Soy
abogado. Muchos creerán que se me paga por mentir, y están
equivocados, aunque puedo estar mintiendo. La ventaja es que ustedes
son libres de creer lo que quieran. Pero, para elegir qué creer y
qué no creer, necesitan tener un mínimo de conocimiento del asunto
sobre el que se trata. Obvio, si somos completamente ignorantes, nos
engañarán fácil.
Lo
que si me ha enseñado la profesión es que se puede mentir sin decir
mentiras. Es sencillo: no se miente, simplemente no se dice TODA la
verdad. Y los políticos son expertos en esto.
Cuando,
por ejemplo, el administrador te dice “no pasa nada, todo está
judicializado”, parece que él mismo es el que inició el juicio, y
que su inocencia está comprobada. Lo que no te dice es que lo
“judicializado” son investigaciones abiertas en Fiscalía por
peculado, tráfico de influencias y posible falsificación de
documentos y que su administración es, justamente, la sospechosa. No
te dice que la Contraloría ha presentado varios informes en su
contra y que aún se está defendiendo de eso.
Igual,
cuando te dice, “hemos hecho muchas obras”, pero no te dice que
algunas de ellas son programas del período anterior, otras son
inútiles y tantas otras tienen sobreprecio. Tampoco te dice que las
dos o tres obras más importantes y urgentes están coartadas o
avanzan lento y con muchas cosas oscuras. O cuando te dice que “ya
consultó al pueblo” sobre la ejecución de alguna obra, y lo que
realmente hizo es reunirse con media docena de sus panas y decidieron
entre ellos el destino de un barrio entero sin realmente consultar a
nadie más.
O
cuando te dice que “el problema está solucionado” cuando recién
está buscando conversar con el involucrado. O si te dice que “la
gente me apoya” pero va a todo lado con dos o tres buses cargados
de aplaudidores de oficio.
También
se puede mentir desacreditando ilegítimamente al contrario. Por
ejemplo, cuando el mentiroso dice que el que se le opone es “malo”,
“vago”, “desocupado”, “tonto”, “enemigo del pueblo”... pero no te dice que ese opositor tiene buenas razones para oponerse.
Tampoco se atreve a debatir públicamente con su contradictor, porque
le tiene miedo. También te dice, el mentiroso, que ha ganado todos
los juicios que le han puesto, pero no te dice que las sentencias
siguen diciendo que él es responsable, y que en otros casos los
procedimientos están paralizados bajo circunstancias muy
discutibles.
También
te dirá, el mentiroso, que le persiguen, que le odian; pero es él
quien utiliza sus influencias para estorbar los emprendimientos de
quienes se le oponen.
Así
son los mentirosos, y son muchos, y les vemos todos los días.
Cometemos el error de elegirles como líderes y nos damos cuenta
tarde.
Por
eso insisto, como todas las semanas, en que debemos despertarnos,
retomar el control de nuestros asuntos públicos, enterarnos de lo
que pasa. Solo así dejarán de mentirnos o, al menos, les dará
vergüenza hacerlo.
Exijamos,
a los de turno y sus opositores, a debatir abiertamente. ¡Que
defiendan sus posiciones sin mas juez que el pueblo! Que nos rindan
cuentas claras.
Que
los medios sean más críticos y mas audaces en sus preguntas. Que
los ciudadanos utilicemos las redes para comentar (no insultar),
crear conciencia y debatir también.
Es
tiempo de retomar lo que nos pertenece.