lunes, 16 de noviembre de 2015

Vacas flacas




No son tiempos de bonanza, y eso es clarísimo e irrefutable. Podemos culpar a quien sea, que a la final cada uno de nosotros tiene algo de esa culpa. Y no hablo del país: hablo de su casa, vecino.

La economía, como las personas y como todo lo que existe entre el cielo y el suelo, tiene mareas. A veces estamos arriba, y otras abajo. Todas estas mareas son rítmicas, no son “porque si” ni aparecen aleatoriamente. El ritmo de la economía mundial es igual al ritmo de nuestras propias expectativas personales. Cuando se necesita no se tiene, y cuando se tiene no necesariamente se adquiere lo que se necesita.

A la famosa “crisis mundial”, que no es crisis sino para unos cuantos porque los otros siguen lucrando, hay que sumarle nuestra realidad continental: latinoamérica nunca cuajó su proceso de unificación y los problemas entre Estados siguen hoy más patentes que hace seis décadas. Mientras cinco supuestos izquierdistas tratan de forzar la idea de una sólida unidad regional (haciendo malabares para sostener sus gobiernos), tres supuestos derechistas mantienen economías medianamente más sólidas, pero a un significativo costo social.

Mire, la cosa de la izquierda y la derecha es sencilla: la derecha prefiere la producción, y entiende que cada hombre debe ser lo suficientemente capaz de producir acorde a sus fortalezas e inteligencia; la izquierda en cambio propugna repartir la plata lo más equitativamente posible entre los menos favorecidos. Y los errores de la izquierda y la derecha también son sencillos: la derecha se reserva el derecho de elegir quién es más fuerte e inteligente, lo cual es claramente presuntuoso e ilegítimo, y; la izquierda es feliz repartiendo plata, pero no sabe cómo generarla. Corrupción hay en ambos extremos, desde luego.

Como decían mis antiguos: “lindo repartir plata ajena”. Esa es la izquierda de hoy. Pero cuando la plata se acaba, ¿qué harán los izquierdosos?. Impuestos, porque de producir el que sabe es el capitalista.

Por eso las mareas también son aplicables en la economía, como en el gobierno de los países que pretendan progresar. Me explico: el capitalista debe generar plata, para que el socialista la reparta.

Este “socialismo” (término que discutiremos algún otro lunes), tuvo la enorme ventaja de encontrarse con un mercado petrolero que pagaba lo que pedíamos y esa plata se distribuyó (de formas y en montos que no son posibles discutir sin que me demanden) en obras supuestamente de beneficio social. Listo, han cumplido. Gracias, ya tenemos carreteras.

Le toca al capitalismo. Y esto no lo digo porque sea yo derechista ¡que no lo soy!, sino porque es cuestión de mareas, de ciclos, de ritmos. Es natural, simplemente.

Me gustó mucho la primera gestión de Correa, y ya dije que no soy correista -ni tampoco anticorreista-. Ese ciclo debía ser seguido de otro diferente, de explotación productiva pura para que, ahora, retorne otro Correa (o el mismo, incluso) a enfrentar la crisis con un mayor sentido social que lo haría el derechoso, pero, obviamente, con la plata que este capitalista haya podido generar en su período. La lógica es facilita: en un período produzco, y en otro reparto.

Esta explicación es la más simple que me he dado a mi mismo para decidir no apoyar mandatos extensos. Trate de hacer lo mismo. El argumento de que “me cae mal” o “es prepotente” o “mucho habla”, no es un argumento técnico ni lógico. Hay que madurar políticamente, creo yo.

En definitiva, para mi, mientras sigamos pensando en Izquierda vs. Derecha y los sigamos viendo como antagónicos y seamos incapaces de crear un modelo político PROPIO, fuera de moldes comunistas o imperialistas o socialistas o capitalistas, sino un modelo de pura ADMINISTRACIÓN, bajo parámetros técnicos basados en eficiencia y eficacia, mientras no seamos capaces de dejar de lado animosidades en lugar de concentrarnos en lo que a todos nos hace falta y en fijar una meta común, mientras sigamos pensando en minorías y grupos “vulnerables”, mientras no seamos libres de los prejuicios políticos y económicos que nos vienen implantando desde hace dos siglos o más, mientras no evolucionemos, cualquier intento de un Estado organizado será fallido y seguiremos obteniendo intentos autocráticos en lugar de administraciones técnicas. No saldremos de las vacas flacas.

Lo mismo aplica para el continente, para el país y para su casa, vecino. Y de la ciudad no hablo porque acá se juegan otros intereses y otros egoismos. En buena hora que se me acabó el espacio.

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