jueves, 17 de agosto de 2017

Corrupción.



Si, otro más que va a hablar de esto. Disculparán nomás, ustedes y yo estamos cansados de este tema. Y es que las últimas semanas nos ha llovido información brutal sobre los miles de millones de dólares que nos habrían robado algunitos.

Y es necesario volver a escribir sobre esto, y sería muy bueno que los medios no se olviden tan pronto de los asuntos pendientes. Sobre todo en nuestra localidad, donde los problemas se convierten en chisme en cuestión de dos semanas, y como todo chisme, pasa volando y nos olvidamos de todo.

Ahorita es el asunto del Vicepresidente Glas y Odecrecht. Pero ya no suena en ningún rincón el que en su tiempo fue el escándalo de la refinería del Pacífico, ni los contratos con empresas chinas, ni la preventa del petróleo ni las concesiones mineras, ni el Yasuní… Ya nos olvidamos de todo.

Tampoco sabemos en qué mismo acabó lo del feriado bancario, la mochila escolar de Abdalá, los gastos reservados, el comecheques, la compra de los Dhruv, los radares chinos, las hidroeléctricas… Olvidado.

Y no vayamos a lo grande: aquisito nomás. Nos hemos olvidado también todos los petardos que explotaron en esta y otras administraciones. Que será, pues, de las colaciones de las hijas de Rodrigo Espín, los permisos de construcción en zonas de riesgo, las pérdidas de la empresa pública que maneja nuestra basura, los informes de contraloría,… recién nomás fue motivo de conversa los supuestos dos millones que Espín no podría justificar. De nada de esto se habla ya. ¡Nos olvidamos de todo en menos de dos semanas!

Y no es que esté reclamando cabezas, me encantaría que todos estos asuntos fueran solo chisme, y que mañana los implicados salgan con una sentencia (ojalá bien hecha) donde nos callen la boca a todos y ratifiquen su inocencia. Pero no hay sentencia, no hay nada. Nada se sabe.

Culpo a los medios: no hay seguimiento. No hay periodismo de investigación. En unos casos faltan los recursos para mantener a estos equipos, y es explicable. Pero en algunos casos sorprende algún medio que arrecia contra algún personaje y, a semana seguida, lo alaba.

Pero mas culpa tenemos todos nosotros: no nos importa. Parece que la plata pública realmente es plata de nadie. No nos duele. Y es plata nuestra. Asuma, vecino, el siguiente cálculo: somos dieciseis millones de ecuatorianos, de los cuales, según cifras oficiales, mas o menos ocho millones somos económicamente activos; es decir, pagamos impuestos y generamos dinero; solo en el caso Odebrecht, se dice, existe un perjuicio de cuarenta mil millones de dólares (¡40,000,000,000!); es decir, que a cada uno de nosotros nos habrían perjudicado en cinco mil dólares.

¿Ahora si le duele? Le sacaron cinco mil dólares del bolsillo. Usted, por menos, le mete un juicio al estafador si no le va cayendo a puñetes. Pero en este caso ni siquiera se ha dignado en enterarse bien de qué mismo está pasando, y se le olvidará el asunto en un par de semanas. Si sumamos los otros casos que he mencionado y otros que francamente yo tampoco me acuerdo, a usted le van robando más de veinte mil dólares, y eso son contar lo que se le llevaron de la cuenta en el feriado bancario. Pero le apuesto esos veinte mil a que usted, vecino, ni siquiera sabe si esos casos fueron juzgados o no. Así de torpes somos, porque plata para regalar nadie tiene, pero empeño en recuperarla tampoco tenemos.

Y por esto es que yo también hablo de corrupción hoy, no para castigar a nadie ni para avivar el fuego en contra del chivo expiatorio de turno: lo hago para que no nos olvidemos que hay mucho mas pendiente.

No enfriemos la memoria. Exijamos resultados, sobre todo, al aparato judicial, a los jueces, a los fiscales. Esta plata es nuestra, y nadie nos va a dar cuidando con tanto celo como nosotros mismos. Organicemos veedurías ciudadanas, escribamos en nuestras redes sociales sobre los asuntos que nos preocupan y, sobre todo, estemos enterados de los asuntos. No esperemos la información de los medios o de las entidades públicas, todo está en internet, seamos proactivos.


Lo he dicho antes, si queremos cambiar las cosas hay que cambiar nuestros modelos de comportamiento primero. Un ciudadano informado y activo es difícil de engañar. Hacer que las cosas se enfríen y se olviden es estrategia de ellos. Nosotros, no les demos gusto.

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