martes, 17 de diciembre de 2013

El campeonato electoral.




Vamos al fútbol, pero, jugaremos en la copa “Rodrigo Espín”, o en la copa “Patricio Sanchez”, o buscar el trofeo “Yanez”?.

No se qué opinen ustedes pero este proceder es tan parroquiano, que no sería apropiado ni aún siquiera en Tangamandapio. Ahora, el deporte, también es tarima. Y, los dirigentes deportivos, obviamente, se prestan. Estos grises negociantes (me refiero a los publicistas o quienes les asesoran, no a los políticos, por si me quieren saltar al cuello), no entienden que existen cosas intocables. El deporte es sagrado, es el único espacio libre de basura política que nos quedaba. En su ansia de poder, contaminan todo, matan todo. Poco les faltará para hacer desfilar a sus mamasitas con camisetas de su efigie. (Aunque creo que ya se ha hecho.)

Me siento, la verdad, insultado. Arman torneos barriales, dos entrevistas en radio y publican fotos sonreidotes, acompañando a un “Saludo a Latacunga por sus fiestas”. Así, seguro, piensan ellos, ganarán el voto popular. Mediocres.

Entiendan de una vez: este pueblo no es estúpido. Dejen de tratar a los ciudadanos como si fueren imberbes mozuelos de escuela. La gente está hastiada de estas burlas. La gente está ofendida.

Mientras se pelean el trofeo, la ciudad sigue esperando proyectos, planes, ideas reales, financiamiento y la reconstrucción del centro.

Ah si, esto del centro es otro tema. ¿Cuando volveremos a ver obra real en el centro histórico? ¿Cuando le daremos uso turístico a todas nuestras plazoletas? Mientras Latacunga, la CIUDAD de Latacunga, el CENTRO, se cae a pedazos, el turismo se nos va, y el emprendedor huye, todos los de turno se apean al poder, con chaupi obras, caminos vecinales, medias canchas y par de faroles en los barrios rurales. Claro, es allí donde aún hay votos para pusilánimes. En la CIUDAD, quienes tiene acceso a una instrucción básica, difícilmente se convencen con estas ofertas.

Es necesario escuchar, de los candidatos, sus posiciones REALES respecto a, por ejemplo: turismo histórico, turismo de aventura, control de construcciones, recuperación de espacios culturales, creación de oportunidades para los jóvenes emprendedores, agua, organización territorial, codificación de ordenanzas y demás.

Latacunga está cansada, Latacunga no merece el trato que ha recibido hasta ahora.




martes, 1 de octubre de 2013

Breve Historia del Palacio Municipal de Latacunga



Por: Paúl García Lanas


En el primer plano que se conoce de la vieja ciudad de Tacunga, en 1587 cuando era un tambo de vital importancia para la Real Audiencia de Quito por la producción de sus obrajes urbanos y rurales, se observa la traza urbana “dameral” primitiva con una distribución espacial tal cual como ha permanecido hasta la actualidad en sus espacios más importantes, es decir, en un trazado que conserva los sitios donde están ubicadas las más importantes edificaciones como iglesias, gobernación y residencias de relieve como la del Marqués de Maenza, Manuel Matheu, en la esquina de las calles Quito y Padre Salcedo, que hace 300 años era la única construcción de tres pisos en la ciudad.
El espacio destinado a lo que hoy ocupa el palacio Municipal de Latacunga era una residencia real del Cacique Sancho Hacho de Velasco, años más tarde era la casa de la familia Ramírez y Fita, donde nacería el afamado presbítero Cayetano Ramírez Fita, quien formaría parte de la política y Constituciones del siglo XIX, específicamente en la elaboración de la primera en 1830 como lo testimonian los documentos respectivos, especialmente la publicación del historiador Patricio Muñoz Valdivieso en uno de los Boletines de la Academia Nacional de Historia.
Siguiendo con el tema, a finales del siglo XIX la propiedad privada central de la ciudad de Latacunga, estaba muy bien distribuida, en base a su estructuración primitiva ya anotada, al sur la Iglesia Matriz y el estanco “real”, al norte las residencias de las familias Iturralde Irazabal, Maya Naranjo y Rivas Gallo, al oriente las de las familias Ramírez Fita, Vasconez Cuvi y Teran Arellano, al occidente, la citada casa que fuera del Marqués de Maenza, en aquella época de la familia Pazmiño Cardenas, junto a ella, el Asilo de Beneficencia “Estupiñán”, hacia el sur la casa de la familia Narváez Vasconez y la Casa de Gobierno que en el siglo XIX era el figón de la heroína Baltazara Terán.
Se iniciaba el primer decenio del siglo XX, y el Cabildo estaba presidido por el latacungueño Angel Subía Urbina, quien fue motivado para hacer realidad la construcción de una Casa del Cabildo, pues hasta entrado el siglo referido, la casa municipal y/o parroquial estaba ubicada junto a la hoy Curia Diocesana, es decir en la calle “Sánchez de Orellana”.
En Quito, estaba de “moda”, por así decirlo un afamado profesional de la arquitectura, que era catedrático en la Escuela de Bellas Artes llamado Raúl María Pereira Alves, éste fue llamado por el Cabildo latacungueño para que elabore un proyecto de un gran Palacio Municipal para la ciudad de Latacunga, pero, quien era Pereira, sepamos algo al respecto.
Raúl María Pereira nació en Portugal en 1876, estuvo en Ecuador para ser Maestro de la Escuela de Bellas Artes, se casó en Guayaquil en 1914 con Elvira de Veintemilla Vivanco, pariente cercana del ex Presidente Ignacio de Veintemilla, cuando en Quito, Pereira planificó el actual Ministerio de Defensa, que a inicios del siglo XX era el Palacio para la Exposición Universal aquí desarrollada, fue un gran artista plástico, pues retrató a 43 próceres de la Independencia de Guayaquil, retratos que están ubicados en el Museo Municipal del Puerto Principal, ciudad donde construyó la antigua biblioteca del Cabildo.
Partieron a Lima los esposos Pereira Veintemilla, pues la familia de la novia tenía allí parientes cercanos, fue allí diplomático y construyó varias residencias hasta su fallecimiento en 1933. Una nieta suya, Mariel Delucchi Pereira, visitó Latacunga hacia el año 2000, y se entrevistó con el historiador Paúl García Lanas, quien le indicó detalles documentales de la construcción del Palacio Municipal de Latacunga, que a criterio de ella, es la construcción más completa de las proyectadas por su abuelo, pretendía la señora Delucchi escribir una obra histórica acerca de la vida y obra de su ilustre abuelo.
Pereira fue contratado por el Cabildo de Latacunga a mediados del año 1910 para que elabore el proyecto del Palacio Municipal, cuando Pereira visitó esta ciudad, se alojó, según el citado historiador García, en casa de la familia Custode, a pocos pasos del parque central, se desconoce el monto de la contratación, pues los folios correspondientes no se encuentran en el archivo de la Secretaría del Municipio.
Sin embargo se sabe que se contrató además al Ingeniero Federico Páez, quien fuera Presidente del Ecuador en 1937, para que elabore los planos que le correspondían a su profesión, es decir planos ahora llamados estructurales, contratado Páez a un valor de 400 sucres (cuatrocientos sucres), se sabe además que se pidió al constructor jesuita Pedro Bruning que elaborara un plano para realizar la nivelación del suelo, pues, los niveles entre la Plaza Mayor, hoy parque “Vicente León” y la plazoleta “San Francisco” hoy plazoleta “Simón Bolívar” al oriente, es muy diferente, la elevación de la segunda con respecto a la primera es notoria.
Como Pereira partió a Guayaquil y luego a Lima, éste dejó dibujados los planos originales en dos grandes planchas de papel especial de elevado gramaje, trabajo realizado en tinta china, a mano alzada y muy bien desarrollados, planos que hasta hace pocos años se exhibían en la oficina de planificación del Municipio de Latacunga.
Los planos corresponden a las fachadas principal y posterior del Palacio, además las vistas de sus espacios, muy bien distribuidos: adelante el patio, corredores y oficinas, y en la parte posterior un gran espacio para un teatro, que lamentablemente no se llegó a construir, pues para la época en que se concluyó la primera etapa de la construcción, ya se pensó en la construcción del teatro del colegio Vicente León, que, lo construyó el arquitecto Augusto Ridder Ostman, quien fue, coincidencialmente el que construyó la segunda etapa del Palacio Municipal, que lamentablemente tuvo que ser modificado en su parte posterior, es decir, no se llegó a hacer realidad el citado teatro.
El proyecto original consta de un edificio neoclásico, con columnas corintias, arcos de medio punto arriba y arquería románica abajo, nueve arcos al frente principal, distribuidos en tres grupos de tres cada uno; hoy, la arquería sur y norte consta de 16 de medio punto, en las fotos iniciales consta la primera etapa de 8 arquerías, luego se construiría la otra mitad. Lo que si consta en el proyecto original es una edificación sin que se note la piedra pómez original, es decir, Pereira podría haber planteado la edificación enlucida, sin embargo el haberle dejado en piedra pómez tallada en estilo neoclásico, lo ha hecho único en el mundo, pues resulta ser la construcción más grande del mundo construida y ornamentada en esta piedra natural tan nuestra.
Dos profesionales de la construcción construyeron el Palacio Municipal de Latacunga: el agrimensor latacungueño José María Quevedo Maldonado y el arquitecto alemán Augusto Ridder Ostman.
Pero porque fueron dos quienes hicieron realidad la construcción, sepamos algo al respecto.
A finales del siglo XIX, José María Quevedo Maldonado (nacido en 1854 en Latacunga) se habría desempeñado como Jefe de Obras Públicas del Municipio, como tal dirigió algunas construcciones en la ciudad, un ejemplo emblemático es el lago “Ignacio Flores”, concluido en 1898, según informe del citado Quevedo al Cabildo.
Fue agrimensor de profesión, entonces se le pidió que haga realidad el proyecto de Pereira, así lo hizo, y lo construyó con piedra pómez traída de las minas de Isinche San Ramón, ubicadas en Pujilí, de la familia Bucheli García, lamentablemente, Quevedo solo alcanzó a construir la primera etapa del Palacio, que fue inaugurado en 1918, a poco falleció Quevedo, y es entonces que se pensó poco tiempo después en el arquitecto alemán Ridder. Hay que saber, sin embargo, que tres nietos del agrimensor Quevedo Maldonado, han ejercido la arquitectura e ingeniería: arquitectos Guito y Eduardo e ingeniero José Meythaler Quevedo, artífices de la defensa del Patrimonio Cultural y Edificado de Latacunga.
Ridder fue quien construyó la quebrada de “Jerusalem” en Quito, el puente en la división de las provincias de Pichincha y Cotopaxi y otras obras, además el teatro, ya desaparecido, del colegio Vicente León, inaugurado en 1929.
Augusto Ridder terminó la obra iniciada por el agrimensor Quevedo, que ya se mencionó tuvo que hacer las modificaciones necesarias para no trabajar el teatro del proyecto inicial de Pereira, por ello, en el patio posterior del Palacio se observa un graderío “improvisado”, que además tiene esta fachada tres pisos y cuarto con pequeñas oficinas que en los años sesenta eran ocupadas por dos centros culturales y literarios.
En 1936 se concluyó la totalidad de la construcción del Palacio Municipal, la primera inauguración se la realizó el 24 de mayo de 1918, hubieron festejos, desfiles y banquetes a las autoridades, la segunda inauguración se efectuó en el citado año 36, que para esto ya se había incluido el balcón en la fachada principal, fachada que ha sufrido también modificaciones, pues si nos fijamos en las fotos de los años 20 de la fachada, en la parte superior se observan elementos decorativos como el cuerno de la abundancia, dos titanes que sostienen un círculo para que allí se ubicara un reloj público, dos cóndores, animales emblemáticos de nuestros países andinos, además de ornamentos en la parte superior, todos tallados en piedra pómez, que lamentablemente (todo el conjunto señalado) se fue al suelo en un de los movimientos telúricos ocurridos en el centro del país, especialmente los ocurridos en 1932 y en 1949, éste ultimo ocurrido en Pelileo y que destruyó gran parte de las ciudades de Ambato y Pelileo, en Latacunga, cayeron algunas torres de Iglesias como San Francisco, Santo Domingo y la parte superior de las ornamentaciones del Palacio Municipal de Latacunga como ya se indicó.
Lamentablemente, no se logró reconstruir las citadas ornamentaciones en forma total, penosa situación, pues parte de la identidad arquitectónica de la edificación hace falta, mucha falta.
Interiormente, en los años 30 del pasado siglo, se pintaron dos murales (frescos) en las paredes de los graderíos sur y norte del Palacio, donde se representan la Justicia y la filantropía, ésta última representada por el Dr. Vicente León.
Un detalle final que cabe conocer, tiene que ver con la antigua Plaza Mayor, hoy parque Vicente León: a finales del siglo XIX se iniciaron a trazar las “caminatas” del parque central, con pequeñas columnas y una verja de hierro forjado, en el centro se ubicaba una pila de piedra tallada barroca, que hoy se encuentra en la plazoleta de Santo Domingo, y que se la retiró para la ubicación e inauguración del monumento al filántropo Dr. Vicente León en agosto de 1925, la cerca que hoy se aprecia se trabajó hacia 1927 por el artesano Humberto Orrico Andrade, por pedido del Municipio y diseño de Carlos Mayer, artista quiteño que fue quien trabajó también el monumento citado en Italia, a un costo final de 80 mil sucres.
A esta narración se adjuntan algunas fotografías de planos antiguos de la ciudad y del Palacio Municipal.




miércoles, 28 de agosto de 2013

Mercados populares: experiencia turra




Un fin de semana, lleno de curiosidad, y con toda la buena intención de darme con la piedra en los dientes, pues soy profundo detractor de la actual administración de mi ciudad, acudí a conocer los flamantes y presidencialmente laureados mercados populares, que reemplazan a lo que antes era la Plaza de El Salto, en mi Latacunga. Les dejo la crónica de una experiencia turra:

Diez de la mañana de un domingo soleado, en Latacunga. Necesito comprar un par de zapatos y, aunque tengo mi proveedor de siempre, acudo a conocer los mercados populares de Latacunga, entre la Av. Amazonas y Cinco de Junio.

El taxi me deja en un parquesito, construido frente a los sendos edificios que contienen a los comerciantes. Desde aquí, veo con pesar el dinero botado en este parquesito, que seguramente deberá ser demolido pronto, para construir parqueaderos subterráneos o elevados, que son, obviamente, urgentes. Nadie planificó la obra futura. Nadie contó con la mínima dosis de sentido común ni aprovechamiento del espacio. Mal, muy mal, considerando que nuestro actual Alcalde es un empresario de la construcción.

Más allá de eso, el parque es antiestético, con cuerpos de concreto inútiles que intentan ser bancas, una especie de pileta hacia un costado, que solo sirve de resbaladera para un puñado de niñitos lustrabotas. La basura se deja ver de inmediato. Tampoco hay basureros al alcance.

Cruzo la Av. Amazonas, congestionada como siempre, y accedo a un playón que da frontis a la estructura principal. Allí, un grupo de gente haciendo bailoterapia, o algo así. Hago un barrido crítico, mientras una de las personas que me acompaña me indica que, en primera fila de los bailadores, se encuentra una de las niñas millonarias de Latacunga, si, esas niñas que, según dicen que dijo su padre, “con el esfuerzo de toda una vida de veinte y tantos años, ha logrado amasar un humilde capital”... de par de millones de dólares (el lector, haga todo el énfasis posible en el sarcasmo). Luego, analizo la terapia por si misma, iniciando por una instructora flácida y desmotivada, de quien no se podría suponer, en otra situación, que haga algún tipo de ejercicio. La música, totalmente inútil para el propósito: entre cumbias, tecnocumbias y algo de electro-rock-pop. La instructora se balancea como puede. Frente a la masa de bailadores, un ancianito, no se si borracho o enfermito, realiza su propia rutina de baile, entre muecas y extrañas contorsiones, para el disfrute de todos los curiosos.

Por fin, ingreso al local. Las puertas no están abiertas, sino una. Hay que esperar a que el tumulto entre y/o salga, conforme quien aprete primero. Disuelto el nudo, ingreso para encontrarme con una caja llena de cajas: esto es el edificio del mercado popular. Sin estética ninguna, se propone al consumidor una serie de locales diminutos, la mayoría de ellos, cerrados. No hay señalética ni información. La gente transita perdida, todos buscan, nadie encuentra. No logro ver a nadie que salga con una funda en sus manos. No hay comercio, solo curiosos.

En la planta baja, parece, porque nadie lo informa, solo parece, que se expende ropa interior y novedades varias. Resuelvo subir un piso y me acerco a las gradas eléctricas, que resultan inútiles, pues no sirven para subir, sino solo para bajar. Veo un ascensor, acudo. En la puerta del ascensor es necesario esperar un tiempo bastante amplio, considerando que el aparato atiende solo tres pisos. En la espera, se aproxima un ebrio, quien alegremente inicia conversación al azar, con quienes esperábamos. Éste intoxicado personaje es quien nos da algo de información, y nos indica que los zapatos se encuentran en el tercer piso, que él sabe porque tiene su local ahí.

Llega el ascensor, y la gente, sin respeto ninguno ni sentido de convivencia, se vuelca impetuosa al interior, atropellando, codeando, empujando. Muestro mi primer síntoma de hastío, me paro en la puerta, de forma que bloqueo el acceso al aparato, y refuto a la masa su ignorancia y falta de costumbres, mientras doy acceso solamente a las personas que esperaron el ascensor por más tiempo. Nadie dijo nada en mi contra.

Con quienes pudimos, se cerró la puerta del elevador, para facilitar percibir el vaho asqueroso que exhalaba el ebrio comerciante, quien, además, nos explicaba que el ascensor está mal, porque el piso dos es el tres, y que el cuarto es también el tres... o algo así. Guiado por la lógica, e ignorando la aparentemente torpe insinuación del alcohólico, presiono, obvio, el número tres, que accede al piso tres. Parpadea el botón numerado “3”, se abren las puertas, y, descubro, que estoy un piso más arriba de dónde quería. Recibo el “ya ven, les dije” del borrachito. Salgo para enfrentar otro conjunto de cajitas comerciales, que se agolpan casi al azar, entre paredes sucias y dos que tres expectoraciones que relucen sobre el piso prematuramente opaco.

Luego de dar una vuelta por las muy pocas cajitas comerciales que ofrecían productos, descubro que, simplemente, no hay lo que busco. Nadie da información de nada. Por curiosidad, aprovechando que ya estaba ahí, averiguo precios de dos o tres productos de los que se puede hallar en cualquier lado, para darme cuenta que el precio es muy poco competitivo, por no decir, en algunos casos, superior al que se encuentra en cualquier almacén.

Resignado a salir con las manos vacías, decido emprender retirada. Trato de hacerlo por las gradas eléctricas que, como dije ya, estaban dando servicio “de bajada”; mas, cuando llego al andén, las susodichas gradas habían sido apagadas. Mal. Por la mala experiencia en el ascensor, decido descender por las escaleras, obviamente, no las eléctricas, sino las de concreto que se parapetan a un lado del edificio. Me guío hacia los niveles inferiores con mucho cuidado de no topar las paredes que al poco tiempo de estrenado el edificio, ya se encuentran mugrientas. Llego a la planta baja. Me acerco a la puerta de salida, y soy detenido por un tumulto de gentes que pugnan groseramente por entrar y salir, cediendo nadie, empujando todos. Espero. Salgo.

De la minúscula y única puerta abierta, estiro mi cabeza para recibir algo de aire limpio. La bailoterapia ya ha terminado. Solo queda un playón vacío en su centro, y lleno de basura en su torno: la obra magna del constructor simplón.

viernes, 9 de agosto de 2013

Representantes que no representan.


Hoy, dos noticias de jodedores gratuitos

Eso mismo, ojeando La Gaceta de hoy, 09 de agosto de 2013, me encuentro con dos apuntes dignos de comentar.

El primero, donde se da a conocer la brillante idea de Xavier Cajilema, de pedir al Presidente de la República la condonación de la deuda de diez millones de dólares para la construcción de los mercados locales. ¿Qué se puede opinar de esto? Pues que los hombres de honor honran sus deudas, no mendigan su condonación. Queda el sabor de la actitud servil, rogativa, mendicante, humillante y alevosa, de pedir el perdón de las obligaciones, aún teniendo cómo pagarlas, y bajo el estandarte alegre y absurdo de no pegársenos la gana de pagar. ¿Acaso somos así los latacungueños? ¿La actitud de Cajilema, nos representa?

La segunda noticia, que nos recuerda el mendigo con pistola: el municipio va a instalar sus gimnasios públicos, y el Presidente de la Junta de Guaytacama se opone, a pretexto de no haber sido notificado. Ridículo. Aunque el Presidente de esta Junta indica que no se opuso, sino que “recomendó” que no se instale en el parque, sino donde a él se le pegaba la gana, sigue siendo una actitud infantil y absurda. Si el Municipio de Latacunga obsequia una chaupiobra a una parroquia, lo último que puede hacer esta es negarse, o coartar de cualquier manera el obsequio. Repito las preguntas anteriores: ¿Este señor, realmente representa el sentir de los habitantes de Guaytacama? ¿Son, los vecinos de Guaytacama, tan torpes e ingratos como para negarse a recibir un saludable regalo? Y, sobre todo, conforme dice Iza, Presidente de Guaytacama, si yo quiero dar un regalo a la parroquia, debo notificarle a él, con anticipación, a ver si se dignará aceptarme el favor?

martes, 2 de julio de 2013

EL ROSAL, CASITA RENTERA




Hace unos días, me encontraba yo compartiendo muy interesantes puntos de análisis con uno de los mejores analistas y estadistas locales: mi amigo el taxista.

Este hombre, dotado de algo que parece incógnito para los administradores locales, y que yo suelo llamar “sentido común”, se dignó compartir su conocimiento conmigo, comentando respecto de la venta y/o/u expropiación del Centro Comercial El Rosal, en nuestra Latacunga. Así entablada la charla, él me preguntaba respecto de los pormenores técnicos y jurídicos del asunto, lo que me obligó a darme cuenta que tampoco yo estaba tan bien enterado del tema como creía.

Estando en eso, yo explicaba, como podía, lo poco que sabía, y analizaba los potenciales beneficios económicos de esta venta, versus la pérdida del espacio para la ciudad, la pérdida de control sobre ese bien, y, más allá, la enorme estupidez de construir algo de ese tamaño, y luego, simplemente, no saber que carajos hacer con él. Mientras, el sabio director del vehículo, me preguntaba respecto de cuántos locales habría dentro, si era bonito o no, si tenía servicios y demás.

De pronto, y mientras yo hablaba, y hablaba, y hablaba, el conductor sacó su calculadora digital de entre el volante, y mientras hacía prontos cálculos con sus dedos, me miró y dijo:

“Yo tengo una casita rentera, con dos locales abajo. Doy de comer a mis hijos, a mi mujer, y hasta me alcanza para las escapaditas. Si yo fuera dueño de esto, solo con los arriendos sería millonario.”

En ese momento, sentí que el techo del carro desapareció y un rayo de luz cayó sobre mi. El hombre me iluminó. Solo faltó el coro de ángeles, pero bueno, nada es perfecto y en ese carro solo sonaban bachatas.

Es que, en verdad, es tan simple. Si las empresa privada hace millones de dólares, solo administrando locales de su propiedad, ¿por qué el Municipio hace que Latacunga desperdicie esos ingresos a largo plazo? ¿Para que vender en pocos millones, que se gastarán en chaupiobras, lo que podría generar rentas durante los próximos cincuenta años?

Si no hace falta ser un genio en bicicleta, solamente bastaría aplicar un poco de economía del hogar a los negocios de la ciudad.

¿Por qué lo simple aparece tan monumentalmente imposible, para nuestros administradores?

martes, 25 de junio de 2013

Los mercados y los comerciantes


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Ahora, el problema que se viene con los nuevos mercados municipales, es el de la distribución de los puestos. Conforme se informa el La Gaceta, del lunes 24 de junio de 2013, página 5, los comerciantes asociados sostienen que únicamente son comercialmente útiles las primeras dos plantas. Ante esto, el Alcalde propone que el las plantas superiores se coloque a los productos de mayor consumo, cosa que yo veo bien, pues forzaría el tráfico por las plantas inferiores. Mas, ningún comerciante quiere ceder. Luego, el Municipio propone que se haga un sorteo, pero los comerciantes también se oponen.

Desde aquí parto para opinar (que eso hacemos los opinólogos), que, en verdad, ninguna solución es valida por una simple razón: se sigue tratando al mercado DE LA CIUDAD como si fuer propiedad de la asociaciones. ¿Por qué habremos de consultarles respecto de los puestos comerciales?. Algunos de estos comerciantes ya anuncian que, si del sorteo les corresponde las plantas superiores, abandonarán el local para dedicarse al comercio informal. Pues que lo hagan! Y que las autoridades les sancionen como se debe!

En los últimos años, nuestra ciudad se ha visto abusada por estos gremios de gente que, en una buena parte, ni siquiera son latacungueños. Es indispensable darles un estate-quieto.

Sucede que, los nuevos mercados, son PROPIEDAD DE LA CIUDAD, ni siquiera de la Administración Municipal. Bajo este parámetro es que debe administrarse la infraestructura: como un negocio, donde, mientras más dinero ingrese a la ciudad, mejor será el negocio.

Considero que los puestos comerciales, en el interior de estos mercados, deben ser puestos en remate de arriendo; es decir, entrar a un proceso donde los interesados oferten el cánon de arriendo que están dispuestos a pagar, y, así, concederle el lugar a los mejores postores. Tan simple como eso: el que más paga, elije primero, y sucesivamente los demás ofertantes, conforme el monto de su oferta. Si alguno considera que no le conviene el negocio, porque le tocó elegir en el puesto 85, pues se retira, sin cargo, cediendo su oportunidad al siguiente. Se deberá establecer, obviamente, valores mínimos de arriendo, dejando vacantes los puestos que no se ocupen, para ofertarlos luego de unos meses en nuevo proceso de remate.

En última instancia, el Municipio puede pedir el cánon de arriendo que considere, y el que quiere el puesto paga, el que no puede pagar, se va a la informalidad. Así de simple. Me parece ridículo tener que, en casa propia, estar consultando al inquilino sobre la disponibilidad de los cuartos y el coste de arriendo. Entiendan ya, Latacunga es NUESTRA CASA, y sus intereses son superiores a los de cualquier gremio, por más que la fuerza de décadas de comercio les haga sentirse dueños de los espacios.

Otra buena idea que se discutió con Operación Latacunga, es la de crear centro comerciales administrados directamente por la municipalidad, adquiriendo los productos directamente de los productores, prefiriendo a pequeños productores locales, y atender dicho mercado con empleados municipales, que bien pueden ser los mismos productores. Explico esto: si yo fuera un pequeño productor de zanahorias, firmaría un convenio por el cual el mercado (como entidad pública) me compra toda mi producción a un precio fijo, y por un tiempo determinado, obligándome a entregar un mínimo de producción fija; a la par, podría trabajar en el mismo mercado, percibiendo un sueldo básico, sin que deba vender directamente. Es el mismo sistema con el que funciona cualquier centro comercial o supermercado privado, solo que los empleados son también los proveedores, pero las ganancias de las ventas van directamente al Municipio.

Con lo anterior, acabamos con la especulación y la intermediación, nos permitimos controlar las políticas alimentarias locales, bajamos el índice de desempleo y subempleo, podremos incidir en el precio de mercado de los bienes, generamos recursos públicos en metálico, no perdemos la administración y control del espacio público, entre otros beneficios más.

El problema nace y perdura cuando se busca aplausos de todos los sectores, cosa imposible cuando la administración está comprometida con la ciudad, y no con su propia popularidad.


miércoles, 6 de febrero de 2013

Criminalización de la Lucha Social

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Recientemente se lanzó un libro sobre la criminalización de la lucha social en Cotopaxi, del autor Paúl Jácome. Reconozco que aún no leo ese libro, y debe, obligatoriamente, tener razonables fundamentos. Sin embargo, por el hecho de conocer de su lanzamiento y de tan ambigua rotulación, me puse a pensar, sobre el verdadero significado de “criminalizar” la lucha social, y, bueno, pensando, obtuve lo siguiente:

Del diccionario se obtiene que, “criminalizar” es “atribuir carácter criminal a alguien o algo.”.

Bajo este parámetro, no criminaliza el que llama a juicio, o acusa el acto supuestamente social. No criminaliza el que observa el resultado funesto de la revuelta. Tampoco criminaliza el que no está de acuerdo con los motivos de la refriega, o el que comparte con los mecanismos de control de masas.

Criminaliza el propio actor, quien, carente de sentido, llama “lucha social” a lo que debería llamarse “reclamo sectorial”. Eso es criminalizar: convertir en crimen algo que no lo es.

Así, se convierte en criminal el que, simulando ser actor o gestor social, destruye propiedad pública y privada, obstaculiza la libre movilidad del resto de ciudadanos, atenta contra la salud de los agentes de la ley, denigra, irrespeta, destruye. Queda claro mi punto: en el Ecuador no existe “lucha social”, partiendo del hecho de que nuestro “sistema de clases” no está bien definido. Lo que existe, eso si, son reclamos sectoriales, a conveniencia de grupos más o menos conformados, y liderados por un aciago pseudo líder, que busca la oportunidad de acceder a superiores instancias para beneficio personal.

Crimen es, en efecto, y porque lo dice la Ley, no yo, el ingresar cual asaltantes a edificaciones públicas y privadas, el saqueo, la destrucción de bienes, la amenaza, la injuria. Crimen es, porque lo digo yo, aunque no lo diga la Ley, la escasez de ideas, la falta de imaginación, la ignorancia de acto, la necedad, la estupidez y el borreguismo.

Siendo así, y regresando al diccionario, habremos de preguntarnos: ¿Acaso no atribuye carácter criminal, al altísimo derecho de libertad de expresión, el que, abusando de éste, injuria, calumnia y denigra? ¿No se vuelve criminal el derecho a reunirse, cuando se consuma en contra de la tranquilidad del prójimo? ¿No se convierte en criminal el que, arengando sus garantías constitucionales, destruye, hurta, invade y agrede?

Y, por último, que no es lo mismo protesta que lucha. Protestar es un derecho. Luchar es una opción extrema. Puedo protestar por cualquier cosa, aunque esté equivocado. No puedo luchar por cualquier cosa, ni de cualquier modo, porque podría llegar a afectar al prójimo, o al bien público y, en final instancia, eso me convierte en criminal.

Entonces, no es el Policía, ni el Fiscal, ni el Juez, ni el regente de turno, el que criminaliza la protesta: es el mismo protestante, quien, injustamente, trasvasa su protesta individual en una insupuesta lucha; lucha dañina, violenta y atentatoria. El que criminaliza no es la autoridad, sino el mismo protestante, que busca, perdido en sus arengas, convertirse en luchador criminal.

martes, 8 de enero de 2013

Ahí está que no hay!!

La pregunta de moda: ¿por quien vas a botar para presidente?

La respuesta única: Por el Rafael, pues, no hay mas.


Y no es solo el hecho de yo reconocer la gestión de este gobierno, ni que yo sea Correista, que no lo soy (tanto). Es, también, el leer, escuchar y ver en la tele las barbaridades con las que salen algunitos de los presidenciables. Por favor, es que estamos rodeados de burros...

Por ahí hay quien quiere eliminar los impuestos, pero no sabe de dónde sacará la plata para todas las obras que ofrece. El otro insiste en el manejo abusivo del petróleo, aún sobre la iniciativa Yasuní ITT. Otro  no tiene más argumento que el talante "dictatorial" de Correa (que si lo tiene, y que?). Ninguno aborda temas como generación de energía sustentable, reformas al aparato Judicial, modificaciones legales urgentes, política internacional, régimen monetario regional, turismo, industria, etc.

El banquero y el pastor pretenden volver a una economía agrícola. El platanero nada dice. El ex chuspango repite un discurso añejo de "pan, techo y empleo". El de "la otra izquierda" poco dice de política económica internacional o regional. Y, de aquel que falte, pues nada se sabe.

Lo que siempre he dicho, hoy, como nunca en el último cuarto de década, existe algo, lo más similar, a un proyecto nacional. Si este proyecto es bueno, o malo, lo sabremos en diez, cuando empecemos a ver sus frutos. Lo peor que puede pasar, hoy, es coartar ese proyecto. Así sea pésimo, debe seguir. Hemos vivido tres décadas de incertidumbre, con un país que mudaba de cuerpo cada cuatro años. Hoy, yo creo que estamos un poco mejor, sino mucho mejor. Y los que piensen que estamos mal, pues allí tienen un motivo para seguir el proceso: ahora, por lo menos saben lo que está mal, antes, ni siquiera eran conscientes de su propia situación.

No estoy haciendo campaña. Quienes me conocen saben que ya antes me expresé durísimamente en contra de este mismo régimen, específicamente de sus representantes locales; pero debo decir las cosas como son. Si no es Rafael Correa, no hay nadie más.

Yo, particularmente, no quiero ser gobernado por un pastor, ministro o clérigo de religión ninguna. Tampoco quiero palurdos desprovistos del don de la palabra, ni resentidos, ni comprometidos ni gente con agendas privadas. Peor ex uniformados que rompieron su promesa de defender la seguridad interna del Estado y proteger a su dignatario. Yo quiero, aunque sea mal, pero seguir lo que se está construyendo.

Tengo fe, pero, sobre todo, tengo sentido común. Y en uso de mi sentido común, puedo decir bien claro, que, aunque "otro Ecuador sea posible", quiero que se deje al que tenemos, como está, para dar la oportunidad de que crezca lo que está sembrado, y ver que pasa.

A la final, la historia juzga.

Podremos juzgar correctamente, nosotros, frente a las urnas?.




lunes, 7 de enero de 2013

Discurso José Mujica

Les comparto el  discurso de Pepe Mujica en Río, definitivamente interesante, un golpe a la conciencia del primer mundo y un reto al cambio de enfoque de nuestras economías:
       
"Autoridades presentes de todas la latitudes y organismos, muchas gracias. Muchas gracias al pueblo de Brasil y a su Sra. presidenta, Dilma Rousseff. Muchas gracias también, a la buena fe que han manifestado todos los oradores que me precedieron.

Expresamos la íntima voluntad como gobernantes de apoyar todos los acuerdos que, esta, nuestra pobre humanidad pueda suscribir.
       
Sin embargo, permítasenos hacer algunas preguntas en voz alta.
       
Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable. De sacar las inmensas masas de la pobreza.
       
¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo que queremos es el actual de las sociedades ricas?
       
Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?
       
Más claro: ¿tiene el mundo los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso posible?
       
¿O tendremos que darnos otro tipo de discusión?
       
Hemos creado esta civilización en la que hoy estamos: hija del mercado, hija de la competencia y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo.
       
Pero la economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta globalización, cuya mirada alcanza a todo el planeta.
       
¿Estamos gobernando esta globalización o ella nos gobierna a nosotros?
       
¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía que basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
       
No digo nada de esto para negar la importancia de este evento. Por el contrario: el desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis que tenemos no es ecológica, es política.
       
El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida.

No venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general. Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida. Esto es lo elemental.
       
Pero la vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la sociedad de consumo es el motor de esto. Porque, en definitiva, si se paraliza el consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía, aparece el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros.
       
Pero ese hiper consumo es el que está "agrediendo" al planeta.
       
Y tienen que generar ese hiper consumo, cosa de que las cosas duren poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica, entonces, no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar 100 mil horas encendidas! Pero esas no, no se pueden hacer; porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que sostener una civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un círculo vicioso.
       
Estos son problemas de carácter político. Nos están indicando que es hora de empezar a luchar por otra cultura.
       
No se trata de plantearnos el volver a la época del hombre de las cavernas, ni de tener un “monumento al atraso”. Pero no podemos seguir, indefinidamente, gobernados por el mercado, "sino que tenemos que gobernar al mercado".
       
Por ello digo, en mi humilde manera de pensar, que el problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo, Séneca y también los Aymaras- definían: “pobre no es el que tiene poco sino el que necesita infinitamente mucho”. Y desea más y más.
       
 "Esta es una clave de carácter cultural"
       
Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se hagan. Y lo voy a acompañar, como gobernante. Sé que algunas cosas de las que estoy diciendo "rechinan". Pero tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir.
       
Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi país hay poco más de 3 millones de habitantes. Pero hay unas 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones de estupendas ovejas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable.
       
Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas, se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tiene que pagar una cantidad de cosas: la moto, el auto, cuotas y cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo al que se le fue la vida.
       
Y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida humana? ¿Solamente consumir?
       
Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor a la tierra, del cuidado a los hijos, junto a los amigos. "Y tener, sí, lo elemental"
      
Precisamente, porque es el tesoro más importante que tenemos. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama "felicidad humana"."




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