jueves, 18 de febrero de 2016

Células cancerígenas.




Cuando se está acostumbrado a hacer deporte, y por cualquier motivo debe dejar de entrenar por un buen tiempo, uno empieza a sentirse deprimido. Luego decimos que no salimos a entrenar porque estamos deprimidos. La realidad es al revés: estamos deprimidos porque no entrenamos.

La ciudad es igual. Para los filósofos clásicos, el deporte de la ciudad es justamente su administración y gobierno. Entrenar es, bajo el mismo ejemplo, participar activamente del ejercicio de ese gobierno.

¿Entienden ahora por qué nuestra ciudad se siente tan deprimida? Es simple: los ciudadanos, que somos propiamente las células de la ciudad, no estamos gobernando ni participando de la administración. Si las células de los músculos dejan de trabaja, el músculo muere y el deportista se torna deficiente y deprimido. Si los ciudadanos dejamos de participar del gobierno de la ciudad, sus organismos administradores se vuelven vagos y la ciudad también se torna deficiente y deprimida.

Latacunga está enferma de depresión. Los organismos administrativos se han vuelto ociosos y hasta parásitos y los ciudadanos no hacemos nada.

Hablando con propiedad, Latacunga NO tiene gobierno. Esto, claro, visto el gobierno como el acto de dirigir, controlar y administrar. Aquí no se dirige porque no hay un proyecto real que dirigir; no se controla porque no se tiene los pantalones, en unos casos, o no se tiene los recursos y medios adecuados, en otros; y no se administra porque, simplemente, no se tiene idea de cómo hacerlo.

Pero recordemos que los organismos son como los músculos, y que los ciudadanos son como las células. Lo que sucede en Latacunga es rarísimo: las células quieren que los músculos hagan, pero sin que las células participen. ¿Cómo puede el corazón seguir bombeando, si sus células no se comprimen juntas y a ritmo?

Entonces, y como no me canso de decir, la culpa es nuestra. Si a las células no se les da la gana, pues el músculo no se mueve, y punto. Si las células hacen fuerzas todas juntas y con la intensidad suficiente, el músculo se rompe.

Nosotros somos latacungueños, hijos de próceres, filósofos, escritores, independentistas, ideólogos... No hechemos a la basura la herencia de nuestros ancestros. Es tiempo de recuperar nuestra ciudad y hacerlo juntos.

La economía local no se moverá, mientras insistamos en evitar comprarle al vecino o afincar nuestras inversiones aquí. Todos estamos asustados, deprimidos; con nuestros ahorros metidos bajo el colchón esperando que algo maravilloso pase afuera. ¡Nada va a pasar afuera! Nosotros somos amos y señores de todo lo que pasa adentros; y, es aquí adentro donde los cambios deben ser realizados.

Es nuestra obligación inmiscuirnos en la administración local. Si los que delegamos no saben administrar, pues gobernemos nosotros. Hagamos, vecinos, una ciudad boyante con el simple ejercicio de gobernar nuestros cuatro metros cuadrados y, por supuesto, impedir que los músculos se muevan para donde nosotros no queremos.

La marcha contra al delincuencia fue una buena iniciativa. Faltaron células.

Nos tienen divididos. Para buscar implanta el camal en Tilipulo habían hablado con los barrios cercanos, les pintaron mariposas y con su anuencia, el gestor de este proyecto se llena la boca diciendo que “la ciudadanía” está de acuerdo. Dejemos algo claro: tres barrios no son “la ciudadanía”. La hacienda Tilipulo no es de doscientas gentes: pertenece a más de cien mil latacungueños.

Vecino, deje de sentirse solo y deprimido. Usted es una célula, el más importante elemento de la ciudad. Sin usted la ciudad se muere, y porque usted no funciona bien es que Latacunga agoniza.

Las cosas en mi ciudad están mal. Y lo digo de frente. O los latacungueños empezamos a hacer lo que debemos hacer, o nos vamos todos al mismo hueco donde van a parar los enfermos que no se curan.

Decida, vecino: quiere ser latacungueño o quiere ser un cáncer. Hoy es cuando. Mañana es tarde.

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