viernes, 31 de julio de 2015

El Champús!




Nos quedamos con ganas de más Papa. Para cuando el sacerdote llegó, la expectativa era gigante. Unos decían que iba a perdonar un año a los presos, otros creían que se les iba a hacer algún milagrito personal con solo verlo; muchos, incluyendo algunos paranóicos verdiaguados habían dicho que venía a “dejar armando” el golpe de Estado o que, cuando menos, los pelagatos golpistas iban a aprovechar la misa para dar el susto.

Los que no creemos mucho en cucos ni vamos a misas ni calculamos golpes de Estado aprovechamos para darnos un día libre -del trabajo normal- y dedicarnos a las más hermosas y distractivas labores domésticas pendientes (léase con todo el sarcasmo posible).

Pero, entre misas y erupciones volcánicas, en el Ecuador se está cocinando un futuro nefasto. Por un lado, según dicen, habría un golpe de Estado que acabaría con esta -supuesta- democracia en la que -supuestamente- vivimos; y, por otro lado, esta -supuesta- democracia está acabando con los recursos estatales mientras tensa la soga sobre el cuello de una -también supuesta- clase media que realmente es inexistente.

Lo del -supuesto- golpe de Estado ya ni asusta tanto, porque acá hemos derrocado hasta dos por año en algún momento; pero si asusta la posible reacción de un Gobierno demasiado acostumbrado al poder y a que nadie le contradiga, un Gobierno monocéfalo y descriteriado que vive de la repetición más o menos homogénea de consignas revanchistas y mentirosas.

El Cotopaxi tampoco asusta, porque estamos acostumbrados a las mentiras y es bastante posible que acabemos muriendo calcinados en plena “alerta blanca”. Y mientras las autoridades deciden que color ponerle a la alerta volcánica, el mercado inmobiliario se pone pálido y los constructores se ponen azules. ¡Viva la especulación, aunque sea a la baja!

Y mientras nos ponen en alerta colorada, nos desapercibimos de la emergencia real y más actual en Latacunga, ese fenómeno antinatural y degenerativo que plaga nuestra provincia entera: la ineptitud y conveniente negligencia de muchos administradores. Deberíamos estar más atentos al presupuesto y los contratos que se hacen en la ciudad, así como sus beneficiarios y el tipo de obras que acaban haciendo, en lugar de vivir de la farándula futbolera, tecnocumbiera y religiosa.

No me canso de decirlo: vecino, mientras usted ve la misa del Papa por la televisión, sus mismos gerentes se le van robando el crucifijo. Mientras se entretiene con el pésimo fútbol nacional, le hacen la goleada en su propio patio.

Tenemos tres problemas en pleno parque central: la erupción del Cotopaxi, la supuesta rebelión y el cubo de cascajo.

Si, un problema, porque nada funciona en el cubo de cascajo; y, lo poco que funcionaba, ha sido apartado sistemáticamente con el único fin de poder avanzar las obras que Latacunga tanto necesita, pero sin que se revisen como se debe.

Y lo más doloroso: Latacunga sigue sin un líder joven y, si alguno en algo se muestra, resulta ser que ni siquiera vive aquí y termina haciendo pura charla dogmática, por no decir demagogia.

No necesitamos políticos nuevos, sino proyectos nuevos. Necesitamos un nuevo concepto de Latacunga y Latacungueñismo, no un próximo Alcalde “light” o “new age” o “hipster” ni nada parecido. Un proyecto serio, con números y conceptos claros, con opciones reales, libre de megaobras de humo, teleféricos a la nada y columpios sin cuerda.

Necesitamos una revolución cultural y de identidad.

viernes, 24 de julio de 2015

Me muero, el Cotopaxi...




Llevamos semanas oyendo dimes y diretes de nuestro taita volcán. Entre verdades y mentiras, informaciones a medias y alertas de colores nunca vistos, lo único que queda claro es que nadie sabe qué pasa, ni como enfrentar lo que pase.

Mientras GADs como Rumiñahui ya tienen plan completo para salvar hasta los animales, acá estamos realmente atrás. Pero no es culpa de esta administración. Es culpa de los últimos veinte o treinta años de pésima gestión gubernamental a todo nivel y el abandono administrativo de nuestra provincia y cantón.

Seamos sinceros, las casas al filo del río no son cosa de este Municipio, sino de anteriores. La falta de inversión en mecanismos de contingencia viene de hace décadas, porque es más rentable para cualquier oscuro interés el contrato de pavimentos y adoquines en los barrios. Mientras en cualquier ciudad ordenada y con un mínimo de sentido común se identifican claramente las zonas de riesgo, en nuestra Latacunga, no se sabe cómo (bueno, si se sabe pero no se dice), pero hay construcciones hasta de tres pisos cuyos muros dan directamente a las aguas del Cutuchi.

Hablemos claro, aún no hemos podido controlar las inundaciones invernales de San Carlos, y queremos vender la idea de que podríamos enfrentar exitosamente los lahares del Cotopaxi. Lo único y más efectivo que puede hacer la autoridad, en este momento, sin la infraestructura que deberíamos tener, sin la inversión que se necesitaría hacer y sin la mas mínima preparación ni experiencia en estos temas es informar al ciudadano para dónde debe salir corriendo.

Es verdad, se están gestionando refugios, barreras contentivas y no se cuánta guaragua más; y es correcto, correctísimo. Pero a mi si me gustaría saber para donde debo correr, porque mientras preparan las medidas que debían estar listas hace veinte años, puede ser que les madrugue la erupción con albañiles y todo. Miren, así no hagan ninguna obra, hagan algo básico: campañas de información. Simples, baratas, rápidas y eficaces.

Veo a todas mis amistades con el Cristo en la boca, cada quien hablando lo poco o nada que sabe y entiende o le han hecho entender del volcán. Vean, vecinos, no nos hagamos los locos, el rato de los ratos, ninguno de ustedes va a seguir norma ninguna, porque no estamos entrenados para eso. Si el volcán da oportunidad de mostrarse en alerta naranja, hemos de ir a pedir posada a cualquier familiar en otra ciudad; y si nos coge desprevenidos, que también puede pasar, hay que buscar un lugar alto hasta que las aguas pasen, nada más. Lo que no se ha hecho en tres décadas no lo va a hacer esta administración en par de meses o menos.

Y es que no importa que tengamos refugios, barreras de contención, ambulancias, helicópteros o naves espaciales; y no importa porque los ciudadanos no tenemos idea de cómo usar lo que pueda haber. Hace muchos años que no se ha hecho un simulacro y las zonas altas de la ciudad se han poblado, en lugar de mantenerse libres para cualquier efecto.

Luego queda la preocupación por los tereques. Que si la casita, que si el carro, que si los electrodomésticos, que si la propiedad... ¡Ya pues! Hagan cuenta de la verdadera magnitud del asunto, que lo que va a pasar no es de la suavidad del Tungurahua, sino peor, fatal, atroz. Y no es que ande metiendo miedos, pero hay que ser reales. Qué tereque va a importar, si la casita no es que se va a inundar, sino que se va a derrumbar por completo.

Y, sobre eso, algunas iniciativas no gubernamentales de organización o información se tachan y se desacreditan, solo porque la información que se promueve no cuadra con la conveniente e inexistente alerta blanca.

Vecino, no se complique. Hasta que la autoridad o el superman de turno no le de un plan que a usted mismo le parezca correcto bajo parámetros básicos del sentido común, ocúpese de armar su propia ruta de escape. Sálvese, vecino, porque está visto que nadie le va a a dar haciendo.

Lata no protesta



Eso mismo, Latacunga no estuvo fuerte en las protestas. Un poco, como que los primeros días se vio gente, luego no. Pero cuidado, que eso no quiere decir que estemos de acuerdo con los últimos acontecimientos, y menos con la “sacada de vuelta” que nos hicieron retirando la Ley de la Asamblea “por un ratito nomás”. Tampoco debemos entender que Latacunga se ha bajado el tono por gracia del Papa Francisco, total, la mayoría de los que se han plantado ni a misa van.

Hay que tener otra lectura, porque si bien la protesta no ha sido fuerte, el apoyo al régimen lo ha sido menos.

De un lado, debo hecharle la culpa a organizaciones caducas como los rezagos del MPD y otras banderas rojas de corte pseudo estudiantil. Si, esos son los culpables de desbaratar cualquier intento de protesta ciudadana. Pero si ellos mismos fueron los que convocaban las marchas, dirán ustedes. Si, ellos las convocaron, pero nadie quiere verse relacionado con ellos; así que, simplemente, donde hayan banderas rojas, rara vez verán a un ciudadano libre acompañándoles. Si parece hecho a propósito: varios cientos de personas se agrupaban autoconvocadas en las inmediaciones del Parque Vicente León, hasta que los colorados y uno que otro ex convicto se quisieron hacer presentes; inmediatamente todos los ciudadanos huyeron a sus casas como quien ve al cuco.

Así, llegamos a estos últimos días, miércoles o jueves de la semana anterior si no recuerdo mal, se vió en el Salto a un par de decenas de embanderados colorados; de entre ellos, profesores universitarios con aspiraciones políticas, uno que otro jovencito descriteriado y bastantes estudiantes viendo cómo pasan el año. Pocos. Nadie.

Mientras, a menos de una cuadra, pasaba el corrillo de verdiaguados gritando consignas correistas. Eso no está mal, porque tienen el mismo derecho a expresar su preferencia; pero en esa comparsa apenas pudimos ver a un par de aspirantes a superman palanqueándose sus superpoderes, un montón de personas muy poco conocidas, por no decir ajenas a la ciudad; y, bastante funcionario público y miembros de organizaciones pro gobierno.

En ninguna de las dos esquinas encontramos a simples ciudadanos.

Los ciudadanos simples, los no contaminados por agrupaciones o clubes políticos, los que trabajamos y hacemos patria de verdad, nosotros, los Latacungueños coherentes, en mayoría, no protestamos los últimos días por no vernos comparados o relacionados con esas mismas agrupaciones. No estamos amilanados, ni somos mediocres ni cobardes, como ya han tratado de tildarnos. Simplemente no compartiremos consignas con extremistas ni oportunistas. Nos oponemos a las medidas del régimen, si; pero más nos oponemos a ser tratados como material publicitario ni servir de masa para pan que han de comer otros.

Es indispensable cambiar el estilo y forma de la política, en Latacunga y en el país. Los que hablan de revolución “ciudadana” ya no son ciudadanos, sino devotos partícipes de un ritual gobiernista y una organización política de tintes casi dogmáticos. Son, en definitiva, casi una secta.

De otro lado, los que se dicen ser “verdadero pueblo” y profetizan el fin del Ecuador y la solvencia de un sistema comunista totalmente anacrónico, no saben más de política económica que de bombas molotov.

Mientras, y en la mitad, los reales ciudadanos, la supuesta clase media, el que no le alcanza para ser rico pero se resiste a considerarse pobre, el de a pie, el que lidia a diario con y contra la burocracia mórbida, el que se la suda por un permiso de funcionamiento, el que paga impuestos, el que genera trabajo y el que trabaja sin horarios; nosotros, usted vecino, los Latacungueños de verdad no somos sino números para cálculos políticos.

Yo ya no quiero ser un número. Latacunga debe manifestarse de mejores maneras y debemos purgarnos de sectarios, shamanes, oportunistas, desocupados y otros parásitos.

Ya no queremos saber de revoluciones ciudadanas, sino de EVOLUCIÓN ciudadana, basada en la capitulación de las metas personales y la obtención de los mayores beneficios para nuestras ciudades y provincias. Queremos una ciudadanía evolucionada al punto de poder desprendernos de la política de antaño, y sin partidos ni facciones poder emprender la reconstrucción de nuestras sociedades locales en base al escogitamiento de los mejores vecinos para administrarnos y representarnos.

No queremos políticos: necesitamos administradores.

viernes, 3 de julio de 2015

CONTRATO COMPLEMENTARIO




En una radioemisora local se entrevistaba una administradora de turno, mientras se recibían llamadas en vivo para permitir las preguntas de rigor. Hago algunas anotaciones personales:

1.- Los administradores locales (algunos) no tienen idea de lo que están haciendo en sus cargos. Aunque los medios se esmeran en tener al entrevistado adecuado, éste no logra responder la expectativa de un oyente medianamente culto. Me queda la duda, si es que el/la superman de turno realmente es torpe, o si está terriblemente seguro de que todos los demás somos torpes y nos trata como tal. Para cualquier ciudadano informado, gran parte de lo que se dice es claramente falso o, al menos, equivocado. Merecemos información oficial fidedigna, confirmada y corroborable.

2.- Estamos copiando estrategias viciosas de manejo de los espacios mediáticos. Las llamadas al aire, de esta entrevista a la que me refiero, todas o casi todas, no eran sino para felicitar y agradecer al entrevistado, a sus estandartes, compadres y priostes. ¡Vergonzoso! Pareciera que ningún Latacungueño tuviera idea de una pregunta coherente. Claro, al intentar llamar al medio para preguntar alguito, toda comunicación se encontraba ocupada. Ahora bien, si casi todas las llamadas son del mismo barrio, a felicitar por la misma obra, de gente adulta y en horas de oficina, lo que a mi me parece es que esas felicitaciones no eran tan sinceras. Me parece mas bien, que algunos burropies y uno que otro cognado se dedicaron a saturar las líneas de comunicación con el medio radial, a fin de realzar las dubitables dotes del superman entrevistado y, de pasito, evitar que preguntas reales lleguen a ser públicas y evidencien (más) la ignorancia del preguntado. Horrible, además de la mentira (o error, demos el beneficio de la duda), tener que aguantar a un puñado de anónimos zalameros que no hacían sino restarle aún más a la imagen de la entrevistada ante cualquier oyente culto.

3.- En toda la entrevista escuché varias veces que, en diferentes obras, habría que hacer “contratos complementarios”. Pero, ¿qué es un contrato complementario? Pues simple: es un segundo contrato que se hace sobre la misma obra, para realizar ciertas tareas que resultan ser nuevas e indispensables para el cabal funcionamiento de la obra principal. Es decir, por la complejidad de la obra, se determinan requerimientos adicionales o diferentes a los originalmente presupuestados y como no puede modificarse el contrato principal, se hace otro llamado complementario. Lo dicho: “por la complejidad de la obra”. Pero escucho que, en mi Latacunga, una gran cantidad de obras van a salir con contratos complementarios. Pregunto: ¿dónde estamos construyendo la nave espacial?

Con esta contratación complementaria puedo disponer hasta del 70% del monto del contrato original; es decir, puedo llegar casi a duplicar el valor de la obra. Si se hace bien, sirve para salvar eventualidades típicas de construcciones complejas; pero si se hace “mejor” sirve para salvar las eventualidades económicas del contratista. Roguemos que estos contratos complementarios de que han tratado en la radio sean a bien de la ciudad. Normalmente, para obras de relativamente pequeña envergadura, como son las pocas que se ven de esta administración, no debería haber mucho contrato complementario. O las obras son enormes, o los contratos están mal hechos o la fiscalización no funciona; pero no puede solucionarse todo con contratos complementarios.

Nos encantaría considerar que todo lo que escuché se debe solo a una ligereza o error de la persona entrevistada. Nos gustaría creer que esta persona estaba nerviosa o, incluso, que no contaba con la información real en sus manos. Pero, en todo caso, y mientras no se nos permita información oficial a la ciudadanía (que nunca se encuentra accesible), nos tocará quedarnos con la duda de si algunos problemas de Latacunga son asunto de corrupción o de simple incompetencia.

Para dilucidar esta duda, vecino, deberemos dedicarnos un poco más a estudiar el funcionamiento de nuestra ciudad. Es momento de interesarnos realmente por lo que pasa en la caja de cascajo.