Ayer, domingo, hubo
elecciones, y la escuela del guagua fue recinto electoral. Lunes, día
libre hasta que limpien el desorden. Así se resuelve el asunto en el
recinto electoral: dando un día libre para limpiar.
Pero, ya entrados en
gastos democráticos, ¿cuántos días libres tomaría limpiar el
desorden de las elecciones de hace cuatro años? Es que, en la
escuelita, solo hay que levantar los pertrechos y reposicionar las
bancas; pero, en democracia, un evento electoral deja un potencial
desorden de cuatro años, o mas.
Dejo constancia que
escribo esto antes del domingo, es decir, para hoy, que está siendo
leído, ya se sabe cual será el encargado de limpiar el desorden.
Yo, escribiendo esto, no se quién triunfará la lid electoral.
Esta constancia debe
quedar, pues lo que se debe decir es claro: hace cuatro años
sufragamos, y elegimos a quienes nos han administrado durante todo
este tiempo, hasta hoy. ¿Qué nos queda hoy, cuatro años después?.
El mismo desorden, o peor.
Insisto, hoy que
escribo, no se quienes serán designados como administradores de mi
ciudad, pero hoy que me leen, ustedes ya saben quiénes son; puede
que sean los mismos, o puede que otros. Estos elegidos o reelegidos,
tienen la obligación de rescatar el tiempo perdido. Los últimos
cuatro años se han ido en chaupiobras, casi todas rurales. El centro
de la ciudad sigue abandonado, la estructura administrativa sigue
siendo deficiente, las ordenanzas siguen siendo antitécnicas y las
órdenes no se cumplen.
¡Ah, pero cuidado con
darse un solo día libre!. El rescate de la ciudad debe ser
inmediato. Una auditoría completa, de todos los cargos y de todas
las cuentas, es urgentísima. La remodelación, reestructuración y
reorientación de uso de algunas chaupiobras, también es urgente. La
depuración del personal contratado, la reubicación y repotenciación
del capital humano es indispensable. La reorientación del
presupuesto, hacia las necesidades más obvias, es emergente.
Hay que limpiar la casa
desde dentro. El Municipio, como entidad, es deficiente. Una entidad
deficiente administra deficientemente. Una administración deficiente
provoca una ciudad deficiente. Eso es lo que tenemos hoy: una ciudad
deficiente.
Empecemos
reestructurando el mismo Municipio, como entidad. Hay que modernizar
y reorganizar. Más que reorganizar, reestucturar. Los mecanismos
burocráticos de la administración local son caducos. Las mismas
instalaciones son caducas. El edificio Municipal debe mantenerse como
un símbolo histórico. En él debe mantenerse, solamente, el
despacho del Alcalde, la sala de reuniones del Concejo y despacho
privados de los Concejales. Es necesario que, para las partes
operativas, se cree otro edificio, moderno y funcional.
Ahora bien, el Concejo
debe ser una entidad plenamente operativa. La sala del Concejo no
puede ser, como hasta hoy, un mesón con sillas. Se necesita una sala
DE TRABAJO, con conexiones de Internet, proyectores, micrófonos que
graben todas las sesiones y equipos de comunicación permanente. El
Concejal debe ser un aporte técnico, que llegue a TRABAJAR, no a
solamente opinar. Hay que darle las facilidades para ello y, luego,
recriminarle severamente su falta de trabajo.
El despacho del alcalde
también debe contar con una sala de reuniones, no al estilo “salita
de té”, sino un ambiente propicio para el trabajo técnico.
El espacio sobrante, si
lo hubiera, en el edificio histórico, debe ser procurado para salas
de capacitación y eventos académicos, mismos que la Administración
debe gestionar. Estos eventos se orientarán a la educación en
participación ciudadana y al mejoramiento contínuo del elemento
humano, tanto del propio servicio público como de los actores y
dirigentes comunitarios.
Si, en los primeros dos
años, se logra, solamente, convertir al Municipio en un agente
plenamente operativo, los siguientes dos años deberían ser muy
sencillos de gestionar.