Acaba de
pasar San Valentín, fecha en la que se realza la amistad, y, sobre todo, el
romance. Debería ser la fecha favorita de la Ciudad Romántica del Ecuador. Sin
embargo, nada especial sucede, en esas fechas, en nuestra Latacunga.
Ya
tratando sobre el romance, tenemos que recordar que, éste, no es más que un
efecto de lo que gustamos llamar amor. Así, nos encontramos frente a algo,
aparentemente, indomable, único, y bajo cuyo nombre pueden padecerse las más
severas incomodidades. Justamente lo que sucede en nuestra ciudad: se padecen
incomodidades, a nombre del recuerdo huérfano de tiempos pasados.
Qué más
romántico, que un lugar acogedor, con bonita vista, a media luz...
Qué,
menos romántico, que una ciudad mal iluminada, sin veredas, sucia, con parques
cerrados con candado por las noches, cuya muy hermosa vista se restringe por el
balanceo de cables de electricidad mal instalados, paredes llenas de “artes
urbanas”, esquinas cuyo hedor repele, borrachitos, vagos y mendigos por
doquier.
Digo, que
una vereda estrecha no hace a una ciudad más romántica. Digo, que ponerle un
candado a un parque no hace a la ciudad más segura. Y digo que, en última
instancia, lo que se busca es una ciudad que progrese, que mejore. Digo, que
necesitamos modernidad y la reorientación del uso de los espacios “históricos”.
Debemos abrirle paso a la modernidad, y dejar de ponerle nombres agradables a
la mediocridad. Una vereda estrecha no es “acogedora”. Un callejón oscuro no es
“romántico”. Un parque cerrado no es “seguro”. Postes llenos de cablería y
luces que apenas iluminan no “dan un ambiente clásico”.
En
nuestros tiempos, los actuales, es necesario competir: vender. Necesitamos
ciudades prácticas, bien resguardadas, económicas, dinámicas, baratas y
bonitas.
Se vuelve
indispensable y urgente remodelar, reconstruir y reorganizar la ciudad.
Propongo
algunas ideas: me encantaría un centro histórico “caminable”, sin SIMTEL y sin
vehículos junto a las aceras; veredas mucho más amplias, soterramiento de
instalaciones eléctricas, buena iluminación, plazoletas y callejones ocupados
con mesas de cafeterías, lounges y restaurantes. Me gustaría una ciudad que
aplique políticas ecológicas y limpie sus ríos. Quisiera una ciudad que tenga
una política de desarrollo REAL, que haya principios y lineamientos claros en
los permisos de construcción, que obligue a todos a pintar fachadas y
cerramientos.
Es
urgente una zona comercial, una zona roja, una rosa y una residencial. Zonas,
por ejemplo, donde no se permita lotes de menos de 500 y 1000 metros cuadrados,
donde puedan ubicarse construcciones residenciales de alta plusvalía. Zonas
CENTRICAS, donde se permita la ubicación de bares y cafeterías (NO CANTINAS),
donde uno pueda distraerse. Es inicua la ordenanza que impide la instalación de
estos lugares a 200 metros de escuelas e iglesias, en una ciudad donde hay tres
iglesias y escuelas cada 100 metros.
Urge, a
la par, reestructurar el sistema de manejo de aguas servidas, adquirir plantas
de tratamiento de aguas, un parque lineal en las riveras del Cutuchi; luego de
limpiar el Cutuchi, claro. Eso si es romántico: un lugar junto al río dónde
pasear de la mano con la persona amada, o pretendida; una ciudad limpia, con
parques abiertos y bien iluminados, calles amplias dónde caminar sin ruido ni
riesgo de percance, callejones vestidos de colores y muchos lugares donde parar
a tomar un café, o un coctel, y conversar.
Es
urgente reconstruir la ciudad, orientada al buen vivir de los ciudadanos. Y es
notorio que, quienes han estado hasta hoy en la administración, no tienen idea
de cómo hacerlo.
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