Como si fuera broma,
ahora el problema no es solo que nos hayan puesto una cárcel, sino
que nos han quitado la vieja y no sabemos qué hacer con ella.
Mientras una autoridad
piensa en un Museo, el administrador que ya se va, quisiera hacer un
parqueadero, y la Ministra de Justicia preferiría hacer un centro de
detención para contraventores y alimentantes impagos. A alguien
escuché que deberían aprovechar para hacer un mejor puente con la
panamericana, o que se debe ceder el espacio para un edificio
satélite del Hospital General. Todas las ideas son buenas.
Y, mientras las
autoridades deciden, los ciudadanos guardamos silencio. Todos
callados, mientras nos dan decidiendo el futuro. Nosotros, los dueños
de ese edificio, nada hacemos ni decimos.
Digo yo, que el destino
de ese edifico debe ser consultado a la ciudadanía, pero no a toda,
porque nadie sabe las necesidades de la casa del vecino. Quienes
deben ser consultados, inmediatamente, son los habitantes del sector,
los que viven en el barrio y, específicamente, aquellos que tienen
sus casas a cuatro cuadras a la redonda de la cárcel. ¿Qué dicen
ellos?
Nada dicen nuestros
vecinos de la 2 de Mayo. Y nada dicen porque nadie les ha preguntado
aún. Pero el que no les consulten no debe sorprendernos, porque ésta
es la manera en que se toman decisiones administrativas hoy en día:
en base al viserazo, a “proyectos” más o menos estructurados, a
capacidades y necesidades de entidades particulares y no siempre
tomando en cuenta la afectación de los humanos que están más cerca
del asunto. Lo que si sorprende, es que los vecinos del sector no se
hayan organizado. ¡Nadie va a escuchar a quien nada tiene que decir!
Es hora de calificar el
trabajo de los representantes barriales, de las organizaciones
vecinales y de los mismos vecinos individualmente. Cuando se conversa
con algunos de estos vecinos, solo atinan a decir “me muero, se han
llevado los presos, y ahora, ¿qué será que van a hacer con eso?”
Esta última pregunta es ridícula. Somo nosotros los que tenemos que
decirle a la administración que es lo que queremos que haga. El
espacio que queda en la antigua cárcel de Latacunga es, obvio,
propiedad de los latacungueños. No podemos sentarnos a esperar y ver
qué es lo que sucede, nos es obligatorio, como propietarios, definir
y decidir el futuro de nuestra propiedad.
Propongo lo siguiente:
en las próximas semanas, los moradores de los barrios aledaños a la
vieja cárcel deben reunirse, en asociación o en colectivo, y
definir, técnicamente, qué es lo que se puede hacer con ese espacio
que le beneficie mayormente al sector. Esa idea debe estructurarse
con estadística, planificación y la técnica vigente. Luego, la
idea, que se habrá transformado en borrador de proyecto, debe ser
llegada a la autoridad correspondiente, empezando por el Municipio de
la Ciudad. Tras ello, generar el activismo necesario para lograr las
autorizaciones y disposiciones de las autoridades y, finalmente,
disfrutar de lo conseguido.
En todos los casos,
algo hay que hacer, menos quedarse callados.
Pregunto, a los vecinos
de la cárcel, y directamente a ellos: ¿qué quieren, necesitan o
desean hacer con ese espacio? Respóndanse a si mismos, y obtendrán
la orden ciudadana, de cumplimiento obligatorio, para la autoridad.
Somo latacungueños,
Latacunga no pertenece. No somos inquilinos: somos dueños!
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