Conforme al
diccionario, un plantón es una “Espera muy larga por una persona
que se retrasa o no acude a la cita”, o, según otro diccionario,
el castigo que sufre un militar al cual se le ordena hacer guardias
por jornadas extendidas.
Con esta idea, y con el
último plantón que convocó a los latacungueños por la inseguridad
(por la seguridad, debería decir), me queda la duda: ¿se atrasó la
seguridad y nos dejó esperando? ¿Aguantamos castigo voluntario
parados por largas jornadas, pagando nuestra propia culpa por la
inseguridad actual?
Estoy de acuerdo con
las manifestaciones masivas de la voluntad ciudadana; pero, el
plantón, es definitivamente la menos creativa de ellas. Es, en
definitiva, tiempo productivo desperdiciado, y, en muchos casos, un
termómetro de la capacidad de convocatoria de tal o cual personaje o
agrupación. Ahora bien, si se aprovechó ese plantón, por ejemplo,
para compartir un comunicado, una carta abierta, una solicitud masiva
a la autoridad encargada, una recolección de firmas o, incluso,
socializar un proyecto de solución, entonces si, el plantón tiene
sentido. Si el plantón fue solo eso, un montón de gente parada o
caminando como perdida, gritando y pitando, no sirve de nada.
Parece que nos
esforzáramos en mantener la cultura de la queja, en lugar de
fomentar una sociedad de soluciones. El plantón, la marcha, el pito
y la arenga, sin propuesta, es solo una forma más de queja.
Analicemos lo siguiente: por estar fuera de nuestras casas, gritando,
pitando, parados o caminando, el ladrón no se va a alejar, ni la
policía va a trabajar mejor, ni el sistema judicial va a ser más
eficiente. ¡Dejemos de quejarnos y empecemos a solucionar!
De otro lado, estas
manifestaciones, a estas alturas, son un acto de hipocresía. Cuando
se quería hacer la cárcel en Poaló, menos de cien personas
evitaron que se construya. ¿Por qué nadie, en Latacunga ni
Saquisilí dijo nada, cuando se empezaba a construir la cárcel
actual? ¿No será que, en esos momentos, en aquel entonces, los que
se dicen “actores políticos”, estaban todos comiendo del mismo
plato y no les convenía decir nada? ¿No será, que la misma
ciudadanía, que hoy se levanta a las calles, estaba amortiguada,
conformista, paciente, rumiante, dormida o, convenientemente
acomodada?
Creo que ya habíamos
tratado sobre esto. A estas alturas, dibujar un cartel con la frase
“fuera la cárcel”, es simplemente hipócrita, además de torpe e
innecesario. Nadie dijo nada cuando se estaba construyendo, y
queremos hoy, apenas hoy, hacer un plantón (?!).
Nos hemos dado vuelo
hablando, escribiendo y posteando en redes sociales todo tipo de
insultos y descontextualizaciones sobre las actuales autoridades.
Pero éstas ya están varios años, y antes no se dijo todo lo que
hoy se dice. Dar la patada a la salida, por muy merecido que muchos
malos administradores se lo tengan, sigue siendo un acto cobarde y
trapero. ¿Dónde está el latacungueño valiente, que enfrenta en
todo tiempo, y no solo cuando le es conveniente y a enemigo ya
vencido?
Promovamos una sociedad
más madura. Basta de niñerías. La Federación de Barrios, junto
con otras agrupaciones de todo tipo, debe liderar el pedido,
directamente al Ministerio encargado, para que nos asignen, al menos
un centenar de Policías para patrullar la ciudad 24 horas, 7 días.
Es indispensable que las nuevas autoridades cobren el “favor” que
le hicimos al país con esta cárcel, y lo cobren caro. Es urgente
que dejemos de hacer lo que se nos pega la gana, y nos acostumbremos
a mantener una ciudad organizada, ordenada y limpia, sin
construcciones ilegales, ni “voladitos” en el segundo piso, ni
vehículos mal parqueados. Todo esto es también inseguridad. Es
imperativo que conozcamos a nuestros vecinos, que salgamos a hacer
deporte las noches, que ocupemos los espacios, que actuemos como
dueños de la ciudad. Donde hay gente, no hay delincuencia, así de
simple.
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