El
latacungueño, por nefasta tradición, es demasiado bueno y demasiado
manso. No la mansedumbre del cobarde que no enfrenta por no
arriesgar, sino la mansedumbre del que se sabe habitante de un lugar
pacífico, la bondad de quien ha vivido siempre entre bondadosos. Así
hemos sido los mashcas siempre: generosos, bondadosos, frontales.
Hoy,
estas actitudes no nos sirven mas. Necesitamos, con urgencia, saber
decir NO.
Como
el Concejo, que dijo “NO” al endeudamiento de la ciudad en una
obra mal calculada.
Ya
hemos dicho que “SI” a muchas barbaridades, como si fuésemos
mascotas de un poder superior, y en espera de las migajas que puedan
rodar del mantel. Algunos de estos animalitos de confianza dijeron
“SI”, por ejemplo, a la cárcel, al burdel de la entrada a la
ciudad, a las construcciones ilegales junto a los ríos, a ciudadelas
nunca terminadas, a la proliferación anárquica del taxismo, al
desorden social...
Pero
hoy no vamos a tratar de esos “animalitos”, cuyos datos y razones
son conocidos por todos. Justamente, porque todos sabemos quienes nos
han perjudicado de tales maneras es que no hace falta dedicarles ni
una línea más. Ojalá a las mascotas del poder no se les ocurra
postularse para cargos de elección popular, porque somos tan giles
que hasta podríamos hacerles ganar.
Justamente
para quitarnos lo giles, es mejor que hoy tratemos de quitarnos
nuestra mansedumbre personal. Si, vecino, usted es otro buey manso en
manos de mal arriero.
Es
indispensable aprender a decir “NO”. En cosas simples: como
cuando vienen malvivientes a arrendarle el cuartito, o cuando le
quieren cobrar sin taxímetros, diga “NO”.
Nada
tiene de malo negarse a hacer lo que está mal. No tenga usted pudor
en negarse al absurdo y ser más consciente de su realidad personal.
Igualito, cuando le vendieron la casa al filo del río debía decir
NO, o cuando nos subieron la tarifa de recolección de basura, o
cuando nos pusieron la cárcel... Si hubiéramos dicho “NO”, hoy
muchas cosas fueran más fáciles.
Pero
empecemos con lo pequeño, lo simple. Al que bota la basura en la
calle, al que pinta las paredes, al que anda borracho por la calle o
escupe en la vereda, digámosle “NO”. Es verdad, no podremos
regresar el escupitajo a la boca del patán, ni quitarle lo ebrio al
amanecido, pero con un poco de constancia, crearemos cultura y, sobre
todo, culturizaremos al que no sabe vivir en una ciudad.
Luego
aprenderemos a decirle que no al demagogo, al politiquero mentiroso,
al “líder de minoría” que solo busca la confrontación y ver a
Latacunga arder, al migrante que no acaba de aprender a vivir en
Latacunga como se debe vivir en Latacunga, al oportunista que pesca a
río revuelto y al farsante que anda ofreciendo obras aún a
sabiendas que no tiene plata.
Es
que así somos: nos ofrecen veredas y bordillo y aplaudimos como
hinchas, a cambio del favor nos hacen aceptar tonterías (como la
cárcel o el camal en Tilipulo) y, a la vuelta, lo ofrecido se diluye
en discursos y maromas políticas. No seamos más el borrego torpe de
la demagogia, no permitamos más que jueguen con nuestras voluntades
para, al engaño, hacernos empeñar nuestras vidas y las de nuestros
hijos a cambio de par metros de tubería y cuatro volquetas de ripio.
Ya
debemos estar cansados de tanta decepción, de tanta indolencia, de
tanto oportunismo; de tanta ignorancia.
Digamos
“NO”