Todos estamos quietos. La
delincuencia nos obliga a reducir nuestras actividades en todo sentido. Esto,
por supuesto, significa que ocupamos menos servicios y adquirimos menos
productos; o sea, gastamos menos. Si gastamos menos, alguien gana menos. Este
es el círculo vicioso de la crisis económica: no tenemos plata y no gastamos,
como no gastamos, otros no tienen plata y así sucesivamente.
Pero la delincuencia es
solo un factor, y es un factor circunstancial. Cotopaxi tiene su economía
parada por causas mas bien estructurales y la deficiencia de los
administradores locales.
Nuestra provincia es un
productor agrícola deficientemente explotado y hasta hace dos décadas teníamos
una significativa participación industrial. Debemos apuntalar estas dos fuentes
de ingresos y potenciar el mercado de servicios.
Para mejorar la producción
agrícola necesitamos reducir los costos de producción e incentivar la
explotación de tierras ociosas. Esto solo se logra convirtiendo a Cotopaxi en
una zona económica especial, y la mayor parte de requisitos los tenemos.
Nuestra gobernación debe elevar la alerta a la Presidencia de la República y
nuestros Asambleístas deben proponer las reformas normativas necesarias a fin
de que nuestros agricultores se beneficien de mejores condiciones económicas,
incluyendo una reforma al Código del Trabajo que permita relaciones laborales
más flexibles y adecuadas a la realidad.
Una vez apuntalada la
producción, hay que vender lo producido. La prefectura y las alcaldías deben
permitir mercados mayoristas reales, solo de productores acreditados y además gestionar
dos mercados de transición (uno en La Maná y otro en Latacunga o Salcedo) por
medio de los cuales se centralice el abasto a otras provincias beneficiando a
pequeños productores que normalmente no pueden conectar con compradores en el
resto del país.
Con respecto a la
industria, también dependemos de ser catalogados como zona económica especial.
Sin embargo, no es menos cierto que nuestros gobiernos locales no han
planificado zonas industriales adecuadas y tampoco han modificado sus
ordenanzas para reducir la carga impositiva que los emprendedores deben
soportar. Una ciudad bien organizada y con beneficios a los emprendedores es
campo fértil para las iniciativas privadas.
El mercado de servicios está
en grave riesgo. Los proveedores de servicios independientes (abogados,
arquitectos, constructores, terapistas…) se han visto en la obligación de
reducir sus precios hasta valores ridículos, con tal de tener algo en el
bolsillo. Causa competencia desleal y fuga de talentos.
Los médicos, sobre todo en
Latacunga, parece que tienen algún avance: hay clínicas construyéndose por todo
lado.
Hay que regresar a ver a
los servicios relacionados con las tecnologías, pues estos negocios pueden
atender clientes a nivel mundial y nuestros muchachos se encuentran muy
relacionados ya a estos negocios. Lo mismo: medidas de aliento que llamen a los
emprendedores. Otras propuestas que pueden potenciar nuestros gobiernos locales
son las incubadoras de emprendimientos y los centros de trabajo compartido.
Estas iniciativas permiten que emprendedores inicien sus actividades con pocos
costos iniciales, con apoyo técnico y asesoría.
Piensen en esto: una muy
buena parte de los profesionales de alto reconocimiento que encontramos en las
grandes ciudades, son cotopaxences o descendientes de cotopaxences. Nuestros
productos del agro se venden en todo el país pero mediante intermediarios. Tenemos
zonas abiertas que están listas para recibir industria, pero no hay
organización territorial. Los que decidimos quedarnos en nuestra tierra, la
pasamos muy feo enfrentando un mercado debilitado y sistemas públicos
atentatorios.
Quietos estamos. Y no
podemos seguir así.
De parte de los
ciudadanos, es urgente volver a organizarnos. Las asociaciones barriales deben
retomar peso en la política. Las asociaciones profesionales deben ganar
posición dentro de las decisiones de la autoridad de sus ramos y, sobre todo, adelantar
la investigación y el desarrollo de nuevas teorías/tecnologías.
Los que hacemos opinión
debemos regresar a ver a la política activa. Los que se viven quejando, deben
empezar a hacer opinión fundamentada. Los que no hacen nada, es momento de
hacer algo.
Los problemas económicos,
por desgracia, deben arreglarse en el campo político y para eso nos es
obligatorio tener mejores representantes y autoridades. Al final, nosotros los
elegimos.
Ya no podemos seguir
quietos.
Nos toca, a los cotopaxenses,
levantarnos de donde nos han dejado tirados, aprender cómo funciona el mundo
actual (incluyendo la política) y actuar. Nada se logra solo pensando, y casi
nada se consigue solo diciendo. Es hora de hacer.