Flotar,
sacar la cabeza y respirar. Es básico, es indispensable tener un
flotador salvavidas para no morir.
La
economía es igual: el barco zozobró y no podremos aguantar mucho
sin un flotador. Ese flotador no es, ni menos, un crédito
internacional o una subvención estatal o un proyecto no
reembolsable. La boya, para nuestra ciudad, se llama TURISMO.
Latacunga
es estratégica: estamos en el centro de todo. Desde aquí se puede,
fácilmente, comandar expediciones a las más altas y bellas montañas
de nuestro país, lagunas, ríos, páramos interminables y demás.
Nuestra provincia es muy explotable en lo que se refiere a turismo
naturalista y de aventura. Si nos ponemos las pilas podríamos
todavía evitar perder gran parte de nuestro patrimonio histórico
explotable, y no me refiero a las casas viejas.
Hay
que ver las cosas con mente abierta, hay que adaptarse. Insistimos en
proyectos productivos, cuando la única industria que ha sobrevivido
es la agrícola, y no como industria propiamente sino como producción
primaria. Además se nos viene la ley de tierras y habrá que ver
cómo ésta afecta a nuestra provincia. Nos gusta creer que somos
grandes comerciantes, creemos que es sencillo eso de “comprar
barato y vender caro”, pero no tenemos parámetros de servicio al
cliente ni políticas de calidad. El mercado de servicios es
restringido y con sobreoferta, con contadas excepciones. Mercado
cambiario no tenemos y bolsa de valores tampoco. Los costos de la
tierra en Latacunga son obscenos, y más ridículos aún si tomamos
en cuenta la deficiente planificación de la ciudad.
Turismo,
señores: TURISMO.
Este
mercado ha mantenido boyantes economías en países donde parecería
no haber nada más. ¡Haití tiene menos deuda externa que nosotros!
Macao y Palaos viven casi exclusivamente de turismo, y tienen menos
que ofrecer que nuestra provincia.
Urge
un cambio de actitud. El mejor o peor estado de la economía es solo
un pretexto cuando no se tiene ideas.
Está
claro que si mañana me pongo una agencia de viajes, pues no me va a
ir nada bien. Se requiere un cambio estructural. De parte de la
población es indispensable detener el abuso al turista, y que no me
digan que no hay, porque lo he vivido yo, siendo paisano. Urge que
nuestros hijos hablen varios idiomas y, nosotros mismos, hablemos por
lo menos uno más.
Hay
cositas que no van juntas, por concepto. Hay situaciones atentatorias
al turismo en niveles intangibles. Dos ejemplos: a la entrada de la
ciudad tenemos un motel y un prostíbulo, con un UPC policial entre
los dos, hasta pareciera caricatura de Bonil; y casi ponemos un camal
junto aun lugar histórico y turísticamente explotable.
Es
cuestión de sentido común. En mi casa, no pongo a mis parientas
desnudas en la puerta de entrada ni instalo la refrigeradora en la
sala.
La
administración insiste en que sus proyectos son “factibles”. Y
puede que sean, pero no son lógicos ni buenos. A Poaló le querían
comprar la voluntad con ofertas fútiles que seguramente ni se
cumplan, tal como tampoco se cumplió el alcantarillado ofrecido a
cambio de ponernos la cárcel. El camal es factible, el prostíbulo
también ha de haber sido, pero no es correcto ni adecuado en los
lugares que se plantearon, así de simple.
Tilipulo
podría generar muchísimo dinero con una administración proactiva.
San Buenaventura, si se reorganizara, estaría llena de extranjeros.
Mulaló debería ser un refugio de paz y aprovechar tanto el turismo
de montaña como el de jubilados. Belisario Quevedo tiene decenas de
rutas de aventura para explotar, miradores, puerto de parapente y un
sin fin de opciones. Y así, cada parroquia está dotada de
beneficios explotables como termas, cascadas, folclore, cultura,
gastronomía.
Administrador,
láncenos una boya: publicite. NO pedimos más, ni necesitamos. Los
ciudadanos organizados haremos el resto.