Eso mismo, Latacunga no
estuvo fuerte en las protestas. Un poco, como que los primeros días
se vio gente, luego no. Pero cuidado, que eso no quiere decir que
estemos de acuerdo con los últimos acontecimientos, y menos con la
“sacada de vuelta” que nos hicieron retirando la Ley de la
Asamblea “por un ratito nomás”. Tampoco debemos entender que
Latacunga se ha bajado el tono por gracia del Papa Francisco, total,
la mayoría de los que se han plantado ni a misa van.
Hay que tener otra
lectura, porque si bien la protesta no ha sido fuerte, el apoyo al
régimen lo ha sido menos.
De un lado, debo
hecharle la culpa a organizaciones caducas como los rezagos del MPD y
otras banderas rojas de corte pseudo estudiantil. Si, esos son los
culpables de desbaratar cualquier intento de protesta ciudadana. Pero
si ellos mismos fueron los que convocaban las marchas, dirán
ustedes. Si, ellos las convocaron, pero nadie quiere verse
relacionado con ellos; así que, simplemente, donde hayan banderas
rojas, rara vez verán a un ciudadano libre acompañándoles. Si
parece hecho a propósito: varios cientos de personas se agrupaban
autoconvocadas en las inmediaciones del Parque Vicente León, hasta
que los colorados y uno que otro ex convicto se quisieron hacer
presentes; inmediatamente todos los ciudadanos huyeron a sus casas
como quien ve al cuco.
Así, llegamos a estos
últimos días, miércoles o jueves de la semana anterior si no
recuerdo mal, se vió en el Salto a un par de decenas de embanderados
colorados; de entre ellos, profesores universitarios con aspiraciones
políticas, uno que otro jovencito descriteriado y bastantes
estudiantes viendo cómo pasan el año. Pocos. Nadie.
Mientras, a menos de
una cuadra, pasaba el corrillo de verdiaguados gritando consignas
correistas. Eso no está mal, porque tienen el mismo derecho a
expresar su preferencia; pero en esa comparsa apenas pudimos ver a un
par de aspirantes a superman palanqueándose sus superpoderes, un
montón de personas muy poco conocidas, por no decir ajenas a la
ciudad; y, bastante funcionario público y miembros de organizaciones
pro gobierno.
En ninguna de las dos
esquinas encontramos a simples ciudadanos.
Los ciudadanos simples,
los no contaminados por agrupaciones o clubes políticos, los que
trabajamos y hacemos patria de verdad, nosotros, los Latacungueños
coherentes, en mayoría, no protestamos los últimos días por no
vernos comparados o relacionados con esas mismas agrupaciones. No
estamos amilanados, ni somos mediocres ni cobardes, como ya han
tratado de tildarnos. Simplemente no compartiremos consignas con
extremistas ni oportunistas. Nos oponemos a las medidas del régimen,
si; pero más nos oponemos a ser tratados como material publicitario
ni servir de masa para pan que han de comer otros.
Es indispensable
cambiar el estilo y forma de la política, en Latacunga y en el país.
Los que hablan de revolución “ciudadana” ya no son ciudadanos,
sino devotos partícipes de un ritual gobiernista y una organización
política de tintes casi dogmáticos. Son, en definitiva, casi una
secta.
De otro lado, los que
se dicen ser “verdadero pueblo” y profetizan el fin del Ecuador y
la solvencia de un sistema comunista totalmente anacrónico, no saben
más de política económica que de bombas molotov.
Mientras, y en la
mitad, los reales ciudadanos, la supuesta clase media, el que no le
alcanza para ser rico pero se resiste a considerarse pobre, el de a
pie, el que lidia a diario con y contra la burocracia mórbida, el
que se la suda por un permiso de funcionamiento, el que paga
impuestos, el que genera trabajo y el que trabaja sin horarios;
nosotros, usted vecino, los Latacungueños de verdad no somos sino
números para cálculos políticos.
Yo ya no quiero ser un
número. Latacunga debe manifestarse de mejores maneras y debemos
purgarnos de sectarios, shamanes, oportunistas, desocupados y otros
parásitos.
Ya no queremos saber de
revoluciones ciudadanas, sino de EVOLUCIÓN ciudadana, basada en la
capitulación de las metas personales y la obtención de los mayores
beneficios para nuestras ciudades y provincias. Queremos una
ciudadanía evolucionada al punto de poder desprendernos de la
política de antaño, y sin partidos ni facciones poder emprender la
reconstrucción de nuestras sociedades locales en base al
escogitamiento de los mejores vecinos para administrarnos y
representarnos.
No queremos políticos:
necesitamos administradores.
Estimado Patricio: Le informo que, gracias a su autorización contenida en mi anterior comentario, he citado textualmente tres párrafos de este blog en mi muro de Facebook.
ResponderEliminarNo dejo de leer sus blogs, son muy interesantes y sugestivos. Felicitaciones.
Leonardo Miño
Muchísimas gracias por citarme. Siéntase libre de hacerlo. Para quienes tratamos de mantener espacios como este, el que se nos lea es más que un pago y el que se comparta nuestras opiniones es un galardón. Dios pague por seguirme, espero poder mantener este blog actualizado, al menos una vez por semana.
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