir una unión homosexual. Además, nuestra Constitución en su artículo 67 claramente establece que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, así que cualquier intento de hacer lo contrario debe pasar primero por una modificación de nuestra máxima Ley, lo que implica un cambio en los paradigmas de todo el Estado ecuatoriano como ente común. Esto puede traer algunos riesgos, pues debilitaría el bloque de constitucionalidad y nos obligaría a pensar en una rara Constitución flexible.

No puede permitirse el matrimonio homosexual en el Ecuador. Y no estoy en contra de la idea, pero si de las formas: por concepto y por Constitución, esta idea no se puede realizar: el matrimonio no es la manera en que una pareja sexodiversa pueda unirse en este país, punto. Pero estoy completamente de acuerdo que las personas deben explotar su derecho a ser felices, y a formar una familia en la forma que deseen. También creo que el Estado debe apoyar estas uniones y permitir formas de proteger a los miembros de estas parejas frente a las eventuales problemáticas que puedan tener. Por ejemplo: constituir un patrimonio mancomunado, ser tratados como pareja o familia en sentido amplio, solucionar sus controversias desde la óptica de la violencia intrafamiliar, etcétera.

Pero insisto: la unión de hecho ya incorpora todos estos beneficios y posibilidades. Así que la pelea por el matrimonio igualitario parece tener más tintes políticos que prácticos. Dicho de forma más simple: a una pareja homosexual, en la práctica, les da lo mismo estar casados que tener una unión de hecho reconocida. ¿O no?

Creería yo que todo este tema es un distractor que nos abstiene de otra discusión posiblemente más trascendente: la adopción de niños por parte de parejas sexodiversas. Sería interesante transparentar el discurso.

La adopción de niños por parte de parejas sexodiversas no se ha discutido. Este tema, tabú, no se trata abiertamente. Quienes se encuentran en situación de decidir no quieren discutir porque no quieren pelearse con nadie. Las agrupaciones a favor de la adopción tampoco quieren discutir porque saben que la sociedad aún no está lista para todo esto y tratar el tema con mucha frontalidad podría lograr que esta sociedad ponga presión en los políticos, quienes acabarán decidiendo en contra, como siempre, en base a sus miedos, y no en base a la realidad.

Resulta más fácil y menos llamativo hablar del matrimonio homosexual que de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Nadie quiere esa discusión, nadie quiere exponerse a un debate de tales magnitudes.

El Estado debe proteger la unión de parejas homosexuales. Sobre las implicaciones de la adopción de niños por parte de este tipo de parejas habrá que analizar profundamente y por separado. Trato de hacer notar, a todos, que la forma de tratar estos temas no es la adecuada. Trato de decir que algunas minorías están utilizando formas de discurso inadecuadas y engañosas; y que nuestra clase política se lava las manos, para variar. Y digo frontalmente, que la sociedad no está lista para esto. No es que sea malo, es que no es el tiempo.

Parecería que lo más adecuado será hablar de esto en unos años más.

lunes, 6 de mayo de 2019

Juzgamos mal




Hace ya algunos días trascendió la noticia sobre una Juez, en Latacunga, que habría negado una orden de prisión al hoy prófugo y antes hombre fuerte del correato, Ricardo Patiño. Tras esta noticia, las redes sociales se incendiaron en contra de la Juez, a quien se tachaba de corrupta y negligente, entre otros variados epítetos. Incluso hubo quienes afirmaron que habría recibido la ridícula suma de medio millón de dólares a cambio de la libertad del político.

Y es que cuando somos anónimos, como es el caso del internet, somos muy atrevidos y decimos lo que sea. Y cuando no conocemos la realidad de las cosas, creemos y repetimos lo que sea. Ahora, entendamos como son en verdad las cosas.

Es así de sencillo: la Fiscalía puede pedir la detención con fines investigativos de una persona que, siendo necesaria para la investigación, se niega a colaborar con ella. Es decir, el o la Fiscal debe hacer los esfuerzos necesarios por obtener lo que necesita para su investigación, y solo cuando esos esfuerzos fallan, justificando sobradamente que no existe otra forma, puede pedir que se detenga a un ciudadano.

Para el efecto, el o la Fiscal a cargo debe evidenciar y comprobar certeramente que el requerido no colabora y que no puede ser traído a colaborar sin el apoyo de la policía. Y esto se llama DETENCIÓN, no PRISIÓN. Me explico: lo que se busca es ubicar al requerido, traerlo a la investigación y, luego de eso, liberarlo inmediatamente. No quiere decir, bajo ningún parámetro, que el requerido deba mantenerse privado de su libertad. Es decir, nunca se negó la prisión de Patiño, solo se negó a hacerlo detener para que colabore, porque aparentemente siempre estuvo colaborando.

Obviamente, debemos verificar que Patiño, en este caso, no colaboraba con la investigación. Esto es lo que la Fiscalía debía comprobar y la Juez debía analizar, nada mas. Pero resulta que Patiño había participado de la investigación por medio de sus abogados y que, en algún momento, él mismo pidió que se le permita acercarse a dar su testimonio. Esto es lo que la Juez valoró a la hora de juzgar. Para ella, el petitorio de la Fiscalía no tiene fundamento y, obviamente, corresponde negarlo.

Debo ser claro, no conozco personalmente a la Juez Benítez más allá de lo que mi profesión obliga. Simplemente estoy convencido que, así como alzamos la voz para reclamar, también hay que alzarla para defender las actuaciones correctas de funcionarios. Y esta, a mi criterio profesional, es una actuación muy correcta. No me gusta el resultado, no me gusta ver otro vinculado al correato eludiendo el sistema judicial. Pero más allá de que me guste o no, la actuación de la Juez es acertada.

Hoy, según dicen, la Juez va a ser investigada hasta el aburrimiento, como si fuera una vulgar delincuente. Me gustaría que también se investigara a varios Fiscales, cuyos actos riñen con criterios de objetividad. Así como muchos se preguntan por qué la Juez dejó ir a Patiño, yo me pregunto por qué la Fiscalía hizo un requerimiento sin la más mínima posibilidad de justificarlo.

Ahora, entendiendo las cosas, ustedes estarán de acuerdo conmigo que es más fácil creer que la Juez Benítez actuó conforme su criterio. Ella sabía que los medios y las redes sociales iban a estallar contra ella. Y aún así, hizo lo que consideró mejor. Para mi no es una cobarde que obedece telefonazos o que se amilana ante la crítica pública. Al contrario, es una Juez valiosa, de esas que hacen lo correcto, caiga quien caiga, y aunque la que caiga sea ella mismo.

No olvidemos la crítica que hacíamos al régimen anterior, la metida de mano a la justicia, funcionarios obedientes y sentencias dictadas en sabatinas. Hoy una juez actuó conforme su criterio profesional, fue leal a sus conocimientos. Hoy, aunque algunos hubieran querido ver en la hoguera al procesado, se aplicó la ley. Hoy, ella juzgó bien y nosotros juzgamos mal.

viernes, 12 de abril de 2019

Lista de pendientes



A punto de estrenar autoridades, y habiendo recibido las más novedosas ofertas de campaña, es adecuado recordarnos – y recordarles – que más allá de la obra física, el reforzamiento de la seguridad y otras ofertas, tenemos una larga lista de pendientes que parecen hacerse olvidado en campaña, pero que no pueden ser dejados de lado a la hora de administrar.

1. Inseguridad.- Aunque la campaña se ha enfocado en un supuesto aumento del crimen, esto no es del todo real. Pero la ciudad sigue siendo insegura en muchos aspectos: la violencia doméstica se mantiene vigente y esto solo se resuelve con políticas públicas de convivencia. La contaminación visual y auditiva es brutal, y la solución solo se depende de una buena ordenanza y un comisario bien parado. Nuestros ríos también están contaminados, y para ello debemos reorganizar nuestros sistemas de manejo de aguas y empezar a sancionar a los contaminadores.

2. Accesibilidad.- Latacunga no es apta para personas con capacidades disminuidas. Hay que mejorar la infraestructura general. También tenemos problemas de accesibilidad al gobierno local: los trámites aún se hacen a la antigua, la información municipal es difícil de acceder y los ciudadanos no somos informados eficientemente de la gestión. Urge incorporar herramientas de gobierno electrónico, reducción de trámites y mejora de los contenidos de la página oficial de la municipalidad y sus redes sociales.

3. Normativa.- Las ordenanzas de nuestra urbe están desordenadas, mal hechas y dejan muchos temas sin tratar. Se requiere una consultoría que informe a los Concejales del estado de la normativa local. En la misma línea, el Concejo debe encargarse de derogar, reformar, crear y codificar un cuerpo normativo sólido que permita reglas claras. Así no solo mejoraremos el sistema en si mismo, sino que seremos más atractivos para la inversión.

4. Tributos.-  Hay muchas tasas y otras imposiciones que se cobran de manera inadecuada o injusta. Una que otra es, incluso, inconstitucional. Deben revisarse los mecanismos de ingreso económico del Municipio, aliviando a los contribuyentes, alentando la inversión privada y permitiendo el desarrollo local en parámetros más competitivos.

5. Producción.- Debemos implementar una política productiva global, que permita el establecimiento de emprendimientos con bajas o nulas cargas impositivas durante sus primeros años. Hay que definir una zona industrial y dotarla de infraestructura. Además urge reestructurar las empresas públicas municipales volviéndolas más eficientes y competitivas en relación a la oferta privada.

6. Turismo.- La mayor tarea de la administración municipal en este punto es la promoción. Conjuntamente se deben iniciar actividades de capacitación a las comunidades indígenas en materia de servicio al cliente, conformación de sociedades y otros temas propios de esta industria. Establecer y promover un circuito turístico que explote las potencialidades de cada parroquia y que convenza al turista de quedarse más de un día en nuestra ciudad.

7. Áreas verdes.- Siendo una de las ciudades con menos espacios verdes por habitante, aún muy por debajo de los estándares recomendados internacionalmente, debemos eliminar la disposición que permite, a los constructores, pagar en efectivo el equivalente al área verde que están obligados a guardar. Si ello no fuere políticamente posible, el Municipio debe organizar un fideicomiso que se encargue de administrar directamente estos fondos, con el único fin de adquirir tierras no productivas y convertirlas en parques y reservas; también de invertir en la recuperación de espacios verdes que ya tenemos pero que no son más que potreros o botaderos.

Y así podemos seguir, posiblemente sin alcanzarnos el espacio de esta página. Posiblemente en siguientes ediciones completemos la lista. Toda recomendación es bienvenida. Solo no olvidemos que una buena administración va más allá de la obra física: debe mejorar nuestro estándar de vida, hacernos sentir más seguros y sobre todo más felices y orgullosos de ser latacungueños.

jueves, 28 de marzo de 2019

Necesitamos Historia



Latacunga es una ciudad que crece aceleradamente. Cada año, miles de nuevos vecinos se nos unen, algunos, compartiendo las líneas de convivencia que siempre han caracterizado al latacungueño. La mayoría de los nuevos bienvenidos desconocen por completo el sentido y concepto de “latacungueñismo”.
Ahora, ya avocados a esto, ¿será que los que con orgullo nos decimos LATACUNGUEÑOS, conocemos también este concepto? Dudo.
Dudo bastante, porque yo mismo soy mashca de cepa, hijo de mashca, nieto de mashca. Algunas veces he utilizado, en este espacio, el término “latacungueñismo”, no siempre seguro si lo hago bajo mis propios paradigmas de comportamiento, mi ideal de latacungueño, o un verdadero sentimiento proveniente del conocimiento de mi ciudad. Siento, obvio, pasión por mi ciudad, pero no puedo estar seguro de amarla bien; esto, desde el paradigma de que no se puede amar algo que no se conoce.
¿Conocemos la ciudad? ¿Sabemos la historia real de nuestra fundación, de nuestros próceres, de nuestros personajes?
Mientras historiadores nacionales y locales, cronistas y coleccionistas se debaten entre detalles y microleyendas que más parecen anécdotas, en la mayor parte de nuestra historia local, no hay consenso; y, si lo hay, no lo conocemos. Los textos que contienen nuestra historia están en manos de unos pocos, en colecciones poco visitadas y, en ningún caso, en programas educativos.
Claro que también es mi culpa, porque pude siempre mostrar mayor interés, y buscar esos textos, interesarme en investigar. Pero, seamos sinceros, en nuestra comodidad, ¿no sería bueno que alguien nos enseñe, en lugar de ir a buscar?
Entiéndase que no me estoy excusando, de ningún modo. Solo digo que, es claro, que durante décadas nos hemos despreocupado de mantener nuestra memoria histórica. Es más, pareciera que hacemos todo lo posible por olvidar.
¿Por qué queremos olvidar? ¡Carajo! Tenemos antecedentes históricos riquísimos, llenos de intelectuales, próceres, héroes, escritores, políticos…
Cantamos lo de “filántropos, sabios y grandes” con la imagen de León en la cabeza, mientras desconocemos a Páez, Ramírez, Subía, Vásconez, Campi, Varea…
Un filántropo es quien dona algo a la caridad, porque tiene y puede, Más valor tiene, para mí, el que da sin tener nada, el que crea, el que genera, el que guía y libera. No hago de menos a León, cuya virtud de “tener bastante” ha permitido la existencia de esta ciudad; pero es evidente que debemos descobijarnos del paternalismo filantrópico pasado, para dedicarnos, también, a estudiar y recuperar otras dotes que siempre caracterizaron a los latacungueños, y que lo siguen haciendo, pero con menos “cobertura de prensa”. Siempre hubo, y sigue habiendo, entre los mashcas de otrora y hoy, grandiosos políticos, pintores, escritores, deportistas, científicos. Yo mismo conozco, gente de mi edad, escribiendo libros técnicos de mecánica aplicada, cursando estudios de motores espaciales y, un compañero de aula mío, dando charlas de matemática avanzada en el extranjero. Somos mashcas, eso somos. Somos grandes.
Regreso al título: necesitamos historia. Necesitamos recuperar nuestra historia perdida y, por sobre todo, necesitamos escribir nuestra historia futura. Todo latacungueño tiene, en su ser, y por la bendición de haber nacido en esta tierra, el potencial de ser leyenda.
Salgamos del sillón, de nuestra comodidad, de nuestro ostracismo y de nuestra autoinfringida ineptitud, que nuestra madre no se cambia la chalina sola!

martes, 26 de febrero de 2019

Fiesta electoral




(Agradezco la colaboración en este editorial a mi amigo Juan Carlos Moreno Mora)

Como enamorando a una chiquilla, el candidato ofrece cualquier cosa a cambio de un voto. Nosotros, mientras tanto, hacemos brillar los ojos, ilusionándonos con la propuesta más grande, aunque la sabemos imposible de cumplir. Es que somos como muchachitos inexpertos, nos enamoramos de cualquier cosa, de un ideal. Como doncella de cuento, buscamos príncipe a caballo, cuando no hay más que oportunista en burro.

Tenemos 2 candidatos que son como la ex novia: quieren volver pero no sabemos para qué. Se promocionan haciéndote acuerdo de lo bonito que pasaban, pero uno también debe acordarse que los momentos bonitos tuvieron un precio, un alto precio. Y en la política, como en el amor, eso de “mas vale malo conocido...”, simplemente no aplica. Sabes que al decirle que si, no habrá muchas cosas nuevas o diferentes.

Otros, asoman como nuevos. Son la chica guapa, popular y nueva que podrías tener, pero no le metes mucho ñeque o no le tienes mucha confianza porque también puede tener algún mal antecedente. Además tus ex te dejaron tan golpeado que, mejor, ya no quieres saber nada. Y eso es riesgoso también. El miedo puede hacernos perder algo bueno.

Hay candidatos honorables, claro que los hay, gente de principios, trabajadores y con alto sentido del latacungueñismo, pero se ven como la niña fea pero de buenos sentimientos a la que le gustas pero no puedes dejar que la gente te vea con ella porque se te arruina la reputación. Es que no son populares, nadie les conoce y uno prefiere no arriesgarse.

Y hay candidatos, que ahí están. No son ni chicha ni limonada. No se sabe ni sus intenciones ni sus ideas. Ni siquiera hacen el esfuerzo de coquetear. Pero se llevan una parte de la fiesta, comen, bailan. Saben que no van a conseguir nada de ti, pero aunque sea se dan un baño de popularidad y es mejor alguito, aunque no pesquen nada concreto.

Es igual que una discoteca: están personas buenas, las malas, las guapas y las feas. También las invisibles. Pero hay que escoger una para bailar, porque si nos quedamos sentados viendo, tampoco vamos a conseguir nada. La fiesta se hace bailando. Y si nos quedamos fuera, ni siquiera tendremos luego el derecho a opinar. Es imperativo, urgente, que tomemos partido, que nos definamos por uno u otro candidato y lo apoyemos.

El mayor problema en nuestra ciudad es el quemeimportismo político. Nuestra fiesta se está llenando de candidatos y no tiene ciudadanos informados. Es una fiesta llena de chiquillas coquetas, con muy pocos interesados en ellas. Cuando el local está lleno de coquetas y vacío de gente interesada, ya no es una fiesta: es un prostíbulo.

Nuestra política local está así, prostituida. Y es nuestra culpa como ciudadanos, porque no hemos sabido dejar fuera a los oportunistas. No hemos querido atacar frontalmente a los corruptos. No opinamos contra los negociantes de votos ni reclamamos a los mentirosos. Así, las posibilidades de tener buenos administradores se reducen. Es que las princesas ya no quieren ir a la fiesta, porque está llena de indeseables. Los buenos ciudadanos no quieren lidiar elecciones, porque no hay apoyo popular y no pueden pelear con las chequeras de los oportunistas.

Aún quedan candidatos buenos. Están dispersos, un poco ocultos. Nosotros, lo ciudadanos, tenemos que llevarlos a la fiesta y hacerlos bailar. Nosotros tenemos que apoyarlos abiertamente, agruparnos con ellos y así sacar del salón a las fieras, las locas y las coquetas.

Insisto: si no lo hacemos ahora, terminaremos bailando con cualquier cosa, con oportunistas, con dulcesueños, ladrones.

jueves, 14 de febrero de 2019

Campaña de pobre




Por ley, el Estado debe proveer a los candidatos de cierta cantidad de fondos para que éstos puedan enfrentar su campaña. Estos fondos se calculan en al rededor de 40 centavos por persona según el territorio donde uno sea candidato. La verdad, no es mucho para una campaña. Pero es bastante para una no-campaña.

Los costos de una lid electoral para una provincia como la nuestra, puede fácilmente superar los trescientos mil dólares, sin hacer grandezas. Lo que el Estado provee no llega ni a la quinta parte de eso. Entonces una persona honesta que ha vivido de su propio esfuerzo toda su vida, difícilmente podría afrontar una campaña semejante. Esto hace que los mejores ciudadanos, que normalmente no serán millonarios, deban quedar fuera de la administración gubernamental, aunque fueran muy queridos por la población.

Obviamente, para conseguir esos capitales, los candidatos deben recurrir a ciertas maniobras como hacerse apoyar de intereses privados que, con la misma obviedad, deberán recuperar sus inversiones. Esto compromete al candidato a beneficiar a sus ayudadores cuando llegare a ser administrador de nuestras cosas.

Ningún candidato puede negar que tiene estos pactos. Ninguno.
Es importante, para nosotros los votantes, preguntar al candidato quiénes son sus aliados, y qué pacto se va a hacer con ellos. Debe preocuparnos que los aliados de los candidatos sean los menos peores. Al final, ellos son los que nos van a gobernar, tras cortinas. Así ha sido siempre.

Debemos trasnparentarnos: el candidato no puede seguir apareciendo como virgen inmaculada, y los votantes no podemos hacernos los tontos buscando al que dice que no tiene ningún pacto ni debe favor a nadie, porque eso simplemente es mentira.

El que no tiene acuerdos, el que dice enfrentar la campaña solo, ese me da más duda: no hace propaganda, no moviliza gente, no llega a las masas, no pone ni un cartel. Queda averiguar qué hace entonces con la plata que le dio el Estado, y si no puede mover ni cien personas, cómo se le ocurrió lanzarse de candidato.

Repito: lo que el estado da es poco para el que si tiene intensiones, pero mucho para el que no va a hacer nada y pueda esperanzarce en estos rubros para pagar alguna deudita.

Vecinos: es importante entender cómo funciona la política. Nos están vendiendo seres mitológicos, no administradores reales. Y nosotros seguimos votando por estos demagogos mentirosos, en lugar de elegir a quien, con transparencia, nos dice cómo realmente piensa hacer las cosas.

Nos gusta que nos mientan.

No hay campañas de pobre. Hay pobres haciendo campaña. Y otros haciendo campaña para dejar de ser pobres.