Actualmente en el
Ecuador, la unión de hecho entre homosexuales es permitida. Y este
estado civil da a estas
parejas casi los mismos derechos y obligaciones que el matrimonio. Es
obvio preguntarse por qué entonces se sigue peleando por el
matrimonio homosexual.
Parece
ser que la unión de hecho no es suficiente. Y la discusión se
enmarca en la igualdad de condiciones entre heterosexuales y
homosexuales. Pero parece ser que el carácter práctico de este
discurso es pobre.
La
palabra matrimonio
proviene del latin mater,
es decir madre; y monium
que se refiere a rituales legales. Esta palabra históricamente se
empleaba para referir el estado jurídico de una mujer casada, a la
legitimidad de su maternidad y a su unión para con un hombre así
como a todos los efectos económicos y sociales que esto deriva.
El
origen conceptual de la palabra matrimonio no alcanza para definir
una unión homosexual. Además, nuestra Constitución en
su artículo 67 claramente establece que el matrimonio es la unión
entre un hombre y una mujer, así que cualquier intento de hacer lo
contrario debe pasar primero por una modificación de nuestra máxima
Ley, lo que implica un cambio en los paradigmas de todo el Estado
ecuatoriano como ente común. Esto puede traer algunos riesgos, pues
debilitaría el bloque de constitucionalidad y nos obligaría a
pensar en una rara
Constitución flexible.
No
puede permitirse el matrimonio homosexual en el Ecuador. Y
no estoy en contra de la idea, pero si de
las formas: por concepto y por Constitución, esta idea no se puede
realizar: el matrimonio no es la manera en que una pareja sexodiversa
pueda unirse en este país, punto. Pero
estoy completamente de acuerdo que las personas deben explotar su
derecho a ser felices, y a formar una familia en la forma que deseen.
También creo que el Estado debe apoyar estas uniones y permitir
formas de proteger a los miembros de estas parejas frente a las
eventuales problemáticas que puedan tener. Por ejemplo: constituir
un patrimonio mancomunado, ser tratados como pareja o familia en
sentido amplio, solucionar sus controversias desde la óptica de la
violencia intrafamiliar, etcétera.
Pero
insisto: la unión de hecho ya incorpora todos estos beneficios y
posibilidades. Así que la pelea por el matrimonio igualitario parece
tener más tintes políticos que prácticos. Dicho de forma más
simple: a una pareja homosexual, en la práctica, les da lo mismo
estar casados que tener una unión de hecho reconocida. ¿O
no?
Creería
yo que todo este tema es un distractor que nos abstiene de otra
discusión posiblemente más trascendente: la adopción de niños por
parte de parejas sexodiversas. Sería
interesante transparentar el discurso.
La
adopción de niños por parte de parejas sexodiversas no
se ha discutido. Este tema,
tabú, no se trata abiertamente. Quienes se encuentran en situación
de decidir no quieren discutir porque no quieren pelearse con nadie.
Las agrupaciones a favor de la adopción tampoco quieren discutir
porque saben que la sociedad aún no está lista para todo esto y
tratar el tema con mucha frontalidad podría lograr que esta sociedad
ponga presión en los políticos, quienes acabarán decidiendo en
contra, como siempre, en base
a sus miedos,
y no en base a la realidad.
Resulta
más fácil y menos llamativo hablar del matrimonio homosexual que de
la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Nadie
quiere esa discusión, nadie quiere exponerse a un debate de tales
magnitudes.
El
Estado debe proteger
la unión de parejas homosexuales. Sobre
las implicaciones
de la adopción de niños por parte de este tipo de parejas habrá
que analizar profundamente y
por separado. Trato
de hacer notar, a todos, que la forma de tratar estos temas no es la
adecuada. Trato de decir que algunas
minorías están utilizando formas de discurso inadecuadas y
engañosas; y
que nuestra clase política se lava las manos, para variar.
Y digo frontalmente, que la sociedad no está lista para esto. No es
que sea malo, es que no es el tiempo.
Parecería
que lo más adecuado será hablar de esto en unos años más.
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