jueves, 24 de agosto de 2017

¡Uy, la revolución!



Los que cambio ofrecieron, al cambio se resisten. Los de manos limpias no alcanzan a lavarse la cara. Los de mentes lúcidas están como locos. Y los de corazones ardientes sienten mas ardor en sus intestinos que en el pecho.

El mundo da vueltas, y hoy llaman traidor a quien quisieron utilizar como moneda de cambio electoral. ¡Pero para un sapo hay una culebra! Y nada pasa en esta vida sin producir un efecto.

Hoy escribo sobre la revolución, por eso es que, pueda ser, muy pocos entiendan esta columna: he revolucionado mi lenguaje para parecerme más a quienes critico. Hoy escribo sin sentido pero con iras, como la sabatina. Sin prisa pero sin detenerme, como las reformas tributarias y económicas de la última década. Sin gracia pero sonriendo, como alguna ex presidente de la Asamblea. Sin ganas, pero haciendo, como contratista impago. Sin esperanza, pero haciendo, como cualquier otro ecuatoriano en los últimos años.

Es que la revolución nos tocó a todos: de entrada, algunos y algunas se extrañan si no pongo todos y todas o porque le puse ex presidentE a la que se hizo llamar (estúpidamente) presidentA. Si usted, vecino, no entiende qué gusto le encuentra su guagua a ese bendito spinner, yo no sé que gusto tienen algunos colegas de decirle juezA a LA juez. Claro, la revolución estaba de moda.

Diez años después, nos dejaron como a sus obras: gastando mucho pero comprando poco, como la refinería del Pacífico, imaginando mucho pero haciendo nada como Yachay y peleándonos entre nosotros en las redes sociales como... bueno, como ellos mismo.


¡Uy, la revolución! Ella misma no aguanta el más mínimo cambio. Cual adolescentes disputando novia se desacreditan en redes sociales, se lanzan lodo. ¡Ay, los revolucionarios! Se quedaron como personajes de un cuento infame: iniciaron con nuestras esperanzas a su lado, gobernaron con nuestra voluntad por detrás

jueves, 17 de agosto de 2017

Corrupción.



Si, otro más que va a hablar de esto. Disculparán nomás, ustedes y yo estamos cansados de este tema. Y es que las últimas semanas nos ha llovido información brutal sobre los miles de millones de dólares que nos habrían robado algunitos.

Y es necesario volver a escribir sobre esto, y sería muy bueno que los medios no se olviden tan pronto de los asuntos pendientes. Sobre todo en nuestra localidad, donde los problemas se convierten en chisme en cuestión de dos semanas, y como todo chisme, pasa volando y nos olvidamos de todo.

Ahorita es el asunto del Vicepresidente Glas y Odecrecht. Pero ya no suena en ningún rincón el que en su tiempo fue el escándalo de la refinería del Pacífico, ni los contratos con empresas chinas, ni la preventa del petróleo ni las concesiones mineras, ni el Yasuní… Ya nos olvidamos de todo.

Tampoco sabemos en qué mismo acabó lo del feriado bancario, la mochila escolar de Abdalá, los gastos reservados, el comecheques, la compra de los Dhruv, los radares chinos, las hidroeléctricas… Olvidado.

Y no vayamos a lo grande: aquisito nomás. Nos hemos olvidado también todos los petardos que explotaron en esta y otras administraciones. Que será, pues, de las colaciones de las hijas de Rodrigo Espín, los permisos de construcción en zonas de riesgo, las pérdidas de la empresa pública que maneja nuestra basura, los informes de contraloría,… recién nomás fue motivo de conversa los supuestos dos millones que Espín no podría justificar. De nada de esto se habla ya. ¡Nos olvidamos de todo en menos de dos semanas!

Y no es que esté reclamando cabezas, me encantaría que todos estos asuntos fueran solo chisme, y que mañana los implicados salgan con una sentencia (ojalá bien hecha) donde nos callen la boca a todos y ratifiquen su inocencia. Pero no hay sentencia, no hay nada. Nada se sabe.

Culpo a los medios: no hay seguimiento. No hay periodismo de investigación. En unos casos faltan los recursos para mantener a estos equipos, y es explicable. Pero en algunos casos sorprende algún medio que arrecia contra algún personaje y, a semana seguida, lo alaba.

Pero mas culpa tenemos todos nosotros: no nos importa. Parece que la plata pública realmente es plata de nadie. No nos duele. Y es plata nuestra. Asuma, vecino, el siguiente cálculo: somos dieciseis millones de ecuatorianos, de los cuales, según cifras oficiales, mas o menos ocho millones somos económicamente activos; es decir, pagamos impuestos y generamos dinero; solo en el caso Odebrecht, se dice, existe un perjuicio de cuarenta mil millones de dólares (¡40,000,000,000!); es decir, que a cada uno de nosotros nos habrían perjudicado en cinco mil dólares.

¿Ahora si le duele? Le sacaron cinco mil dólares del bolsillo. Usted, por menos, le mete un juicio al estafador si no le va cayendo a puñetes. Pero en este caso ni siquiera se ha dignado en enterarse bien de qué mismo está pasando, y se le olvidará el asunto en un par de semanas. Si sumamos los otros casos que he mencionado y otros que francamente yo tampoco me acuerdo, a usted le van robando más de veinte mil dólares, y eso son contar lo que se le llevaron de la cuenta en el feriado bancario. Pero le apuesto esos veinte mil a que usted, vecino, ni siquiera sabe si esos casos fueron juzgados o no. Así de torpes somos, porque plata para regalar nadie tiene, pero empeño en recuperarla tampoco tenemos.

Y por esto es que yo también hablo de corrupción hoy, no para castigar a nadie ni para avivar el fuego en contra del chivo expiatorio de turno: lo hago para que no nos olvidemos que hay mucho mas pendiente.

No enfriemos la memoria. Exijamos resultados, sobre todo, al aparato judicial, a los jueces, a los fiscales. Esta plata es nuestra, y nadie nos va a dar cuidando con tanto celo como nosotros mismos. Organicemos veedurías ciudadanas, escribamos en nuestras redes sociales sobre los asuntos que nos preocupan y, sobre todo, estemos enterados de los asuntos. No esperemos la información de los medios o de las entidades públicas, todo está en internet, seamos proactivos.


Lo he dicho antes, si queremos cambiar las cosas hay que cambiar nuestros modelos de comportamiento primero. Un ciudadano informado y activo es difícil de engañar. Hacer que las cosas se enfríen y se olviden es estrategia de ellos. Nosotros, no les demos gusto.

miércoles, 2 de agosto de 2017

¡Uy! La justicia.



Verán, no es solo el asuntito ese de la corrupción lo que nos tiene mal. De hecho, donde hay poder hay corrupción y, obvio, los operadores de justicia tienen mucho poder en sus manos. Pero de esto no trataremos hoy.

Sucede que todos fallamos en lo que a justicia se refiere. Jueces, Fiscales, Defensores Públicos y Abogados en libre ejercicio somos igual de culpables.

Empiezo por mi: los abogados en libre ejercicio no sabemos valorar nuestro trabajo y nos entregamos al baratillo de ofertas. Tampoco es que nos especialicemos; con tal de no perder al cliente hacemos de todo y al final no somos óptimos en nada. Es simpatiquísimo, por ejemplo, ver a un colega que normalmente es muy bueno en derecho civil tratando de hacer una audiencia penal: es como ver un ginecólogo haciendo una operación a corazón abierto. Sin embargo, estos colegas, sea por necesidad o ambición, se salen de sus campos de conocimiento para hacer trabajos de baja calidad y, lo peor, a precios imposibles de mejorar para alguien que si es especialista. Y esto pasa en todas las profesiones, por supuesto.

Los Defensores Públicos son otro cuento. Tienen la obligación de defender gratuitamente a quien se les presente, pero no siempre cuentan con las herramientas necesarias, ni tienen contacto suficiente con sus defendidos. Además, algunos de ellos no tienen mística y, al final, solo justifican trabajo sin hacer defensas realmente buenas. Generalizar está mal, claro. Hay muy buenos, brillantes; pero seamos honestos, los mediocres también están, y cobran el mismo sueldo, y pierden los juicios, y dañan el mercado de los que estamos en libre ejercicio.

Vamos por los Fiscales, que también hay muy buenos. Pero no faltan unos cuantos que realmente no saben su trabajo. Otros, en cambio, se creen semidioses y casi hay que rogarles que se gestione lo que uno pide. Otros se inventan diligencias y requisitos, alargan las investigaciones y finalmente, cuando organizan una investigación contra alguien, resulta que no siempre sus argumentos son bien presentados en las audiencias. Ni que decir de algunos casos importantes y delicados que por algún motivo no prosperan como la ciudadanía quisiera. Y esto es a nivel nacional, obvio.

De los Jueces también hay que hablar con beneficio de inventario. Los hay brillantes, realmente brillantes. Muchos jueces de aquí deberían estar dando clases de posgrado. Pero hay otros... otritos. Estos otritos se dan modos para no asistir a las audiencias difíciles, suspenden audiencias relativamente sencillas para ir a averiguar cómo resolver, se inventan procedimientos, se olvidan de leyes y normas constitucionales, valoran las pruebas de formas imposibles y, como es opinión de varios colegas, no se sienten lo suficientemente libres para resolver conforme su conciencia. No son independientes. Y no es que haya injerencias externas, que tampoco lo niego; pero definitivamente los jueces y otros funcionarios judiciales dependen de su sueldo.

Me explico mejor, para que no haya sustos: para que usted pueda trabajar en paz, vecino, tiene que hacerlo sin que nadie le jorobe. Si usted tiene un taller, por ejemplo, y su mujer le dice que si no pinta de verde su trabajo, entonces no hay merienda, pues usted deja de trabajar independientemente. Usted sabe que su trabajo es azul, pero si no lo pinta de verde capás y hasta le mandan sacando de la casa. ¿Que haría? Así están algunos funcionarios: con más miedo a perder el puesto que a actuar contra la Ley.

El gran ausente es la Defensoría del Pueblo. No se le ve sino haciendo mediaciones, controles de cumplimiento de sentencias que no siempre agradan y haciendo alguna que otra cosa con un perfil bastante bajo para una entidad tan importante. Es mas, usted vecino, ¿sabe lo que hace el Defensor del Pueblo?. Ya ve.

Y el encargado de coordinar todo esto, el Consejo de la Judicatura, es también un elemento pasivo. En Cotopaxi, al menos, no hay una actuación particularmente destacable. Mientras las estadísticas que nos muestran dicen que todo está bien, quienes estamos cerca del sistema judicial tenemos la profunda sensación de que todo está mal. Lo mismo, vecino, ¿sabe cual es el papel específico del Consejo de la Judicatura? Por si acaso, el Consejo de la Judicatura NO son los jueces, es otra cosa. ¿Respondió igual que la anterior? ¡Ya ve!.


Se necesita un cambio radical en la forma de hacer justicia. Y es urgente. Todas las partes involucradas tenemos que modificar nuestras maneras. ¿Pero quién encabezará este diálogo? ¿Quién cuenta con el crédito y apoyo de todos los actores?