De las buenas
películas, malas secuelas. Así, de nuestra zombie city, hoy
lanzamos la segunda parte, muertos de iras al ver que las cosas no
cambian. La gente no cambia. La gente no despierta.
Hemos
visto en varios medios de prensa a nuestro amigo Mauricio Andrade,
del conocido café El Gringo y La Gorda ubicado en pleno centro
histórico de nuestra Latacunga. Se ha ganado la primera plana de los
diarios por el hecho de atender bien a sus clientes, mantener limpio
su local y sus alrededores, por conocer bien a sus vecinos y por
buscar el mejoramiento de su ambiente más inmediato. Conversando con
él mismo y otros amigos, nos hemos visto sorprendidos, por la
capacidad de los ciudadanos de volver, cuasi heróicas, actitudes
como barrer y procurar el ornato y las buenas costumbres en nuestras
calles.
Cuidado,
que no estoy diciendo que no se le deba parar bola al Gringo. Se lo
ha visto, al Gringo, casi a una cuadra a la redonda de donde esta
ubicado su local, armado de una escoba, una pala y su distintivo
(camiseta, delantal o gorra que hacen alusión a su negocio y a la
ciudad), limpiando, barriendo. Claro que su actitud es plausible.
Claro que su personalidad es adorable y su carisma es único.
Obviamente, es digno de felicitar y, más que ello, de imitar.
Lo que es una
vergüenza, si, es que los ciudadanos se estancan en meras y
superfluas felicitaciones. Entre mediocres y curuchupas, las palmadas
en la espalda y el “que lindo cómo hace”; un “ojalá mas gente
se le uniera” y el consabido “le felicito, que lindo”. Indigna
que nosotros, los lataungueños, solo nos limitemos a felicitar.
Indigna y casi insulta, el hallarnos estupefactos y felicitadores
frente a actitudes que deberían ser (y son) NORMALES para un
latacungueño real y digno.
El “modus operandi”
del Gringo, debería ser cotidiano y costumbre común de todos.
Entonces, desde la perspectiva y con palabras del mismo Mauricio (el
Gringo), las felicitaciones sobran, lo que la ciudad necesita es que
todos despertemos y actuemos, que cada uno de los ciudadanos lo
seamos, con todo lo que el ser CIUDADANO implica: ser parte de la
ciudad con todos los derechos y obligaciones; sobre todo, con el
sentido de pertenencia y amor por nuestro espacio, nuestra casa.
Por eso esta secuela de
zombies: el muerto viviente que cree que no está infectado, y
fundamenta su creencia en su capacidad de valorar lo que hace el
otro. Es un muerto viviente que con las justas, puede hablar para
felicitar. Pero sigue muerto: no hace nada. Zombie mismo es, pues, el
que se queda en el saludo y la felicitación, y, al final del día,
regresa a su ataúd, a ver su programa de TV favorito y contar los
días que faltan para fin de mes.
Gracias por las flores,
diría yo, pero mejor ayuden a comprar las macetas.
Entre los “likes”
en facebook, los buenos comentarios en redes sociales y las
felicitaciones en la calle; no hacemos ciudad. Con un gracias y un te
felicito no se construirá la ciudad que merecemos. Es hora de dejar
las palabras y pasar a la acción: involucrarse, actuar.
Ya pasaron de moda los
zombies. No queremos una tercera parte. Queremos latacungueños
vivos, activos.
Es tiempo de elegir la
ciudad que queremos para nuestros hijos. Es horita de actuar.
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