jueves, 9 de abril de 2015

Racismo y estupidez




Es racista el que defiende las particularidades de un grupo humano, proponiéndolas como mejores, superiores o únicas. A la vez, es racista el que positivamente discrimina, aborrece o hace de menos a otros grupos humanos, exclusivamente por sus características físicas o genéticas.

Léase bien: EXCLUSIVAMENTE por sus características físicas o genéticas.

Es racista, por ejemplo, el que hace de menos al que considera “blanco”, EXCLUSIVAMENTE por el hecho de serlo, situación bien común en este país donde los descendientes de criollos somos harto discriminados. Es racista el que propugna ideas sobre supuesta inferioridad de todo un grupo humano, EXCLUSIVAMENTE por su color de piel. Y NO POR OTRA COSA.

Es necesario escribirlo así, en mayúsculas, porque hoy por hoy, en nuestro Ecuador, existe una capacidad sorprendente de tildar de racista a cualquiera. Somos hipersensibles, porque cualquier cosa que no nos guste, o es racismo, o es homofobia o directamente, es “bullyng”. Llegamos a un punto en que todo es “algofobia”, y nadie puede opinar nada porque, además de ser políticamente incorrecto, puede afectar la sensibilidad de cualquier grupito minoritario.

¡Dejémonos de tonterías! Yo, personalmente me opongo a la adopción de niños por parte de parejas homosexuales; pero tengo amigos abiertamente homosexuales, y no me cuesta tomarme un café con ellos, y es mas, les tengo alta estima, pues todos ellos son gente muy inteligente. Esto no me hace homofóbico, por favor. También tengo claro que un gran porcentaje de indígenas mantienen una ignorancia general de normas de convivencia urbana, pero esto es solo un resultado de su tratamiento histórico, de su aislamiento geográfico y del poco acceso a educación regular; decir lo que digo, bajo ningún parámetro puede convertirme en racista “indigenofóbico”.

Hay que separar las cosas.

Si un torpe es torpe, se lo digo, y punto. Y no debería pasar nada, porque la estupidez es un concepto sin color de piel. Pero en Ecuador, si le digo estúpido a un afroecuatoriano, automáticamente me hacen racista; si se lo digo a un gay, pues tengo que ser homofóbico; si se lo digo a una madre soltera, soy machista, si se lo digo a una persona con sobrepeso, es bullyng y, si se lo digo a un alto dignatario, es traición a la patria. ¡Que cosa!

Basta de proteger la ineptitud con conceptos ampliados. El estúpido es estúpido, independientemente de ser alto, flaco, negro, discapacitado, o lo que sea que la vida le haya adjudicado ser. Cualquiera de sus realidades personales es totalmente independiente al hecho de su estupidez.

Muchos dicen que, claro, un discapacitado, un indígena aislado u otras personas con pocas oportunidades de educarse no tienen la culpa de su estado de ignorancia, y que hacerlo público o notorio es discriminatorio. No estoy de acuerdo con eso, porque una cosa es la ignorancia, en la cual me refugio pues me declaro como el más ignorante de todos, y otra cosa es la estupidez. Revisemos el diccionario.

Ignorante es el que no conoce. Eso, nada tiene de malo. Pero el que sabe que no sabe, y aún así se mete a hacer, se convierte en estúpido. Ignorante es, por ejemplo, el jardinero, en materia de legislación; pero estúpido sería que se meta de asesor de algún Asambleista. Ignorante es el basketbolista en materia de finanzas públicas, y eso no es malo; lo malo y estúpido sería que aquel jugador pretenda ser Ministro de Economía.

El mundo está al revés. Ahora, los preparados e inteligentes son perseguidos por sus capacidades, y ellos han de callar y tolerar las demostraciones públicas de ineptitud. Es más, deben subsumirse a ellas, bajo la amenaza de ser perseguidos judicialmente, atemorizados y tildados de “algofóbicos” y racistas.

Es indispensable y urgente, por el bien del Ecuador, dar el poder a los científicos, a los inteligentes, a los pensadores. Dejemos de proteger a los estúpidos.

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