Verán,
no es solo el asuntito ese de la corrupción lo que nos tiene mal. De
hecho, donde hay poder hay corrupción y, obvio, los operadores de
justicia tienen mucho poder en sus manos. Pero de esto no trataremos
hoy.
Sucede
que todos fallamos en lo que a justicia se refiere. Jueces, Fiscales,
Defensores Públicos y Abogados en libre ejercicio somos igual de
culpables.
Empiezo
por mi: los abogados en libre ejercicio no sabemos valorar nuestro
trabajo y nos entregamos al baratillo de ofertas. Tampoco es que nos
especialicemos; con tal de no perder al cliente hacemos de todo y al
final no somos óptimos en nada. Es simpatiquísimo, por ejemplo, ver
a un colega que normalmente es muy bueno en derecho civil tratando de
hacer una audiencia penal: es como ver un ginecólogo haciendo una
operación a corazón abierto. Sin embargo, estos colegas, sea por
necesidad o ambición, se salen de sus campos de conocimiento para
hacer trabajos de baja calidad y, lo peor, a precios imposibles de
mejorar para alguien que si es especialista. Y esto pasa en todas las
profesiones, por supuesto.
Los
Defensores Públicos son otro cuento. Tienen la obligación de
defender gratuitamente a quien se les presente, pero no siempre
cuentan con las herramientas necesarias, ni tienen contacto
suficiente con sus defendidos. Además, algunos de ellos no tienen
mística y, al final, solo justifican trabajo sin hacer defensas
realmente buenas. Generalizar está mal, claro. Hay muy buenos,
brillantes; pero seamos honestos, los mediocres también están, y
cobran el mismo sueldo, y pierden los juicios, y dañan el mercado de
los que estamos en libre ejercicio.
Vamos
por los Fiscales, que también hay muy buenos. Pero no faltan unos
cuantos que realmente no saben su trabajo. Otros, en cambio, se creen
semidioses y casi hay que rogarles que se gestione lo que uno pide.
Otros se inventan diligencias y requisitos, alargan las
investigaciones y finalmente, cuando organizan una investigación
contra alguien, resulta que no siempre sus argumentos son bien
presentados en las audiencias. Ni que decir de algunos casos
importantes y delicados que
por algún motivo no prosperan como la ciudadanía quisiera. Y esto
es a nivel nacional, obvio.
De
los Jueces también hay que hablar con beneficio de inventario. Los
hay brillantes, realmente brillantes. Muchos jueces de aquí deberían
estar dando clases de posgrado. Pero hay otros... otritos. Estos
otritos se dan modos para no asistir a las audiencias difíciles,
suspenden audiencias relativamente sencillas para ir a averiguar cómo
resolver, se inventan procedimientos, se olvidan de leyes y normas
constitucionales, valoran las pruebas de formas imposibles y, como es
opinión de varios colegas, no se sienten lo suficientemente libres
para resolver conforme su conciencia. No son independientes. Y no es
que haya injerencias externas, que tampoco lo niego; pero
definitivamente los jueces y otros funcionarios judiciales dependen
de su sueldo.
Me explico mejor, para que no haya sustos: para que usted pueda
trabajar en paz, vecino, tiene que hacerlo sin que nadie le jorobe.
Si usted tiene un taller, por ejemplo, y su mujer le dice que si no
pinta de verde su trabajo, entonces no hay merienda, pues usted deja
de trabajar independientemente. Usted sabe que su trabajo es azul,
pero si no lo pinta de verde capás y hasta le mandan sacando de la
casa. ¿Que haría? Así están algunos funcionarios: con más miedo
a perder el puesto que a actuar contra la Ley.
El
gran ausente es la Defensoría del Pueblo. No se le ve sino haciendo
mediaciones, controles de cumplimiento de sentencias que no siempre
agradan y haciendo alguna que otra cosa con un perfil bastante bajo
para una entidad tan importante. Es mas, usted vecino, ¿sabe lo que
hace el Defensor del Pueblo?. Ya ve.
Y el
encargado de coordinar todo esto, el Consejo de la Judicatura, es
también un elemento pasivo. En Cotopaxi, al menos, no hay una
actuación particularmente destacable. Mientras las estadísticas que
nos muestran dicen que todo está bien,
quienes estamos cerca del sistema judicial tenemos la profunda
sensación de que todo está mal. Lo mismo, vecino, ¿sabe
cual es el papel específico del Consejo de la Judicatura? Por si
acaso, el Consejo de la Judicatura NO son los jueces, es otra cosa.
¿Respondió igual que la anterior? ¡Ya ve!.
Se
necesita un cambio radical en la forma de hacer justicia. Y es
urgente. Todas las partes involucradas tenemos que modificar nuestras
maneras. ¿Pero quién encabezará este diálogo? ¿Quién cuenta con
el crédito y apoyo de todos los actores?
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