Llevamos semanas oyendo dimes y diretes de nuestro taita volcán.
Entre verdades y mentiras, informaciones a medias y alertas de
colores nunca vistos, lo único que queda claro es que nadie sabe qué
pasa, ni como enfrentar lo que pase.
Mientras GADs como Rumiñahui ya tienen plan completo para salvar
hasta los animales, acá estamos realmente atrás. Pero no es culpa
de esta administración. Es culpa de los últimos veinte o treinta
años de pésima gestión gubernamental a todo nivel y el abandono
administrativo de nuestra provincia y cantón.
Seamos sinceros, las casas al filo del río no son cosa de este
Municipio, sino de anteriores. La falta de inversión en mecanismos
de contingencia viene de hace décadas, porque es más rentable para
cualquier oscuro interés el contrato de pavimentos y adoquines en
los barrios. Mientras en cualquier ciudad ordenada y con un mínimo
de sentido común se identifican claramente las zonas de riesgo, en
nuestra Latacunga, no se sabe cómo (bueno, si se sabe pero no se
dice), pero hay construcciones hasta de tres pisos cuyos muros dan
directamente a las aguas del Cutuchi.
Hablemos claro, aún no hemos podido controlar las inundaciones
invernales de San Carlos, y queremos vender la idea de que podríamos
enfrentar exitosamente los lahares del Cotopaxi. Lo único y más
efectivo que puede hacer la autoridad, en este momento, sin la
infraestructura que deberíamos tener, sin la inversión que se
necesitaría hacer y sin la mas mínima preparación ni experiencia
en estos temas es informar al ciudadano para dónde debe salir
corriendo.
Es verdad, se están gestionando refugios, barreras contentivas y no
se cuánta guaragua más; y es correcto, correctísimo. Pero a mi si
me gustaría saber para donde debo correr, porque mientras preparan
las medidas que debían estar listas hace veinte años, puede ser que
les madrugue la erupción con albañiles y todo. Miren, así no hagan
ninguna obra, hagan algo básico: campañas de información. Simples,
baratas, rápidas y eficaces.
Veo a todas mis amistades con el Cristo en la boca, cada quien
hablando lo poco o nada que sabe y entiende o le han hecho entender
del volcán. Vean, vecinos, no nos hagamos los locos, el rato de los
ratos, ninguno de ustedes va a seguir norma ninguna, porque no
estamos entrenados para eso. Si el volcán da oportunidad de
mostrarse en alerta naranja, hemos de ir a pedir posada a cualquier
familiar en otra ciudad; y si nos coge desprevenidos, que también
puede pasar, hay que buscar un lugar alto hasta que las aguas pasen,
nada más. Lo que no se ha hecho en tres décadas no lo va a hacer
esta administración en par de meses o menos.
Y es que no importa que tengamos refugios, barreras de contención,
ambulancias, helicópteros o naves espaciales; y no importa porque
los ciudadanos no tenemos idea de cómo usar lo que pueda haber. Hace
muchos años que no se ha hecho un simulacro y las zonas altas de la
ciudad se han poblado, en lugar de mantenerse libres para cualquier
efecto.
Luego queda la preocupación por los tereques. Que si la casita, que
si el carro, que si los electrodomésticos, que si la propiedad...
¡Ya pues! Hagan cuenta de la verdadera magnitud del asunto, que lo
que va a pasar no es de la suavidad del Tungurahua, sino peor, fatal,
atroz. Y no es que ande metiendo miedos, pero hay que ser reales. Qué
tereque va a importar, si la casita no es que se va a inundar, sino
que se va a derrumbar por completo.
Y, sobre eso, algunas iniciativas no gubernamentales de organización
o información se tachan y se desacreditan, solo porque la
información que se promueve no cuadra con la conveniente e
inexistente alerta blanca.
Vecino, no se complique. Hasta que la autoridad o el superman de
turno no le de un plan que a usted mismo le parezca correcto bajo
parámetros básicos del sentido común, ocúpese de armar su propia
ruta de escape. Sálvese, vecino, porque está visto que nadie le va
a a dar haciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario